Hacía un poco de viento y mucho frio. El inspector, Samúel, Javier, Biky y un par de policías, buscaban a los tres jóvenes.
―¡Brian! ¡Katiana! ¡José! ―gritaban repetidas veces.
―¡Los encontré! ―gritó Samúel, alumbrado al despeñadero―. ¡Vengan! ¡Por acá!
―¡Llamen a una ambulancia y al equipo de rescate de inmediato!―le ordenó Lucas a los dos policías, cuando visualizó a la joven pareja sobre el suelo de piedras―. ¡Rápido! ¡Dense prisa!
Biky corrió a toda prisa hacia el acantilado. Resbaló torpemente por entre la falda de la montaña, pero no se detuvo, continúo sin vacilar.
―¡Ey! ¡Ey! ¡Cuidado! ―advirtió el inspector, sujetando a la chica por el brazo― mira, pequeña ―señaló el precipicio que se habría paso en la cañada.
Las luces penetraron la profundidad de la seca cañada y el horror y la repulsión se apodero de todos: José yacía sobre el suelo estrangulado y con su brazo divido en dos.
―¡Cielos! ―exclamó Biky espantada, clavando su rostro en el pecho de Samúel.
Eran las once de la noche. Samúel, Elena, Biky, Lina, Javier y Lucas, se encontraban en la sala de espera de la clínica de Villa Bolívar. Una figura apareció en el pasillo y todos se levantaron: era el doctor Fredy Arango.
―Los jóvenes se encuentran bien ―dijo el hombre de blanco, al momento en que todos abrían su boca para articular algunas preguntas―. La verdad, están mejor de lo que pensé.
―¡Gracias al cielo! ―exclamó Lina―. ¡Esto es un milagro…! ―termino con voz quebrada.
―La verdad ―continuó el hombre―, creo que sí es un milagro. Cayeron de veinte metros de altura y están vivos. El chico tiene algunos golpes severos. Recibió la mayor parte del impacto, y además hay una herida de cuchillo en su pecho. Pensamos que era grave, pero está casi cerrada. Él estará bien.
―¡Ay mi Brian! ¡Mi Brian! ¡Soy la suegra más afortunada del mundo por tener ese muchacho como yerno!
―¡Lina! cálmate por favor ―sugirió Javier tratando de sentarla―. El doctor dijo que están bien. Mejor descansa.
―Estoy de acuerdo con el señor Javier ―dijo el hombre con voz pasiva―. No hay nada que temer. Ellos van a mejorar.
Todos los presentes salieron de la sala de espera y marcharon hacia sus hogares. La última en hacerlo fue Biky. Ella salió a la entrada de la clínica y vio a Alex llegar en su Ford F-150 Platinum, acompañado por tres hombres que parecían paramédicos. Se dirigieron al doctor y después de hablar con él, procedieron a llevarse a Brian.
―Las ventajas de ser rico… ―se dijo en voz alta.
Varios días después.
―¿Katiana? ¿Estas lista? ―preguntó su madre, tocando la puerta.
―Sí mamá. Dame un momento ―respondió, dándose los últimos toques en el cabello. Se miró al espejo y sonrió. Lucía hermosa. Bajó por las escaleras y se reunió con su familia. Todos la alagaron al verla.
Dos pitidos se escucharon a fuera de la casa. Un auto había llegado.
―¡Es Alex! ¡Es Alex! ―gritó Andrés emocionado.
―¡Wao! qué alegría ―dijo Katiana, sonriendo.
―Durante los días que Alex ha estado viniendo a visitarte, se han hecho muy buenos amigos ―dijo su madre. Después añadió―: que falta me ha hecho Brian. Todos estos días no pudo salir de su casa porque estuvo en recuperación.
―Bueno… después de tanta espera hoy lo veremos ―dijo la muchacha para seguirle la corriente.
