Capítulo 8

2628 Words
Llegada la mañana, Katiana se alistó para ir a la escuela. Su madre trató de convencerla para que se quedara, pero ella se negó a hacerlo, debía asistir; se encontraban en la semana final del año, así que no podía faltar. Se levantó temprano y tomó su rumbo. Javier se ofreció para acompañarla hasta el pueblo, pero ella no aceptó. Dijo que Brian la llevaría. Ella ya le había enviado un mensaje de texto para que la recogiera. De seguro lo encontraría durante el avance. Caminó por el sendero, observando todo a su paso, mientras que en su mente se revivía la espantosa escena en la que aparecía aquella joven mujer. ―Ella y él sujeto que me siguió durante la lluvia, mencionaron la copa. Ellos están relacionados. Tal vez se traen algo juntos ―se dijo en voz alta sin dejar de analizar el camino. Temía que fuera a encontrárselos o apareciera otra sorpresa―. Pero que lio en el que me metí ―se quejó―. ¡Estúpida copa! Katiana no veía el momento para encontrase con Brian. Esa noche, antes quedarse dormida, le había enviado un audio contándole todo lo sucedido. Él se ofreció a ir a su casa, pero ella se negó. Así que acordaron verse por la mañana. Después de un rato, una camioneta negra se acercó y se detuvo junto a ella para que la abordara. ―¿Estás mejor? ―le preguntó Brian cuando ella hubo entrado. ―Sí ―afirmó muy sonriente como si nada hubiera pasado. ―Te ves muy serena como para haber sido asustada por una gitana asesina. ―Esa cosa no era una gitana asesina. Era un gárgola ―lo miró a la cara y preguntó con un tono de duda―. ¿Tú me crees? Brian volvió su rostro hacía ella. ―Claro que te creo ―tomó la mano de la muchacha. Esta se sentía suave y cálida. Katiana se sintió tan bien que olvido la mala noche que había pasado. Ella Entretejió sus dedos entre los de él y los apretó. Quería hacerle sentir que le gustaba mucho, que disfrutaba de su compañía, que era la única persona con la que se sentía segura; el único hombre que le interesaba y a quien estaba empezando a querer. Sabía que lo que estaba pasando entre ellos era una locura, pero no le importó. Le encantaba esa locura. Después de un rato el auto se detuvo y ambos se miraron. ―Hay algo que quiero hacer ―dijo Brian mientras observaba los ojos azules y la boca de la hermosa muchacha. ―Entonces hazlo ―respondió ella dejando sus labios entre abiertos al tiempo que su respiración se aceleraba. Brian se acercó a ella y colocó su boca sobre los rojos labios de la joven. El contacto se convirtió en un beso cargado de emociones y energía, al igual que la primera vez que lo tocó. Nunca antes Katiana había sentido algo similar a eso. Pasados varios segundos, se separaron lentamente sin dejar de mirarse a los ojos; sonrieron y siguieron mirándose atontados. ―¿Habrá más de estos? ―preguntó la joven, aun sintiendo el sabor de los labios de Brian en su boca―. ¿O… será el último? ―No olvides que soy tu novio ―contestó él mientras le acariciaba la mano con su pulgar. Ella sonrió dichosa, pero tratando de disimular la emoción que sentía por dentro. Sentía que iba a estallar. ―¿Mañana podrás traerme a la última clase del año? ―Claro, por qué no ―respondió. Ambos volvieron a acercarse y se dieron otro beso, esta vez más corto. ―Chao… me tengo que ir ―sonrió la blanca muchacha―. Te portas bien ―guiñó un ojo. El rió y le hizo