Los asientos en el avión eran para dos personas, supremamente cómodos de forrados con vinil color hueso, con portavasos y tv privada, además de una mesita de caoba para tomar bebidas. Una de las azafatas se acercó para preguntarles si deseaban algo de beber. —Un agua por favor —pidió Amelie, vio como la azafata posaba los ojos en Demian, ¡Se lo saboreaba con la mirada! ¿acaso ese hombre con medio rostro oculto era un imán para las mujeres? Es que no era eso si no su porte tan varonil, Demian siempre lucía elegante, serio y fuerte. —Un vaso de agua saborizada —pidió él. Amelie no dejaba de mirar a Gissel quien tenia la vista fija en la ventana, estaba molesta con ella y eso la hacía sentir culpable. —¿Qué pasa venadita? —esa palabra a ella la estremecía. Ella frunció los labios.

