Brian estacionó la Toyota frente a la casa; bajaron de la camioneta y Lina, la madre de Katiana, los recibió.
―¡Cielos! ¡Qué auto! ―exclamó Andrés, asombrado.
―Hola señora Lina ―saludó Brian. Katiana volvió su rostro hacia él sorprendida de que supiera el nombre de su madre.
―¡Papá! ¡Ven a ver la camioneta del novio de Katiana! ―gritó Andrés emocionado mientras corría al interior de la casa en busca de su padre.
Al oírlo el par de jóvenes sonrió y se encogieron de hombros.
―¡Buenas noches! ―dijo Lina, muy sonriente―. ¿Tú debes de ser…?
―Brian, Brian Jackson ―contestó estrechando su mano.
Lina puso cara de asombro. Para ella era una sorpresa descubrir que su hija era la “novia” de uno de los Jackson. Katiana miró el rostro de su madre y se llenó de vergüenza al ver que no había ni una pizca de disimulo en ella.
―¡Brian! ¡Eres idéntico a tu padre! Nunca lo vi en persona pero si en algunas fotografías que Sandy, el padre de Katiana, tenía ―dijo llena de emoción―. Yo me la pasaba trabajando todos los días mientras que él cuidaba de Katiana y la llevaba a la mansión Gautier. Sandy se había quedado sin empleo, así que compartimos las cargas; tu padre fue muy bueno dándole trabajo en su mansión ―hizo una pausa―: pero bueno… no más historias. ¡Ven pasa, entremos a la casa! ¡Tú perdona tanto desorden!
«¿Desorden? ―pensó Katiana―. ¿Pero cuál desorden? Mamá siempre mantiene la casa súper limpia. No sé qué más podría limpiarla».
―Es que no teníamos ni idea de que estabas en Colombia ―continuó diciendo la mujer―, y mucho menos de que fueras el novio de Katiana ―Brian y Katiana volvieron a verse a la cara, sonrieron y trataron de no dejar salir alguna carcajada―. Pero no es tu culpa, no, no, no. Yo sé que ella es rebelde ―los ojos Katiana se abrieron de par en par ante el comentario de su madre―. Entra Brian, entra. Te traeré algo de tomar de inmediato ―caminó con prontitud hacia la cocina.
Brian entró a la sala y se sentó sobre un sofá. Javier bajó las escaleras y lo saludó. Katiana tomó asiento frente a ellos para vigilar a su madre quien en cualquier momento podría decir alguna locura.
―Tú debes ser el joven Jackson ―dijo Javier con un tono que no se sabía si era una pregunta o una afirmación.
―Sí, soy yo. Brian Jackson, para servirle.
―Es un gusto conocerte, Brian. Lamento mucho lo de tu padre.
Brian asintió, después Lina volvió de la cocina y le entregó un vaso de limonada.
―Aquí tienes cariño ―dijo sonriente.
«¿Cariño? ―se preguntó Katiana―. ¡Asombroso! mi madre nunca había tratado tan bien a alguien que viniera a visitarme».
―Muchísimas gracias señora Lina. Es usted muy amable y agradable… al igual que su hija ―miró a la joven con su mirada astuta y atrevida.
«Vaya, vaya… sabes cómo manejarla»
La muchacha, exhibió una sonrisa entrecerrando los ojos.
―Y es usted muy afortunado ―se dirigió a Javier―, tiene una familia muy hermosa y acogedora.
Javier sonrió orgulloso.
―¿Y desde cuándo son novios? ―preguntó Lina llena de emoción.
Katiana y Brian estrellaron sus miradas. No sabían que respuesta dar. Si todo era un juego, no habían tenido tiempo para ponerse de acuerdo. Aun sin saber que decir, la muchacha abrió su boca por medio segundo. Pensó si debía aclarar las cosas y desmentir aquel engaño que su familia se había hecho, o si debía continuar con la farsa. ¿Pero Brian estaría de acuerdo?
―Solo tenemos un día ―respondió Brian, adelantándose a Katiana.
