LA VENGANZA EXTRA

1940 Words
Ella lo miró fijamente, con los labios entreabiertos por la sorpresa, y él casi se sintió mal por ella. Casi. ―Wow ―dijo Emilia, y esos bonitos ojos se entrecerraron―. En primer lugar, antes pensaba que estaba de mal humor, pero tú eres la cereza del pastel, y segundo, no importa cuánto beba o cuántos tipos intenten coquetear conmigo, no soy el tipo de chica de sexo rápido y sucio por venganza. «Probablemente no lo era, pero le vendría mejor que emborracharse con whisky», pensó él. ―Quizá deberías ―sugirió él antes de poder contenerse. «¿Y realmente quiero hacerlo?» Esa conversación era una distracción, y después de la última semana, le hubiera venido bien una distracción. Sobre todo una tan atractiva como ella Emilia se giró para mirarlo. ―¿Por qué? ¿Crees que eso me hará sentir mejor mañana cuando haga el paseo de la vergüenza? ―¿Por qué habrías de avergonzarte? El sexo consiste en sentirse bien en el momento. Salir de tu propia cabeza sumergiéndote en el cuerpo de otra persona durante unas horas. No tiene por qué ser una conexión profunda y significativa. Si te sientes mal, el sexo te sienta bien. ¿Por qué no hacerlo? Los ojos de Emilia se apartaron de él, pero regresaron unos segundos después. Se apretó el labio inferior con los dientes y él casi pudo ver cómo su cerebro hacía horas extras. Sonrió. ―Lo estás considerando, ¿verdad? Incluso en la tenue luz del bar, el rosa de sus mejillas era visible. ―No estoy segura de que eso sea asunto tuyo. Se dio la vuelta y él se rio para sus adentros. Debería haberse ido a su departamento. Tenía una videoconferencia a primera hora de la mañana con los jefes de sus oficinas europeas. En lugar de eso, le pidió otro whisky al bartender. Cuando llegó, bebió un sorbo y se giró hacia ella. ―¿Qué hizo? Emilia ladeó la cabeza y frunció el ceño. ―¿Quién? «Sí, definitivamente bebió demasiado whisky si ya se olvidó de quien la jodió esta noche». ―Tu esposo ―aclaró, señalando con una mirada el anillo de matrimonio en su dedo anular. Ella miró el anillo y se lo quitó, guardándolo en su bolso. ―Ex. ―Bueno, parece obvio, pero no quería asumirlo. Ella hizo un gesto demasiado amplio con una mano. ―Asúmelo. ―Todavía no me has dicho lo que hizo. ―Volvió a hacerle una señal al bartender, que sabía lo que le pedía. Sirvió agua de una jarra, añadió una rodaja de limón y se la puso delante a ella. Esa vez, ella no protestó, la tomó y bebió un sorbo. Le echó un vistazo con el rabillo del ojo. ―No me digas que realmente te interesa mi triste historia. ―Normalmente no lo haría, pero ahora necesito una distracción, y tú lo eres. Emilia se giró para mirarlo de frente, con esos expresivos ojos llenos de lo que parecía simpatía. ―Lo siento. Hemos estado hablando de mí. ¿Está todo bien contigo? La sorpresa lo invadió. ¿Cuándo había sido la última vez que alguien le preguntó si estaba bien? Pero ignoró su pregunta. De ninguna manera le iba a contar a una mujer cualquiera lo de la mierda que le había caído encima. ―Dime qué te hizo ese idiota para que te plantees tener sexo rápido y sucio de venganza con alguien esta noche. ―No dije que fuera a hacerlo. ―Tienes razón. Mis disculpas. ―Levantó las manos y luchó contra una sonrisa. Ella frunció el ceño. ―¿Te estás burlando de mí? ―No me atrevería. Lo miró fijamente durante un segundo antes de que una carcajada brotara de su garganta. —Sí, claro. Él notó que se veía aún más hermosa cuando se reía. —¿De verdad quieres saberlo? —preguntó. Realmente no tenía un deseo ardiente de escuchar lo que ese tipo hizo para decepcionarla. “Decepcionante” resumía la mayoría de las relaciones, en lo que a él refería, pero quería que siguiera hablando. Así que asintió con la cabeza. ―Será mejor que te desahogues. ―Por algún milagro, evitó que sus ojos se posaran en la turgencia de sus pechos mientras lo decía. Ella tomó otro sorbo de agua. No supo por qué razón decidió revelárselo. Quizá se debía a que quería desahogarse con alguien y un desconocido al que nunca más volvería a ver, le pareció una buena opción para hacerlo. ―Okey. Bueno, pues facil. Me engañó —confesó, soltando un suspiro de desahogo—. Y no con cualquier mujer, sino que con mi mejor amiga. Él levantó una ceja. —¿Cuándo te diste cuenta de eso? Ella miró la hora en su reloj de pulsera. —Hace como veinte minutos —dijo como si nada, hundiendo los hombros. La forma en que ella respondió no era lo que él esperaba. Pensó que iba a llorar, a armar un drama y esas cosas, pero no fue así. El calor lo recorrió, y la excitación creó un pulso urgente en sus venas. La empujó hacia afuera con más dificultad de la que estaba acostumbrado. No fue a ese bar a ligar con ninguna mujer. Fue solamente a tomar una copa a un lugar donde probablemente nadie lo iba a reconocer. No es que creyera que ella estaba buscando que ligaran con ella... al menos no en serio. Era solamente una mujer sexy sin siquiera intentarlo. Los ojos de ella cayeron y trazaron una línea de condensación en el vaso que tenía delante. —¿Cuánto tiempo estuvieron casados? —Cinco años. —¿Así que solo hicieron falta cinco años para que se esfumara tu grandioso matrimonio? Ella le frunció