una señal de adiós. ―Hasta pronto Katy. Katiana abrió la puerta de la Toyota y salió con una sonrisa dibujada en el rostro. La camioneta dio vuelta y se marchó. Volteó hacia el portón de la escuela y se estrelló con una decena de caras que la miraban fijamente. Algunos de los rostros estaban perplejos; entre esos había uno muy familiar: era el de Estefany Beltrán, su archienemiga. ―Estas avanzando muy rápido, Katy, Katy―dijo meneando cabeza sin dejar de masticar un chicle. ―¿Ahora cuál es tu problema? ―preguntó Katiana, dirigiéndose hacia ella. ―No… ninguno ―volvió a sonreír―. Solo que… ―¿Solo que qué? ―Que eres una perra ―contestó de inmediato. Katiana abrió los ojos enfurecida―. Juegas con mi hermano y ahora te metes con este hijo de papi y mami. ―Sus padres murieron ―dijo indignada―. Y con tu hermano nunca he tenido nada. Sí, nos besamos dos veces… pero él nunca ha dejado de besar a todo el instituto. Las burlas estallaron por parte de los que se amontonaron a ver la disputa, y Estefany cambio el tema para no perder la batalla. ―Oí a mi padre contarle a mamá que una gitana te fue a visitar con la cabeza del profesor Luis. Dicen que los gitanos tienen una clase de poderes oscuros ―sonrió tanto que mostró los dientes―, tal vez tú asesinaste al maestro y ella te fue a llevar su cabeza, para recordarte el mal que has hecho. ―¿Qué? ―Katiana se enfureció aún más. ―Sí, aunque por varios años fuiste la amiga inseparable de su hijo, el profesor nunca te agradó, y tú odias las matemáticas… apuesto a que tú lo hiciste. ―¿Por qué no te callas? ¡Perra! ―dijo Biky, acercándosele por la espalda. ―¡Oh! Llegó Biky López al rescate… ―Rescate vas necesitar tú si tu padre se entera de tus acusaciones ―la encaró. Estefany enmudeció, frunció su frente y se marchó sacudiendo su cuerpo como una modelo. ―¡Oye! ¡Estefany! ―gritó Biky. La muchacha se detuvo y dio media vuelta ―. Más te vale no volverte a meterte con nosotras por esta temporada. Las clases terminan mañana. No querrás que como despedida te vuelva a dar la paliza que te di el año pasado. Colegio cerrado, nadie a quien rendirle cuentas. Estefany apretó los labios con enojo, dio vuelta y se marchó aún más deprisa. ―Gracias por la ayuda ―agradeció Katiana, aliviada. ―De nada. Ahora vámonos a clases ―Biky miró a su alrededor―. ¿Y ustedes que miran? ¡Cuelguen! ―le gritó a los que se habían amontonado―. ¡Qué gente! ―dejó salir una exhalación de fatiga. Ambas jóvenes caminaron por entre los pasillos en dirección del aula de clases. Mientras marchaban solo se escuchaba un tema de conversación: lo sucedido en la casa de Katiana. ―¿Enserio? ―se escuchó la voz de una joven en el patio de la escuela―. ¿Alguien sacó la cabeza de la tumba del profesor y la arrojó en el patio de la casa de Katiana Rodríguez? ―¡Sí! ―le respondió otra persona―. Dicen que unos gitanos la escavaron del cementerio y se la llevaron. El inspector Beltrán dice que es posible que hayan sido las mismas personas que lo asesinaron. ―¡Qué miedo! ―Wao… parece que mi casa se volvió famosa ―dijo Katiana torciendo el labio. ―No les prestes atención ―dijo Biky asomándose por la ventana del aula de clases―. ¡Oye! ―exclamó repentinamente casi gritando. ―¿Qué ocurre? ―preguntó Katiana, sobresaltada. ―¿De verdad estas saliendo con Brian Jackson? Esta mañana leí el mensaje que me enviaste