Olivia salió de la oficina de Colton con el corazón hecho trizas, pero en cuanto entró en el ascensor, empezó el proceso que tan bien conoce: recomponerse. Se miró en el reflejo de una de las paredes de acero pulido del ascensor, se secó las lágrimas con la yema de los dedos y respiró hondo, una y otra vez, hasta que su expresión volvió a ser la de la mujer segura, elegante e inquebrantable que necesitaba mostrar. No podía llegar con Alejandro mostrando debilidad; él debía verla fuerte, vencedora, como alguien que siempre sabía cómo manejarlo todo. Antes de entrar en la oficina de él, miró en dirección al cubículo de Isabela, que la estaba mirando desde su escritorio. Cuando sus miradas se encontraron, Isabela le sonrió, pero ella no le devolvió la sonrisa. Se limitó a mirarla, seria, pre

