Capítulo 2: Una despedida agridulce

928 Words
Gwen se acercó a ella y tiró de Violeta para abrazarla también. Ella le devolvió el gesto con el mismo cariño. —Ya sabes qué hacer una vez que llegues ahí, ¿verdad? —preguntó Gwen. El corazón de Violeta latía con fuerza y sentía un vacío en el estómago. Veía esos ojos expectantes sobre ella y cualquier miedo que estuviese sintiendo en su interior, tenía que esconderlo. Especialmente en ese momento. Todos contaban con ella. —Sí. He memorizado el mapa que me dio uno de los espías. Diré que soy de la Manada Mahina, que es una manada de lobas que vive en el Norte. Son invitadas especiales y nunca han venido a esta parte del país, así que no podrán reconocer a ninguna —repitió Violeta como le habían enseñado—Diré que me perdí de ellas en el camino, por eso llegué sola. —¿Cómo sabían todo eso? —preguntó Gwen sorprendida—. Quiero decir, eso es muy detallado. —Tenemos algunos espías de la Manada Diamante infiltrados fuera de las murallas para obtener información de ellos de vez en cuando —contestó Lance brevemente. La misión de Violeta consistía en reunirse con el líder de los Rebeldes, Jack Morde. Los Rebeldes eran la principal manada de renegados que se oponía al gobierno de la Manada Diamante. Y cualquiera que estuviera en contra de ellos era considerado un enemigo. Violeta no había conocido al tipo en su vida, pero siempre había escuchado a los miembros de su manada hablar de él como si fuera el lobo más temido y poderoso de la resistencia. Algunos espías decían que los Rebeldes celebrarían una fiesta organizada por Jack muy pronto, así que ella tenía que infiltrarse en el lugar sin ser descubierta. La parte de Crescent en la que ella vivía estaba rodeada de muros, lo que sólo permitía que la gente de la Manada Diamante viviera ahí. Era como una pequeña ciudad dentro de otra ciudad. Nadie del exterior podía entrar si no pertenecía a la manada. Era una extraña segregación. Eso era lo que siempre había pensado Violeta al respecto, pero tampoco tenía espacio para cuestionarlo. Iba a ser la primera vez que cruzaba las fronteras del palacio, así que no tenía ni idea de a qué se enfrentaría una vez que llegara al otro lado. Se puso en pie y estiró la espalda. —Bueno, creo que será mejor que me vaya. Se está haciendo tarde y la fiesta debe estar empezando. Arden tiró de ella para darle otro abrazo y le dio unas palmaditas en la cabeza mientras se separaban. Lance también se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla, lo cual se sintió un poco incómodo, sobre todo con Gwen y Arden mirándolos a ambos. Violeta le dio una pequeña sonrisa a cambio y recibió un abrazo de Gwen justo después. —Vi, cuídate, ¿está bien? No te olvides de poner atención a todo lo que te rodea y si sientes que vas a perder el control, sólo cierra los ojos y respira profundamente. El consejo de Gwen hizo que Violeta sintiera una calidez dentro de su corazón. Era bueno saber que tenía gente que se preocupaba por ella en casa. Eso la haría tener aún más ganas de volver. Tener un propósito para cumplir la misión y tener un lugar al que volver la hacía sentir algo animada. Tal vez eso era lo que necesitaba para reunir algo de valor. —Muy bien pues —dijo mirando a los tres. Se sentía como una despedida. Una que no estaba preparada para decir. Nunca había estado lejos de ellos. Nunca había estado sola. Y tendría que enfrentarse al mundo exterior por sí misma. E incluso ir a una misión que estaba bastante segura de que era básicamente imposible de lograr. —¡Prométeme que volverás! —ordenó Gwen con lágrimas en los ojos. —Lo prometo —dijo Violeta, tratando de convencerse a sí misma también. Cada vez era más difícil creer que efectivamente volvería—, así que espérenme. —Lo haremos. Sólo haz lo que tienes que hacer y haznos sentir orgullosos —dijo Arden poniendo sus manos en el hombro de Gwen. Y luego Violeta salió del salón, dándose cuenta de que podría ser la última vez que viera a los que llamaba familia. Volvió a su habitación para terminar de prepararse. Suspiró mientras se cepillaba el pelo rubio y se miraba la figura en el espejo. Se puso un vestido n***o y un maquillaje ligero, pero optó por unas cómodas botas de combate y una cola de caballo, ya que su larga melena podía estorbar durante la misión. No podía tener ninguna molestia. No podía llevar nada consigo, ya que debía ir a la fiesta e irse sin que los demás sospecharan. Así que pasara lo que pasara, tendría que sobrevivir sólo con la ropa que llevaba, que no era muy cómoda. Caminando hacia la puerta, lista para salir, recordó algo repentinamente. «¡Oh, mierda! ¿Cómo he podido olvidarlo?», pensó mientras volvía a su armario. Abrió uno de los cajones y sacó algo de ropa para encontrar debajo una pequeña daga de plata. Se levantó el vestido y, con algo de dificultad, pudo esconderla debajo de él, asegurándose de proteger la hoja para que no la cortara en el camino. Por mucho que pensara en diferentes escenarios de lo que iba a ocurrir en las próximas horas, nunca se le había pasado por la cabeza lo que realmente pasó.
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