anoche. ―¡Que estúpida eres! ¡Me asustaste! ―gritó Katiana enfurecida al tiempo que le propinaba un puñetazo en la cadera― ¡Ahusf! ―sacudió su mano con dolor. ―¡Te felicito amiga! Es la mejor y única buena noticia que me has dado sobre ti. ―Estúpida ―dijo riendo. Exhaló―. Sí, es lo único bueno que me ha pasado ―levantó los ojos pensativa y sonriente. ―¡Ay! ¡Vas a babear todo! Ambas estallaron en risas y entraron a la clase. Durante toda la jornada Katiana se la pasó pensando en el joven Jackson. No hizo nada más. Él era su primer novio oficial. Antes de él solo había tenido tres relaciones temporales. Solo algunos besos y algunas salidas. Nada de relaciones serias, ni duraderas, no mayores a tres meses. Su madre nunca había aprobado a ninguno de los chicos que querían corresponderle o enamorarla, ninguno había sido un buen partido. Las clases concluyeron y todos los estudiantes salieron del instituto. Biky se ofreció en acompañar a Katiana hasta la mitad del trayecto, pero ella se negó. Dijo que llamaría a Brian para que la llevara, así que Biky tomó su camino y se marchó. Katiana caminó un poco, se detuvo bajo la sombra de un árbol y marcó el número de Brian, pero la llamada se fue a buzón de mensajes, no tenía cobertura. ―¡Ay no! ¡No puedes ser! ―dijo preocupada. ―¿Quieres que te acompañe? ―preguntó Óscar a unos metros atrás de ella. Katiana se sobresaltó por la sorpresa, no se lo esperaba. Colocó una mano en su pecho y dijo: ―¡Cielos, Óscar! ¿Siempre apareces como caído del cielo? Él sonrió y ambos marcharon por el sendero. ―Perdóname una vez más. Después de pasar por esa terrorífica experiencia, debes de estar asustada. ―Mmmm, pues sí, pero a la vez no. Es extraño… ―Una parte de ti se asusta en el momento, pero luego el miedo desaparece y sigues como si nada hubiese pasado. ―Exacto. Tú me entiendes Óscar ―le brindó una sonrisa. Él metió las manos en sus bolsillos y calló. Ella siguió diciendo―: Óscar… cuéntame de ti. Eres un poco misterioso. ―¿Yo misterioso? ―Soltó una carcajada―. No para nada. Solo que no me conoces bien. ―Entonces, te escucho… ―Okey ―hizo una pausa y la miró, ella arqueó una ceja esperando a que él continuara―. Tengo veinticuatro años, me gusta viajar, vivo solo… ―hizo una pausa―. ¿Sabes guardar secretos? ―Claro, soy una tumba ―guiñó un ojo. ―Bien, si revelas alguno de mis secretos… tendré que matarte ―lo dijo en un tono grotesco. ―¡Oh! Que peligroso ―dijo Katiana entrecerrando los ojos―. No serás el único que lo habrá intentado. Sonrió. ―Sé artes marciales. ―¿Enserio? ―preguntó asombrada. ―Sí. Me mantengo en forma… ―Eso se nota ―golpeó sus duros brazos. ―Y soy un agente especial de una unidad de elite ―lo dijo con convicción. ―¡Ay, no inventes! El guardó silencio y siguió caminando. Ella se detuvo y preguntó. ―¿Es enserio? ¿No me estás tomando el pelo? ―Me creas o no me creas, no se lo digas a nadie ―dijo volviéndose a ella. La joven se quedó pensativa. ―Demuéstramelo. Demuestra que eres un agente elite. Haz algo que lo pruebe. ―¿Enserio? ―frunció el ceño. ―Sí, hazlo ―dijo colocando las manos en sus caderas, mostrándose a la espera. Él giró observando a su alrededor. ―Muy bien ―miró hacia un árbol―. ¿Qué tal esto? ―señaló al árbol y lo trepó hasta la parte más alta sin hacer una sola pausa y con mucha facilidad. ―¡Cielos! ―exclamó asombrada. Él