El espejo del pequeño departamento devolvía la imagen de una mujer que casi no reconocía. Emilia se detuvo unos segundos, contemplando su reflejo con un cosquilleo de emoción en el estómago. Hacía años que no se arreglaba con tanto cuidado para salir a divertirse, quizá desde antes del matrimonio con Alejandro. Después de todo lo que había pasado, después de tantas lágrimas, de tanto esfuerzo, la idea de ponerse un vestido corto, pintarse los labios de rojo intenso y dejarse envolver por la música de un club resultaba casi un acto de liberación. Sacó de su armario un vestido n***o de satén, sencillo pero ceñido, que delineaba su silueta con elegancia sensual. Se recogió el cabello en un moño bajo, dejando mechones sueltos que caían como un marco rebelde alrededor de su rostro. Unos tacone

