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2098 Words
Capitulo 8 Al finalizar las clases de ese día... El timbre sonó anunciando el fin de un día más de clases. Hacia un poco de calor y me dieron muchas ganas de ir al sanitario. —Ximena, tengo que ir al sanitario. ¡Nos vemos mañana! —me despedí. —Si, está bien. ¿No quieres te espere? —Descuida, no hace falta. Te veo mañana. No espere su respuesta. Tomé mi mochila y salí a toda velocidad para poder llegar al baño. Sentía que toda el agua de mi cuerpo se iba a desparramar y por supuesto que no estaba lista para que algo así me sucediera. Abrí la puerta del cubículo, alce mi falda y bajé mi ropa interior. ¡Deje que el mar salado diera color al retrete! Cinco segundos. Diez segundos. Quince. Vaciar el cuerpo era la mejor sensación del mundo, me sentía menos estresada. Lave mis manos, me acomode un poco el cabello, tome mi mochila y salí de ahí. ¡Me tope con un chico insoportable! —¡Hey chula! —Hola Iván. —¿No te da gusto verme? Me detuve en seco a una distancia corta de él. Necesitábamos hablar. —Me daría gusto si fueras alguien importante. ¡No te lo tomes muy enserio! Solo bromeo. —Con que también tienes tu lado bromista. —¿Te gusta? —pregunté de forma coqueta. Nuestros ojos eran una mezcla de atardecer y sangre. ¿Ya te hablé de mi heterocromía? —¡Me gustas tú! Enarque mis cejas. —¡A mí también me gustas tú! Sus labios se curvaron en una sonrisa pícara. —¿De verdad? —¡No! La neta no. Solo estaba bromeando. No eres mi tipo. —No estés tan segura de eso. Mi necesidad con Iván era el poder aclarar cosas que perjudicaban a mi querido Armin. —Supe que te gustan los chicos. Mis palabras lo dejaron un poco impactado, como si no fuera algo que todo el mundo debiera saber. —Y también me gustan las chicas. ¡Soy bisexual! —Interesante. —¿Que es interesante? —Que trates de darle muchas vueltas a un asunto. —¿Darle vueltas? Pues que quieres que haga o diga. La neta es que si me gustas y yo… —¿Por qué te gusto? Mi pregunta le dejo sin palabras. —Pues, es que, estas bien bonita. —¿Solo eso? —Pues… —Mejor no digas más. No creo que estés siendo sincero. —Pero yo… —Te escuche decir cosas bobas en mi primer día de clases. ¿Lo olvidaste? Cuando te escuché hablar, no pude evitar darme cuenta de que eres alguien vació e inmaduro. Además, no eres tan guapo como aparentas ser. ¡Tienes cara de dios prehispánico! —Los dioses panhispánicos también eran guapos, además eran valientes guerreros. —¿Hablas de Quetzalcóatl? —Bueno, no. —En ese caso, si eres una víbora, solo te faltan las plumas. —¡Tus bromitas bobas! Y andas aparentando que eres muy madura. —La neta no, no es que no me gusten las bromas. Y bueno, la neta no me gustan los chicos inseguros como tú. ¡Prefiero a los chicos que saben lo que realmente quieren! Se quedó callado, sus ojos se congelaron en mis pupilas y yo sentía que era el momento de irme. —Creo que te has quedado sin palabras. Me tengo que ir, buenas… Su mano me sujeto de la muñeca, no me alarme. —¿Y crees que Armin es un chico completamente seguro de lo que quiere? Sin necesidad de sacar a mi amigo, Iván lo estaba mencionando. ¡Era el momento! —¿Que sabes tú sobre él? ¡Dime todo! Se que lo conoces más que yo. Apenas paso un mes y medio desde que llegue a esta escuela. Estábamos un poco más de a mediados de mayo, faltaban días para iniciar junio. —¡Armin es un bobo! —¿Y tú? ¿Eres lo mismo que él? —Yo no… —Si no eres bobo, entonces habla con él y arregla las cosas. —Tú que… —Quizá él no te quiere de la misma forma que tú le quieres, pero eso no significa que