saltó de rama en rama con mucha precisión y se dejó caer haciendo un par de giros antes de tocar el suelo. La miró y pudo verla con la boca abierta y sin palabras. El muchacho torció el labio en una sonrisa y prosiguió el camino. ―¡Óscar! ¡Eres increíble! ―le alabó. ―Lo sé. No es necesario que lo digas. ―Y también eres un engreído y presumido. ―También lo sé. Ella soltó una risa. La marcha continuó y después de unos minutos Óscar guardó silencio por un rato. ―¿Qué pasa? ―preguntó ella un poco incomoda. Óscar meditó por un momento. Se veía indeciso, pero se resolvió a decir: ―Katy, necesito que me ayudes. ―¿Cómo? ¿Ayudarte yo? Explícame eso. ―Estoy en una misión importante. Debo encontrar a los asesinos de Luis Hernández ―Katiana guardó silencio por un momento―. Te pagaré muy bien si lo haces. ―Claro que no. Olvídalo… no me quiero implicar en algo tan peligroso. ―¿Y qué tal si la próxima víctima fuera alguno de tus seres querido? ―la miró a los ojos―. Después te lamentarás porque pudiste haber ayudado y no lo hiciste. ―¿Me estas metiendo psicología? Que astuto eres… en cierto modo tienes razón, pero no lo sé. Tendré que pensarlo. ―Katy, tú necesitas un transporte. Estoy seguro de que estas cansada por tener que caminar medio kilómetro para llegar al pueblo. ¿Qué te parece si me ayudas y yo como premio te doy una espectacular motocicleta Kawasaki? ―¡Acepto! ―contestó de inmediato. ―Eres muy inteligente ―curveó su boca, se vio satisfecho―. Escucha bien, nadie debe enterrarse de lo que hagamos. ―No lo digas solo por ti ―dijo ella―. Si mi madre se entera, me mata, y si mi novio lo llega a saber no sé qué… ―¿Desde cuando tienes novio? ―preguntó sin dejar que terminar la oración. ―Eh… desde ayer. Llevamos un día. ―Déjame adivinar… es Brian Jackson, el heredero de la fortuna de los Jackson. ―No sabía que tenía una fortuna… pero sí, sí es él. Nuevamente Óscar volvió a quedar en silencio. ―Okey ―dijo―, retomemos el tema. Presta mucha atención. Sera muy fácil. La colina del cementerio es grande y no la conozco tan bien como tú; así que solo me acompañaras en la parte de los linderos y me mostrarás el trayecto por donde subiste y bajaste. Debo encontrar la copa que perdiste. ―¡Ay no puede ser! ―exclamó arrepentida―. ¿Ir al cementerio? ―Oye, es muy fácil. Solo será eso. Conmigo no vas a correr ningún peligro, iré armado. Además obtendrás una linda motocicleta, y… ayudaras a tu pueblo. ¿No me digas que crees en historias de monstruos y fantasmas? ―Pues fuiste tú quien me dijo que creyera en lo sobrenatural. ―Eso es cierto… okey, vamos decídete. ―¿Cómo sabes de la copa? ―preguntó la muchacha, frunciendo el ceño―. Solo lo sabíamos tres personas, después se lo contamos a los padres de Biky y ellos al inspector. ―Veras Katy, es un pueblo pequeño. Las noticias vuelan. Ahora dime ¿aceptas? Katiana no sabía que decidir. Lo pensó por varios segundos. La oferta era tan tentadora, pero peligrosa. ―Está bien. Lo haré―dijo resuelta. ―Excelente ―dijo el muchacho, introduciéndose entre unos matorrales. ―Oye, ¿Adónde vas? Se escuchó un motor encenderse y de entre los arbustos salió una motocicleta Kawasaki de color n***o. Dio un giro y se perdió a la distancia. ―¡Vaya! ―Exclamó Katiana―. ¡Esa va a ser mi motocicleta! Dio vuelta y siguió su camino.
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