Capítulo 2: Lo Que Me Trajo Aquí

1258 Words
La mirada de Gabriel esta fija en mi mientras que por mi parte trato de ser fuerte para contarle mi historia, una que me hiere infinitamente cada vez que la recuerdo o que tengo pesadillas con ella, pero necesito hablarlo con él para poder estar aquí —Me había casado hace dos días, y con mi esposo decidimos esperar para ir a nuestra luna de miel porque mi hermano también se casaba unos días después. Teníamos muchos planes juntos, íbamos a viajar un tiempo, luego seguiríamos estudiando y sin que nadie lo supiera, buscábamos que yo quedara embarazada pronto. Por alguna razón queríamos ser padres jóvenes— Empiezo por contarle. —¿Puedo preguntar cuanto años tienes?— Intercede. —18, en unas semanas cumplo 19… él tenía 21, tenía toda la vida por delante— Hablo sintiendo que se me rompe el corazón. —¿Y qué paso?— Me pregunta. Respiro profundo tratando de controlar mis emociones —Fuimos a un bar en Miami, queríamos celebrar nuestro matrimonio, era un bar que dejaban entrar menores de 21, ya sabe, las reglas en Estados Unidos son un poco diferente— Comento y asiente. —Si, es verdad— Comenta. —Estábamos bailando, yo tomaba un trago sin alcohol, él una cerveza y de pronto se desato la locura. Entro un hombre armado y lo que nunca creí que viviría paso. Empezó a disparar a todos los que se movían, vi morir a mucha gente, estábamos todos corriendo, tratando de huir del hombre, pero parecíamos los blancos de una cacería. Él les disparaba y las personas iban cayendo a mi lado era algo horrible. Tengo el sonido de los disparos retumbando en mi cabeza aun cuando ya han pasado dos meses— Cuento y una vez más las lágrimas se apoderan de mi —Mateo, mi esposo, me tomo de la mano he hizo que corriéramos por el bar hasta que llegamos a una salida, pero la puerta estaba atrancada y la gente con la que estábamos empezó a desesperarse, era una trampa para ratas. Vi muchos documentales de eventos como estos, escuche sus relatos y siempre el miedo te acobarda o te hace ser más valiente según la situación— Cuento y hago una pausa —No sé cuánta gente estaba muriendo mientras él venia hacia nosotros, ahora sé que fueron decenas, pero en ese momento solo escuchaba los disparos y lloraba más fuerte. Sentía los pasos del atacante acercándose y sabía que me iba a morir. En ese momento, Mateo y otro chico empezaron a levantar unas mesas y las acomodaban como escudos, pero de pronto apareció él y le disparo al chico y a su novia.— Relato con el mismo dolor de aquel momento —Me iba a disparar a mí, pero mi esposo empujo la mesa para desestabilizar al agresor, pero solo consiguió unos segundos de ventaja antes de volviera a apuntar— Le cuento y ahora sí que no puedo dejar de llorar. —Mi esposo se interpuso y caí debajo suyo y en ese momento escuche otros disparos, pero no sabía lo que estaba pasando, solo voltee me salí de debajo de Mateo y me arrodille frente a él mientras escuchaba los gritos de la policía. Fue el momento más horrible de mi vida, le pedía por favor que no se muriera, que se quedara conmigo, pero la sangre era demasiada. Lo último que me dijo fue un “te amo” y sus ojos se cerraron para siempre— Concluyo y de pronto Gabriel me alcanza un pañuelo. Limpio mis lagrimas mientras que veo sus ojos cristalizados también —Sabes, no es la primera vez que escucho un relato así, tampoco es que sea un hombre ajeno a esas desgracias— Me habla y lo miro fijamente. —¿Usted también vivió algo así?— Pregunto con mi voz entrecortada y asiente. —Si— Responde y seco mis lagrimas otra vez —¿Estaba solo?— Presiono y niega. —No, estábamos en uno de los tantos restaurantes que fueron atacados años atrás en Paris. Estaba con mi esposa y mi hija de tres años cuando eso ocurrió— Me cuenta dejándome sin aliento. —No…— Se escapa de mi boca. —No fallecieron de inmediato, lucharon por sus vidas en el hospital, pero no lo consiguieron. Sé cómo te sientes, lo que pasa por tu cabeza, el miedo que debes sentir al ir a los diferentes lugares… no es fácil continuar, pero dimitir no es una opción tampoco— —¿Fue hace siete años? ¿no?— Pregunto en un susurro y asiente. —Así es, yo estuve y estoy en tu lugar y por eso estoy aquí— Expresa y por primera vez siento que alguien entiende un poco como me siento. —Supongo que sí, aunque mi situación es un poco diferente— Explico mirando a la nada. Levanto mi mirada y allí están sus ojos negros sobre mi —Estoy embarazada de dos meses. Nunca pude decirle a Mateo que iba a ser papá… no sé cómo voy a seguir adelante sin él— Le confieso y puedo ver como las lágrimas que contenían sus ojos terminan de escaparse. —Nos destruyen la vida por nada y los que quedamos no sabemos que hacer. Sabes, yo creí que me iba a volver loco cuando las perdí, pero luego busque una manera de que ese dolor se convirtiera en algo útil y aquí estoy. No te voy a prometer que serás la misma porque eso es mentira, pero si me permites aquí te podemos ayudar y podemos hacer que ayudes a otros— Me dice y asiento. —Eso es lo que quiero, buscar una manera de seguir viviendo para poder ser la madre que mi hijo o hija necesita— Declaro y por primera vez él me da una leve sonrisa. —Serás una gran madre— —Gracias— Susurro. —Mira, para que puedas ayudar a otros, debemos empezar por ti. Tenemos gente muy profesional que puede ayudarte en el proceso e incluso ahora que se acerca navidad, tenemos eventos muy particulares para gente como nosotros. Si quieres te voy contando de que se trata y podemos empezar de a poco ¿te parece?— Me propone y asiento —¿Me dijiste que no tenías donde vivir? ¿cierto?— Cuestiona y asiento. —No alquile nada aun— Comento. —Normalmente muchos de nosotros vivimos en un edificio donde tenemos apartados algunos pisos para gente de nuestro programa, incluso yo vivo en uno de esos departamentos, tenemos seguridad y cosas de como esa que sentimos que necesitamos, si quieres puedo enseñarte uno de los departamentos vacantes. Tal vez ese estilo de vivienda sea mejor para ti en estos momentos. Siempre estamos para apoyarnos uno al otro cuando sentimos que no podemos con esto— Me informa. —Me gustaría, es que la soledad en medio de este dolor me está volviendo loca. Creí que sería capaz de no pedir ayuda, pero me equivoque. Mi mente por momentos me traiciona y debo pensar que Mateo hizo lo que hizo para salvarme y que mi hijo me necesita— Expongo y asiente. —Lo sé, todos tenemos esos días buenos y días malos— Me deja saber. —Gracias por entenderme— —A ti por venir aquí, pero ven vamos a dar un recorrido— Me alienta y nos levantamos de nuestras sillas para salir de esta sala de juntas.
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