La joven quedó boquiabierta y asombrada. En verdad él lo había dicho. Pero ahora ella no sabía si sentirse bien por hacerle creer a su familia que Brian era su novio, o sentirse mal por mentirles. ¿O acaso Brian lo había dicho porque en realidad quería que fuera así? ¿Qué pasaría después de que él saliera de ese lugar y volvieran a verse? ¿El juego acabaría?
―¿Un día? ―Exclamó la mujer―. Bueno, todo tiene un comienzo ―ensanchó una sonrisa.
―Dime muchacho, en el futbol, ¿Cuál es tu equipo favorito? ―inquirió Javier―. ¿Barsa o Real?
―Eh… ―pensó―, aun no me decido, pero por ahora le voy al Real.
―¡Excelente! ―exclamó Javier―. Ya veo que nos la llevaremos bien.
Katiana miró a Brian con una combinación de expresiones: vergüenza, nervios, risa y demás. Su familia era un poco alocada, y él en unos pocos minutos se la había echado al bolsillo.
―Bueno, bueno ―dijo la joven de ojos azules―. Mi amor ―miró a Brian―, se te va a hacer tarde para realizar la video conferencia con tu abogado. No quiero que por nuestra culpa faltes a ese compromiso.
―¿Qué? ―Preguntó decepcionada la madre―. Pero si acabó de llegar.
―Otro día vendré a visitarlos ―dijo Brian poniéndose en pie, Javier y Lina se miraron y se encogieron de hombros―. Muchas gracias por toda su atención. La pasé muy bien ―salió por la puerta.
―Adiós Brian ―se despidió Javier y Andrés.
―Chao Brian, vuelve pronto ―dijo Lina.
Brian y Katiana salieron de la casa, se miraron sonrientes y se detuvieron frente a la camioneta.
―Creí que mi madre te colocaría sobre la mesa para que adornaras su mantel o que te colgaría en la sala para hacerla más bonita ―dijo la muchacha exhibiendo los huequitos que se formaban en sus mejillas al sonreír.
Brian rió.
―Tienes una bonita familia ―se acercó hacia a ella.
―Sí. ¡Es un poco alocada! ―soltó una risa―. Pero es especial.
―Así como tú.
―¿Soy alocada? ¡Vaya, que cumplido!
El joven volvió a reír.
―No, claro que no. Tú eres especial…
―Lo dices como si me conocieras mucho, Brian Jackson.
―No es que sea un experto en la “Katiologia”, pero sé un poco de ti.
―¿Sí? Sorpréndeme chico experto ―se apoyó sobre la camioneta y lo miró a los ojos.
―Okey. Katiana Rodríguez: naciste el 02 de septiembre de 2001; te gusta el helado de vainilla con fresa; vives en Villa Bolívar desde que tenías casi siete años; tu serie favorita era Sailor Moon; te gustan los libros de romance, fantasía y ficción; y cuando eras niña te fracturaste un brazo, pero tu recuperación fue rápida.
La sonrisa de Katiana se apagó.
―Oye, no puedo creer que sepas tantas cosas de mí ―dijo sorprendida, él enarco una ceja―. ¿Cómo sabes todo eso?
―Te lo dije. Sé un poco ti.
―Y yo muy poco de ti. Eso es trampa.
―Ya debo irme ―abrió la puerta de la camioneta―, tengo una video conferencia con mi abogado ―guiño un ojo.
―¡Oye! ¿No me vas a decir?
Brian cerró la puerta del vehículo y dijo a través de la ventana:
―Lo sé por mi padre.
Media sonrisa se dibujó en el rostro de la muchacha y exhaló un suspiro.
―Que descanses Brian… ―dijo dulcemente.
―Tú también ―alargó su mano y le entregó una tarjeta―. Si me necesitas llámame.
El joven encendió la camioneta y se marchó.
Habían pasado dos horas desde que Brian se había marchado. Katiana reposaba sobre su cama meditando en todo lo sucedido durante el día. Todo era increíble. Había sido un día lleno de sorpresas, de momentos horribles y otros agradables.
