La oficina estaba en silencio, apenas interrumpido por el zumbido suave del aire acondicionado y el lejano murmullo del personal en los pasillos. Olivia se recostó en el respaldo de su silla, con la mirada fija en la puerta cerrada. Desde que Isabela había salido unos minutos antes para ir al baño y luego regresado con aquella sonrisa neutra, Olivia no había dejado de sentir un nudo en el estómago. Las palabras resonaban en su mente como un eco insistente: «Alejandro y Emilia estuvieron casados. Emilia lo engañó. Emilia lo arruinó. Emilia es peligrosa y quiere acabar con tu relación con Alejandro». Por un instante, se obligó a recordar a la Emilia que ella creía haber conocido en aquel baño: la joven que la había ayudado, la que le había otorgado una sonrisa amable, los ojos llenos de lu