Brian se había recuperado en tan solo unas horas. Pero ella y él no se habían podido ver personalmente, debido a que tuvieron que fingir que al joven Jackson lo habían llevado a los Estados Unidos para realizarle unas operaciones. Así que solo hablaban por video llamada; usando ese medio Katiana le contó todo lo que había pasado esa tarde con José y Milar; su plan para destruir a Alex y a Brian; lo que habían hecho con Eva y lo que pasó con el joven Mateo, el huésped asesinado a quien nadie antes había visto, y del que todos creían que había muerto despedazado por fieras o por la caída desde el barranco.
Katiana desvió su mirada hacia la ventana al escuchar las risas de Alex y Andrés quienes jugaban mientras esperaban en la camioneta. Sus labios se echaron hacia atrás y sus blancos dientes adornaron su boca, al volver a sonreír.
―Okey, okey. Vámonos ya ―dijo Javier, caminando hacia la puerta.
Todos subieron a la Ford y esta dio la vuelta para dirigirse a la mansión Gautier. Cuando hubieron llegado, todos quedaron fascinados al ver como lucía el lugar. La mansión se veía radiante, llena de atractivas luces que adornaban el lugar haciéndolo lucir como el centro de una reunión de famosos.
La familia salió de la camioneta y se unió con el resto del personal que ya estaba en la fiesta. El lugar estaba repleto de gente. Casi toda Villa Bolívar estaba allí para celebrar el fin de año.
Katiana caminó por los pasillos de la casa examinando el entorno y al verla, todos la envestían con saludos y loes.
«¡Me alegra que estés bien, hace rato que no te veía, que hermosa estas, ¿nos tomamos una foto? ¿Ya te sientes mejor? vayamos a tomar algo, ¡pero sí que te recuperaste rápido!». Eran algunas de las cosas que le decían.
Un brazo se enganchó al suyo y ella sorprendida, volvió su rostro para ver quién era.
―¡Óscar! ―exclamó, sonriente al verlo. Él vestía un traje elegante y olía muy bien.
―Me alegra que te alegres de verme ―le dio un beso en la mejilla―. Casi siempre te asustas. Debo de ser horrible.
―¿Óscar tú...?
―A pesar de todo lo que ha pasado en este pueblo ―interrumpió el fortachón, encaminándola hacia el jardín trasero―, me gusta mucho. Y también me gustas tú ―le guiño un ojo.
―¡Ay, no empieces!―le propinó un débil puño en el brazo.
―¿Cómo está tu cuerpecito?
Ella se detuvo en la terraza y contempló el lugar.
―Está de maravilla… ¿y tú cómo estás? ¿Qué hay de Henry?
―Henry no está muy lejos. Pedí este día y el de mañana como receso, así que han enviado un equipo de cazadores tras él. Tampoco deben de estar lejos ―se recostó de lado al concreto y miró por unos segundos el rostro exquisito de la joven―. Termina de decirme lo que pasó.
―Me equivoque al pensar que Milar le había robado el legado a Eva. Él ya era un golin, no lo necesitaba y aun así creo que no podría apoderarse de otro por ya tener uno ―Óscar asintió, afirmando lo que la joven decía―. En realidad fue José. Nunca había podido sospechar de él. Milar le ayudó a hacerlo y… José trató de abusar de mí ―mostró una cara de incomodidad―. Todo porque lo rechacé.
―Yo no lo culpo ―dijo casi riendo.
―¡Óscar! ―exclamó y volvió a darle un puñetazo―. ¡Eres un sucio!
―La culpa es tuya por ser muy linda.
Ambos sonrieron mirando hacia el jardín. La sonrisa se borró cuando se dieron cuenta de que la gente había volteado a mirarlos, cuando Katiana había exclamado.
―Ten cuidado… no quiero ser el próximo en ser decapitado ―susurró en su oído.
La chica soltó una carcajada y se apresuró en tratar de detener su risa posando sus manos sobre su boca. Hubo un momento de silencio y luego Óscar preguntó:
―¿Cuál es la historia que todos creen?