Miró hacia el techo y volvió a hacer un recordatorio de todo lo que había sucedido.
«Que día tan loco. Primero, un asesinato; el chico atractivo, el chico raro; la copa dorada; el hombre asesino, la lluvia y la persecución; las historias de terror; mi familia enloquece al conocer al novio que yo no sabía que era mi novio ―rió con mucha gracia, pero calló al escuchar un extraño ruido que provenía de afuera. Alzó la cabeza mirando hacia la ventana pero no volvió a escuchar nada, así que prosiguió―: Brian… ya quiero volverte ver ―suspiró―. ¡Se lo contaré a Biky!».
Katiana buscó su celular, escribió un largo mensaje y se lo envió a su amiga. Giró sobre la cama hasta quedar bocabajo y entonces volvió a escuchar otro ruido. Era como un murmullo que la llamaba.
―¿Qué fue eso? ―susurró―. ¿Será Brian? ¿Se habrá escabullido para venirme a ver?
Sin pensar más voló de su cama y corrió hacia la ventana sin dejar apagar su sonrisa.
―La copa… ―murmuró la voz de una mujer.
Al oírla, Katiana se quedó paralizada; sus vellos se erizaron y su corazón emitió una metralla de latidos. Buscó entre las sombras y vio la figura de una mujer paseándose por los potreros que estaban en la parte de atrás de la casa.
―¿Qué, que…? ―gagueó la muchacha, mientras le temblaban las manos.
La mujer se detuvo, alzó su mirada y enfocó a la joven. Katiana nuevamente estaba aterrorizada, tan aterrorizada que aunque trataba de gritar no podía. El grito estaba atascado en su garganta.
La mujer se acercó un poco más a la casa y levantó su brazo lentamente. Sobre su mano sostenía algo; era ovalado o tal vez redondo, no se podía visualizar con claridad. Siguió caminando, acercándose más hasta que la claridad de la luna la descubrió por completo: vestía como una gitana; su cabello era n***o, largo y muy abundante; su mirada era escalofriante y sacaba su lengua, saboreando sus labios. Levantó su brazo por completo y en su mano sostenía la cabeza del profesor Luis Hernández.
El grito que se había atascado en la garganta de la muchacha estalló y se escuchó en toda la casa. Pero en ese mismo instante, algo más sucedió: un tipo con un extraño traje n***o, apareció como a cien metros de allí; apuntó con un enorme arco y disparó una flecha que atravesó la distancia para clavarse en el hombro de la mujer, provocando que soltara la cabeza que sostenía de los cabellos; luego abrió dos enormes alas que salieron de su espalda y huyó del lugar.
Las luces del cuarto se encendieron y Katiana pudo ver a su madre y a Javier entrar. Katiana se abalanzó en los brazos de su madre, y la sujetó con fuerza.
―¡Katiana! ¿Qué pasó? ¿Qué sucede? ―preguntó su madre angustiada.
―¡Mamá, mamá, mamá! ―gritó histérica y asustada, la muchacha.
―¿Pero qué pasó? ―Preguntó una vez más mientras miraba a Javier―. Cálmate bebé, tienes que calmarte.
―¡Mamá, llama a Brian! ¡Llámalo!
―Cariño, estas no son horas para molestar a la gente.
―¡Por favor mamá! ¡Por favor!
Katiana estaba asustada y adherida al cuerpo de su madre. Nunca en su vida había sentido tanto terror. Era una experiencia horrible la que había vivido esa noche, pero ya se acostumbraría a enfrentar el miedo. Ahora la muchacha creía en todo lo que Brian le había contado. Desde ese momento no habría espacio para las dudas en cuanto a lo sobrenatural.
―¡Mamá, no me dejes sola, por favor! ―suplicó.
―Tranquila bebé, tranquila ―la miró a los ojos y le sonrió―, estoy contigo mi amor. No te va a pasar nada.
Katiana clavó su mirada por entre la ventana y recordó que la mujer había dejado caer en el suelo la cabeza del profesor.
―¡Javier! ¡Javier! ―gritó nuevamente.