el ceño y lo fulminó con la mirada. Él sabía que no debía burlarse, pero disfrutaba viendo las chispas que brillaban en sus ojos cuando se ofendía. Le recordaba a un gatito cuando le frotas el pelo de la forma equivocada: pequeñita, esponjosa, siseando y escupiendo como si su irritación pudiera asustarlo. Apostó a que también ronronearía como un gatito si la acariciaba como era debido. ―Nunca dije que fuera grandioso. ―Así que el tipo era un completo imbécil. Ella sacudió la cabeza y se rio. Ya se le había pasado la irritación. A él le fascinó lo cambiantes que eran sus emociones, y la facilidad con que las expresaba. En su mundo, las emociones sinceras eran algo difícil de encontrar. —En fin —suspiró ella—. Lo único que me interesa ahora es vengarme por su traición. Él recorrió con la mirada su exuberante cuerpo. Apoyó el codo en la barra y sonrió. —¿Y puedo saber cómo piensas vengarte? Rio intentando verse maliciosa, pero en realidad se vio tierna. Era claro que no había maldad en ella. —Bueno, pues los he grabado. —Señaló su teléfono. Él volvió a levantar una ceja. —¿Y los vas a publicar por todas las redes, así como hacen en estos tiempos? —No. Voy a... —Se mordió el labio y desvió la mirada, como si se arrepintiera de estarle contando sus planes—. La verdad es que es un secreto. Él no pudo evitar reír y se sintió extraño. Había pasado un buen tiempo desde que se había reído y mucho más con una mujer. Alejó el pensamiento rápidamente y decidió hacer su jugada. ―Creo que deberías practicar sexo sucio de venganza que dure horas, y creo que debería ser conmigo con quien lo hagas. Las mejillas de Emilia se inflamaron de calor, y la polla de él ya estaba medio dura cuando imaginó que presionaba sus labios contra el calor de su piel mientras se movía dentro de ella. ―¿Por qué tú? ―cuestionó. Inclinó la cabeza hacia ella y sintió su aroma, una embriagadora mezcla de flores silvestres y algo más sensual. ―Porque puedo garantizarte que lo haré bien para ti. Porque creo que a los dos nos vendría bien despejarnos esta noche, y porque no he dejado de pensar en quitarte ese vestido desde el momento en que te sentaste. Emilia se retorció en el taburete y él pasó de estar medio duro a estar totalmente duro. «¿Qué tan mojada está ella ahora?», se preguntó, deseando averiguarlo pronto. Emilia se recogió el cabello detrás de las orejas e intentó recuperar la compostura. ―Eres rápido y directo, ¿verdad? ―Puedo ir despacio cuando lo necesito. ―Cruzó los brazos y se reclinó en el taburete mientras esperaba su respuesta. ―Bueno ―dijo Emilia, y se quedó callada un momento. Sus ojos se posaron en sus antebrazos, donde tenía arremangadas las mangas de la camisa. Luego, examinó su cuerpo con una mirada rápida y él sonrió en su mente―. Quizá me guste que seas directo y rápido, y quizá sí quiero que me ayudes con ese tipo de venganza. Ahora. Tembló, pero se mostró decidida. Estaba harta de ser tan condescendiente y esperar a que los demás tomaran decisiones por ella. Ya había vivido así durante cinco terribles años. Era momento de tomar las riendas de su vida y tomar todo lo que quería y lo que quería era que su cuerpo recibiera siquiera un poco de esa pasión que Alejandro le había negado durante años. —¿Sí? ¿No tienes más preguntas para mí? ¿No quieres saber quién es el hombre con el que piensas irte? Dudó por un momento, pero razonó que si se quedaba más tiempo sentada allí y perdía tiempo con preguntas, se iba a terminar arrepintiendo. ―No finjamos que nos veremos después de esta noche. No me pareces el tipo de hombre que sea de más de una noche. Él sonrió satisfecho. Sin perder ni un segundo más, le agarró una mano y la levantó del taburete. Le puso una mano en la parte baja de la espalda y la guió hacia la salida. [...] La llevó a un hotel cercano y lujoso. No era lo que Emilia esperaba y por un segundo se preguntó quién era ese hombre que se podía dar el lujo de pagar una suite lujosa en un hotel cinco estrellas, solo para tener un revolcón con una total desconocida. Decidió alejar todas esas dudas que no le ayudaban en nada. Dentro de la suite, él le ofreció una copa y ella aceptó. Algo fuerte, que la desinhibiera y le quitara los nervios. Apenas brindaron y bebieron un sorbo, cuando él se le acercó y le quitó el vaso de las manos. —No hemos venido aquí a beber, ¿verdad? —No —musitó ella, sintiendo que el pulso le martilleó la garganta. La mirada de él se posó en su boca, la levantó y le rozó el labio inferior con el pulgar. —Date la vuelta —ordenó con voz baja y firme. Emilia parpadeó y soltó un suspiro tembloroso, haciendo lo que él le había ordenado. Dio un pequeño respingo cuando sintió su mano bajándole la cremallera del vestido. Se tomó su tiempo, como si disfrutara de la expectación, y luego le quitó los tirantes de los hombros. La tela se deslizó por el cuerpo de Emilia y se acumuló en el suelo. Un estremecimiento recorrió el cuerpo de Emilia y sintió que los nervios se le retorcían en el estómago cuando sintió sus labios sobre su piel, quemándola como un buñuelo al entrar en contacto con el aceite a alta temperatura.
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