―José trató de violarme y me arrastró hasta el bosque; Brian salió en mi auxilio; José me dejó caer al barranco para evitar ser atrapado; Brian corrió tras de mi para evitar que cayera a la cañada; Me sujetó y trató de volver a subir por el barranco, pero el terreno cedió y caímos a la cañada; Brian alcanzó a sujetarse de una raíz, pero no pudo seguir sosteniéndome, así que me hizo sujetara otra. Luego él cayó y después yo caí sobre él ―hizo una pausa y miró a su alrededor, para asegurarse de que nadie los oyera―. Después José bajó para desollarnos y un misterioso tipo, o sea Alex, apareció y mató a José… todos creen que fue el justiciero que le disparó a la gitana la noche en que me llevo la cabeza de Luis Hernández ―le guiño un ojo―. Luego el justiciero se marchó y llegaron al bosque algunas personas buscándonos. Todo porque los chicos llegaron a la casa. Encontraron la camioneta de Brian en la calle y el desastre dentro de la casa. Llamaron al inspector y se unieron a la operación de rescate ―terminó con una sonrisa.
Óscar soltó una bocanada de aire.
―Que gran historia ―dijo el cazador enarcando las cejas.
―En realidad todo es igual, menos la parte donde nos sujetamos de las raíces ―aclaró.
―¡Ey! ¿Qué están haciendo ustedes por aquí? ―preguntó Biky a sus espaldas, al tiempo que clavaba sus dedos en la cintura de ambos.
―¡Biky! ―exclamó Katiana molesta.
―¡Ya…! ―dijo al ver que la joven abría su boca para expresarle su disgusto―. Deja de quejarte y mira hacia al frente ―puso una mirada de picardía, mientras señalaba hacia adelante.
Katiana giró siguiendo el dedo de Biky y su mirada chocó contrala de Brian, quien se encontraba observándola desde un pequeño kiosco adornado con flores y enredaderas. Katiana de inmediato se dirigió hacia el lugar. Zigzagueó entre la multitud y se presentó ante el muchacho con una radiante sonrisa.
―Estás hermosa ―dijo él.
―Gracias, me puse bonita para ti.
El dejó salir una pequeña risita.
―Bien, llegas Justo a tiempo ―la tomó por la cintura, mirando su reloj.
―¿A tiempo para qué? ―preguntó ella, sin dejar de sonreír.
―Para esto ―levantó la mirada del reloj y se enfocó en la casa.
Cientos de fuegos artificiales llenaron el cielo. El firmamento se esculpió de luces destellantes de diversos y atractivos colores, provocando que todos alzaran su mirada para observar con gran complacencia el espectáculo.
Katiana giró su cabeza hacia el rostro de Brian y este la esperó con su sin igual sonrisa.
―¡Brian, es precioso! ―dijo felizmente.
―Feliz año nuevo mi amor ―se inclinó sobre su boca y humedeció sus labios con un suave beso.
Nuevamente la joven sintió esa placentera corriente de energía surcando su cuerpo. Los labios se separaron y se miraron con intensidad.
Todos los que se encontraban en la quinta, se acercaron unos a otros y se dieron un feliz año nuevo. El 2018 había iniciado.
―Brian ―dijo ella―. No quiero dañar el momento, pero… necesito algunas repuestas. Hace unos días me dijiste por una video llamada que me revelarías todo.
―Así es. Lo haré. Te contaré todo, pero será en cuanto amanezca. Ahora disfrutemos de lo que queda de la fiesta ―sonrió y la tomó de la mano.
―Eso es trampa… ―se quejó desilusionada. Luego volvió a encender su sonrisa―. Okey… esperaré unas horas ―tomó una bocanada de aire―. ¿Sabes, Brian…? ―su mirada era penetrante―. Nunca te dejaré. Estaré contigo por siempre y para siempre, pase lo que pase, suceda lo que suceda te amaré ―Una exhalación salió de ella y él la apretó contra sí para luego mirarla fijamente.
―Katy… ―musitó el muchacho―. Mi corazón es de piedra… pero es tuyo.