lo debes tratar con la punta del pie por cosas que nunca deseo que ocurrieran. —¿Él te contó? Asentí. —No fue su culpa lo que su padre hizo con tu madre y tampoco es culpa tuya que él no te quiera del mismo modo que tú le quieres o le quisiste. ¡No siempre nos van a querer como nosotros deseamos! Y no por eso es el fin del mundo. Sus ojos se pintaron de reflexión. Yo me sentí demasiado en deuda con todo lo que mis padres se esmeraron por inculcarme. —Pero es que, la neta, yo...bueno...ni siquiera soy capaz de perdonarme. Me cuesta mucho demostrar lo que en realidad estoy sintiendo. —Por eso es que sueles pintar tu fachada de ser el más bravucón de la escuela. ¡Eso solo demuestra miedo! Y yo sé que muy en el fondo de tu fachada eres un chico muy gentil. ¡Deja de hacerte daño con las cosas del pasado! Mis padres solían decirme que muchas veces solemos concentrarnos en los defectos de la vida y cuando hacemos eso, dejamos pasar las cosas buenas, aquello por lo cual vale la pena vivir. —¿Debería hablar con él? —Hazlo cuando te sientas listo. —¡Está bien! —Cuídate mucho. Te veo mañana. Enarco las cejas. —¡Oye! —¿Que paso? —Lo que te dije al principio. —Lo de… —De que me gustas. Eso si lo decía enserio. ¡Neta me gustas! Sonreí. —¡Te creo! Y de forma inesperada le di un beso en la mejilla. —A mí también me gustas dios prehispánico. —¿De verdad? —Sí. Pero no te confundes. No porque me gustes significa que voy a andar de novia contigo. —Yo pensaba que… —No es lo mismo gustar y amar. ¿Estás de acuerdo? —Bueno, como tu digas chica madura. Le regalé una sonrisa. Después de la escuela y de haber comido en familia... Eran las cuatro de la tarde cuando logre terminar mi tarea. Se suponía que iría a darles de comer a las gallinas, pero paso algo inesperado. —¡El abuelo no está! —exclamó mi padre con mucha preocupación. —¿Como que no está? —preguntó mamá. —Fui a su cuarto para ver si estaba durmiendo la siesta y no está en su cama. La preocupación aumento mucho. —Hay que buscarlo, seguro esta con las gallinas. —Yo iré a ver —me ofrecí—. Mientras, ustedes busquen por aquí. Salí de la casa, corrí a toda velocidad al gallinero, pero no estaba allí. Fui a revisar la bodega de atrás de la casa y tampoco lo encontré. Volví a la casa. —No lo encontré. ¿Y ustedes? Esa tarde la preocupación, pero, sobre todo, la angustia hizo sufrir a nuestros corazones. —No esta. ¿Y si se salió a la calle? Salimos corriendo a toda velocidad, nos separamos. A mí me toco ir por una calle que conducía a un parque. Cuidar de un familiar enfermo es todo un reto. No solo porque esa persona sufre y su vida cambia; la familia entera tiene que adaptarse a una nueva forma de vida. Limitarse de ciertas cosas, hacer dietas, pasar desvelos, tiempo, cansancio, perder fuerzas, mostrar empatía y, sobre todo, no rendirse. Que es algo normal el desanimarse, hay días en los que he visto a mi padre sentirse agotado, con sus ojos cansados y las ojeras rodeando su vista. Mamá se había convertido en un gran apoyo para mi padre y ella también se cansaba al cuidar de su suegro. Mi abuelito había sido diagnosticado con alzheimer desde hace un par de años. El hermano mayor de mi papá era quien solía cuidar de mi viejito, hasta que decidió dejarlo solo. Mi tío salió en busca de su felicidad. Compro un boleto de autobús y se embarcó en un viaje hacia el norte del país. ¡Por eso nos mudamos a San Francisco! Lo más genial de ver a mis padres cuidar de mi abuelo, es que, a pesar de todo el desgaste que implica, ellos lo tratan siempre con mucha bondad. Mi celular vibro. —¿Lo