En el hotel, Izan se acomodaba el corbatín y se abrochaba los gemelos de las mangas. Vio una llamada de Alessia, la ignoró. Otra llamada, frunció el ceño. Una más y su paciencia se agotó. —¿Qué quieres? —preguntó sin atisbo de emoción. —¡Izan! ¿cómo es eso de que te vas a casar con la gorda! —Izan apretó los dientes. —En primera no le digas así o en cuanto llegué a Manhattan te desterraré para siempre de la empresa, en segunda, eso a ti no te importa. —¡Pero Izan! Yo estuve contigo todos estos años, dime por favor que sólo es parte de tu venganza para poder quedarme tranquila. Izan se quedó en silencio un par de segundo. —No es parte de mi venganza. —¡Queeeeé! ¿te casas con ella por amor? ¡No me jodas! —Estas terminando con mi paciencia, y si, para tú información me caso con