La joven sonrió y se le acercó al rostro. Un beso se volvió a consumir entre sus labios y la pasión emanó hasta que se vio interrumpida por un homingel cazador.
―Brian, Katiana ―dijo Óscar―. Perdónenme una vez más, pero tienen que ver algo, ahora.
Katiana y Brian se miraron de inmediato y en sus miradas se reflejó un mal presentimiento. Algo no estaba bien.
―Bien, vamos ―dijo Brian, asintiendo.
―¡Katy! ¡Mi amor! ―exclamó Lina, sujetando a su hija por un brazo y tirando de ella hacia el interior de la mansión―. Ven bebé. Tengo que presentarte a unas personas.
―¡Mamá, mamá! ¡Yo…!
―Nada de excusas. Tienes que venir ahora. Ay perdóname, cariño ―dijo dirigiéndose a Brian―. Te la devuelvo en un rato.
―Tranquila Lina ―dijo el muchacho con amabilidad―. No hay ningún problema.
La mujer volvió su rostro al frente y remolcó a la muchacha mientras ella con disgusto le fruncía el ceño a su novio.
―Okey, vayámonos, antes de que tu suegra también nos remolque a nosotros ―dijo Óscar levantando una ceja.
Brian asintió con una sonrisa.
Ambos caminaron como cuatrocientos metros hacia la parte de atrás de la casa, hasta llegar a un muro. Junto a este había un perro pastor alemán amarrado con una correa a un arbusto.
―¿Y ese perro? ―preguntó el joven Jackson.
―Es del indígena ―contestó Óscar―. Se llama Fernando ―hizo una pausa―. El indígena ―aclaró―, no el perro ―Brian asintió expandiendo los ojos―. Ahora mejor mira esto ―alumbró a unos pocos metros de sus pies. Brian se volvió hacia Óscar y vio la mitad de un c*****r entre la tierra.
―¡Rayos! ―exclamó al verlo―. ¿Pero cómo? ―volvió sus ojos indagándole respuestas al homingel.
―Estoy al tanto del supuesto accidente del joven de la posada ―dijo Óscar, inclinándose para ver mejor al c*****r―. Este es el resto del cuerpo de Mateo.
―Vaya… ―rodeó los restos― Parece que todo era una farsa; Milar le dijo a Katiana que Eva lo había planeado todo para mantenernos ocupado. Pero la verdad creo que todavía nos falta descubrir algo. No estoy del todo seguro.
―Brian, parece que alguien intenta inculparlos, a ti y a Alex ―dijo tomando una rama para mover la mano del c*****r. Luego escarbó en los bolsillos de un pedazo de camisa―. Hay que averiguar quién lo trajo y lo sepultó en este lugar. No me quedan dudas de que fue Milar ―hizo una pausa y le indicó a Brian que se acercara.
―¡Le falta el dedo! ―musitó admirado el joven Jackson al mirarlo de cerca―, no hay dudas de que es él ―Brian llevó su mano al bolsillo y sacó su teléfono.
―¿Qué harás? ―preguntó Óscar, extrayendo una pequeña agenda de bolsillo de la prenda que acompañaba al c*****r. Sacó la identificación de Mateo de dentro de ella y se la entregó a Brian. Después se puso en pie mientras chequeaba las hojas de la agenda.
―Voy a enviarle un mensaje a Alex. Hay que recoger esto antes de que alguien más se dé cuenta.
El perro comenzó a ladrar. Algo le inquietaba.
―¿Fue él quien encontró el cuerpo? ―preguntó Brian mientras escribía en su celular.
―Sí, lo escuché desde la mansión en un momento en que agudice mis sentidos ―contestó Óscar revisando la agenda―. Oye. Dijiste que pensabas que todavía les faltaba algo por descubrir ¿Verdad?
―Sí. Así es ¿Por qué?
―Aquí está lo que te hace falta ―le entregó la pequeña agenda, ya abierta.
Brian la tomó y entonces su rostro se llenó de sorpresa al leer un mensaje que decía:
Reunión a las 11:00 p.m. con Eva y Milar.