―¿Qué? ¿Qué pasa Katy? ―preguntó preocupado.
―¡Llama al inspector! ¡Llámalo! ―él la miró sin entender la razón para ello―. ¡Javier tienes que llamarlo! El asesino estaba allí afuera ―señaló por la ventana.
―¿Qué? ―se alteró su madre.
―¡Sí! ¡Dejó…! ¡Dejó la cabeza de Luis Hernández tirada sobre el suelo!
Su madre se sobresaltó y ahogó un grito de espanto con la palma de sus manos. Estaba aterrada.
Javier bajó deprisa y se comunicó con Lucas. Después encendieron las luces de la casa y trataron de calmarse.
Eran casi las doce de la noche cuando el inspector Lucas Beltrán llegó junto con un sargento y tres policías. Hicieron un registro por la propiedad y encontraron la cabeza del profesor, más no encontraron al asesino.
―Katy, sé que no estás en el mejor momento para esto ―dijo el inspector Lucas, sentado frente a ella en la sala de la casa―, pero necesito que me ayudes. Solo te formularé algunas preguntas.
Ella asintió.
―Dime, ¿Cómo era la persona que viste?
Katiana se puso tensa. Traer a su memoria ese momento, era tan espeluznante, casi como volverlo a vivir. Apretó sus puños y respondió:
―Era una mujer: tenía el cabello largo y n***o ―miró a su madre. Ella le asintió para que continuara―. Su piel era blanca y vestía como una gitana.
―Gitanos ―dijo el sargento―. Sectas, sacrificios, ritos… tiene sentido.
―Katy, ¿Ella te vio? ―preguntó el inspector.
―Sí ―contestó―. Después levantó la cabeza del padre de José y me la enseñó. Y luego… ―la joven se quedó en silencio, había recordado al sujeto que atacó a la mujer con la flecha.
―¿Y luego qué? ¿Qué fue lo que pasó?
Katiana estaba pensando. No podía decirle que un sujeto apareció, le disparó una flecha a la mujer y esta huyó volando como un pájaro o como… lo que era: una gárgola. En ese mismo momento, recordó al sujeto que la había perseguido esa tarde, pero decidió no contar nada sobre eso. No sabía cómo podía reaccionar su familia y había una enorme posibilidad de que más nunca la dejaran volver a salir sola. Guardaría el asunto como un secreto entre ella y Brian.
El inspector inclinó la mitad de su cuerpo hacia Katiana. Sintió que la muchacha sabía algo clave o importante.
―Katy, ¿Qué fue lo que paso después? ―volvió a preguntar.
―Apareció un hombre con una pistola y le apuntó. Ella lo vio y huyó hacia al bosque, no sin antes dejar caer la cabeza del señor Luis ―respondió de inmediato. Fue lo primero que se le ocurrió.
―¿Un hombre con un arma? ―Preguntó el inspector enfocando al policía―. ¿Sargento tiene hombres patrullando por esta zona?
―Los tuve, inspector ―le respondió―. Su turno terminó a las 21:00 horas. No fueron ellos.
―Dime Katy ―volvió el rostro hacia la muchacha―. ¿Hay algo más que no me hayas dicho?
―Les dije todo lo que vi ―contestó la joven mirando hacia el suelo. Levantó la cabeza y preguntó―. ¿Se quedara algún policía a hacer guardia esta noche?
―Sí. Un par de nuestros hombres pasará cada hora en una motocicleta por este lugar. Cualquier cosa, infórmenos.
―¡Muchísimas gracias, Lucas! ―dijo la madre de Katiana, mientras acompañaba a los policías a fuera de la casa.
―Solo hacemos nuestro trabajo ―contestó Lucas―. Lina, Javier, cualquier cosa llámenos.
―Gracias, muchas gracias ―dijo Javier.
Los policías salieron del lugar y se marcharon en sus motocicletas. El inspector fue el último en salir, pero antes de marcharse miró a Katiana por un segundo, Ella seguía con una expresión neutra. Él dio la espalda y se marchó.