encontraste? —la respiración de papá era agitada. —No, aun no. En el parque no está. ¿Sabes si mamá...? —No, ella tampoco lo ha encontrado. Ahorita estoy caminando por la calle de tu escuela. ¿Tú hacia dónde vas? —Iré al centro del pueblo. —Está bien hija. ¡Con cuidado! Cualquier cosa me dices. —Si pa. ¡Tranquilo! El abuelo estará bien, ya verás. Angustiarse es normal cuando estas bajo presión o un momento de inquietud, pero la calma es algo que se necesita en esos momentos para no desfallecer y caer rendidos. Llegué al centro del pueblo, los puestos de tacos y garnachas comenzaban a alistarse para la venta de esta tarde. Ya eran casi las seis de la tarde y el abuelo no aparecía. Decidí sentarme unos segundos en la banqueta para poder recuperar energías. El atardecer comenzaba a pintarse en colores naranjas, rosas, azules y purpuras. ¡El día estaba llegando a su fin! ¿Y qué pasaba con nosotros? La gente a mi alrededor no tenía ni la más mínima idea de lo que yo estaba sintiendo, no conocían mis pensamientos y la angustia que existía en mi corazón. ¡Ahora mismo me sentía con la necesidad de que nada de esto hubiese pasado! —¡Keyla! —gritaron mi nombre. Comencé a buscar la voz. Me puse de pie y miré para todos lados. No logre encontrarle. —¡Keyla! —volvieron a llamar, pero no pude localizarlo. Mi celular comenzó a vibrar. Era él. Conteste. —¿Ya nos viste? Te estoy gritando, pero... Abrí más mis pupilas y entonces los vi del otro lado de la calle. Armin me estaba haciendo señas con una mano y mi abuelo estaba sosteniendo un ramo de flores justo a él. Me puse de pie para ir a ellos sin terminar la llamada. —Tu abuelo esta emocionado. Te pondré en altavoz. —¿Cómo estas, abuelo? —pregunté, la calle nos separaba. —Hija, hoy es mi aniversario de bodas, salí a comprar flores para tu abuelita. Lo más bonito, es que, a pesar de su enfermedad, ella seguía en su recuerdo. —¡Ella se va a poner contenta! —Nos queremos mucho. ¡Eso me conmovió muchísimo! Sentí un alivio en el corazón y una pizca de sentimiento quebrado. Me sorprendía mucho que aun a pesar de su enfermedad y la demencia, mi abuelito no era capaz de olvidar a mi abuela. Comencé a caminar a la orilla de la calle para poder cruzar. Me sorprendió ver que muchos autos transitaban la calle a esta hora. —Armin. —¿Sí? —¡Gracias por encontrarlo! Se nos escapó de la casa y no lo podíamos encontrar. Eres increíble Armin. ¡Estoy en deuda contigo! Ya no me siento tan angustiada. Había mucha gente en el centro, autos estacionados en los negocios de comida y mi querido viejito me miraba con detenimiento. De pronto, me dieron unas ganas de querer llorar, pero no vi necesario el tener que derramar mis lágrimas. —¡No me debes nada! Yo encontré a tu abuelito por la calle y si me sorprendió que estuviera solo, entonces, pues me acerqué a él para preguntarle si estaba bien. Me aseguré de que no viniera ningún coche, literal que me cercioré bien, quise ser precavida y entonces comencé a caminar. ¡Di un primer paso! La sonrisa de Armin me hizo sonreír y mi angustia desapareció en ese instante. No tenía duda alguna de que él era un buen muchacho. —Neta que estoy en deuda. Mis padres ya podrán descansar. Armin, como que se me antoja llevarte a los tacos para agradecerte, contigo yo quiero... Sin querer, el sonido de un motor se hizo escuchar a todo volumen, los faros me iluminaron por completo y ya no me dio tiempo de llegar a la orilla. Todo era confuso a mi alrededor y el cielo lleno de nubes fue lo último que vi. Cerré mis ojos.

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