Lugar: Cascada Azul.
No faltar.
―¡Cielos! ―exclamó el joven Jackson―. Él conocía a Milar y a Eva. Estaban juntos en esto… ―guardó silencio por unos segundos― lo extraño es que la noche en que peleé contra Henry, él dijo que no conocía a ningún Milar. Pero fue Milar quien mató a Eva para inculparnos y hacer que Henry tratara de eliminarnos.
―Brian, tal parece que Eva tenía secretos, secretos que su hermano desconoce. Lo que no entiendo es ¿Por qué Milar la asesinó si trabajaban juntos? ―el cazador cruzó sus brazos.
―No lo sé ―musito Brian―. Lo que sí sé es que es muy posible que este tal Mateo haya sido un golin.
―En eso tienes mucha razón… aunque también puede que haya sido un humano que trabajaba para ellos. Sea cual sea la verdad, la pregunta es ¿Por qué lo asesinaron? ¿Y por qué Eva sostenía una relación de negocios o de lo que sea con Milar a espaldas de su hermano?
―Cierto… ahora con más razón creo que todo lo que Milar dijo sobre Eva y mateo es un engaño: él dijo que Eva hizo que todo pareciera un accidente y un ataque de animales. Además ¿Cómo él iba a saber que ella lo hizo con esa intención?
Una vez más el perro volvió a la ladrar. Esta vez con más inquietud. Una espada fue lanzada desde lejos y se incrustó en el pecho de Óscar, haciéndolo caer de rodillas. Brian volteó sorprendido para ver de quien se trataba y en el mismo momento, cinco cuchillos se clavaron en su cuerpo: uno en cada pierna, otro en el pecho y el estómago y uno en su garganta.
Un sujeto salió de la oscuridad, y antes de que Óscar pudiera extraerse la espada, corrió hacia él, lo sujetó del cuello y lo estrelló contra el muro de la propiedad, derribándolo al instante. Luego, se detuvo por un segundo y se dejó ver: era una mujer vestida de n***o, de cabello corto, ropa ajustada y de estatura media.
Sin perder más tiempo, la mujer se abalanzó sobre el cazador y procedió a darle tantos golpes como pudo. Sacó la espada del cuerpo del sujeto y nuevamente con mucha rapidez procedió a clavarla repetidas veces en él. Cortó su garganta, los músculos de sus brazos y piernas. Óscar quedo tendido como muerto.
Brian extrajo los cuchillos de su cuerpo y los lanzó contra la mujer. Ella se hizo a un lado y los esquivó con facilidad.
―Hola ―dijo acercándosele sin ninguna intención de atacar―. Escuché que sobreviste a una pelea contra Henry… nadie ha podido hacer eso. No existe ojo alguno que haya vuelto a ver la luz del sol después de un combate contra él. Debes de ser muy fuerte, y por la información que tengo, eso es muy extraño para el tiempo que llevas como golin. Tal parece que tu legado es muy poderoso ―hizo una pausa―. Perdón por atacarte, no tengo nada contra ti. Yo me llamo Belisa, y soy una homingel cazador.
Brian estaba anonadado. Eso no se lo esperaba.
―Yo… soy Brian ―contestó confundido. No sabía que hacer: atacar o seguir conversando.
El joven puso su mirada en el cuerpo de Óscar.
―No te preocupes… estará bien, no tardará en regenerarse. Él era de mi equipo… ―exhaló un suspiro. Parecía que estaba recordando algo―. Es hora de irnos. Perdón otra vez. Que tengas dulces sueños.
Brian no entendió la última oración. Sintió una presencia tras sus espaldas. Giró su cabeza para ver de quien se trataba pero solo vio un enorme mazo chocar contra su cabeza, dejándolo inconsciente al instante. Un enorme hombre tomó su cuerpo junto con el de Óscar y los puso sobre sus hombros.
―¿Qué haremos, ahora? ―preguntó el sujeto, caminando hacia Belisa.
―A celebrar el año nuevo ―sonrió―. Después iremos por Henry.