Se dejaron llevar por sus más tórridos deseos, sus besos al principio eran toscos y necesitados, poco a poco los fue volviendo lentos y apasionados. Sus manos se aferraron a su cintura atrayéndola hacia él, hasta no quedar ni la mínima distancia entre los dos. Amelie al principio se sintió culpable amaba a Izan si, era su esposo y el amor de su vida, pero se sentís tan triste que por un momento los besos y caricias de aquel desconocido le recordaron a los de él. Mientras lo besaba imaginaba que lo besaba a él y por alguna razón en verdad se sentía así.
Su lengua entró hasta lo más profundo de su boca, avasallando la en su sabor tan refrescante como la menta. Se despojó de la camisa, ella se dejó abrazar por su calor acarició su pecho y los brazos, Izan gimió pero de dolor. Amelie no podí
