Tal como esperaba, Mateo se negó rotundamente a que nos fuéramos. Él pidió una mesa con aquella galantería que lo caracterizaba. La hostess sonrió con coquetería y fue ella misma la que nos llevó a nuestro sitio.
—Ya viene el menú para usted y para… —ella hizo una pausa y me miró con desagrado —su hermana.
Siempre ocurría lo mismo, no importaba el sitio al que fuera con Mateo. Todos pensaban que era la hermana fea de aquel hombre que poseía un s*x appeal muy grande.
—Ella no es mi hermana —Mateo aclaró y miró a la hostess con fastidio —. Le agradezco por guiarnos hasta aquí.
Y esa era la reacción que siempre se esperaba, no podía negar que Mateo era la clase de hombre que sabía ubicar bien a las personas y en esta ocasión no había sido diferente.
—Mateo —miré a mi alrededor y vi cómo la hostess se alejaba a toda prisa —en serio, este sitio no es para mí. Ni siquiera tengo la ropa adecuada.
—Te encuentras preciosa, ahora hay que esperar a que venga el mesero con las cartas.
Las miradas curiosas de los comensales las podía percibir, podía leer en sus ojos la pregunta que siempre todos se han hecho. ¿Qué hace un hombre como él con una mujer como ella?
—Señores —la mesera llegó y nos extendió las cartas —. ¿Quieren algo para tomar?
—Sí, un vino —Mateo revisó la carta —, el mejor que tenga, también quiero pedir un tomahawk.
—Muy bien, excelente elección —la mesera anotó en su libreta y miró en mi dirección —. ¿Y qué es lo que usted quiere?
—Un momento, no he visto la carta.
Ignoré el tono sarcástico de la mesera, y al abrir la carta y mirar los precios, me quedé totalmente helada. Pedían 800 dólares por una ensalada simple, de ahí el resto de platos iban arriba de los 2000 dólares.
—Quiero una ensalada —sonreí con incomodidad —, la más sencilla que tengan.
La mirada burlona de la mesera fue más que obvia, ya sabía bien lo que pensaba y no era para menos. Al final de cuentas se notaba que no vivía de ensalada.
—Espera un momento —Mateo detuvo a la mesera y me miró a mí —. No te he traído aquí para que comas una ensalada. No eres mi novia, cada una de ellas pedía exactamente lo mismo y, de haber sabido que ibas a escoger eso, mejor busco cómo ligar a alguien más y no te traigo a ti.
El comentario de Mateo aunque no estaba hecho con malicia, no dejaba de incomodarme de cierta manera. La mesera me miró nuevamente con burla y esto pasó desapercibido ante el hombre que tenía delante de mí.
—Quiero que le traiga el mismo corte de carne que a mí —él tomó las cartas y se las dio a la mesera —por favor quiero que se den prisa, estoy muriendo de hambre.
—Está bien, señor —la mesera sonrió de manera forzada —enseguida traigo sus platos.
Aquella mesera se fue, su espalda estaba demasiado tensa y era de esperarse con la respuesta que Mateo había dado.
—No entiendo cómo es que quieres comer ensalada cuando en este restaurante se encuentran los mejores cortes de carne de la ciudad.
—Esa comida es demasiado costosa, no quiero que gastes tanto dinero y menos que pienses que soy una persona interesada.
—Abril, en serio que puedo pensar muchas cosas de ti. Pero jamás que seas una mujer interesada, en serio que no.
Mateo tomó mis manos, sentí como mi corazón se agitaba ante esto y en especial cuando lo miré directamente y tenía esos ojos igual de brillantes que las estrellas en el cielo… Bueno… O al menos eso era lo que quería creer.
—Entiende una cosa, este tipo de detalles es algo que tú mereces. El hombre que realmente te quiera va a gastar a manos llenas porque nosotros sabemos bien que cuando se ama profundamente, el dinero debe de usarse para complacer a la mujer que se ama —su sonrisa era brillante y sentía como me desarmaba por completo —entiende que no debes de aceptar un trato que sea menor al que te estoy dando.
—Suéltame —mis manos se retiraron con suavidad y las frote entre sí como para quitar el rastro que este contacto había provocado en mí —lo que haces no me gusta, te juro que no entiendo nada de esto y es frustrante, ¿Con qué objetivo me has traído a este sitio?
—Con el objetivo de hacerte ver tu valor, de compensar esa cita tan espantosa que tuviste. Lamento si mis acciones te han incomodado.
—Mateo, si solo fueras mi amigo, en serio que me tomaría esto como un gesto dulce. Pero tú sabes bien que años atrás me confesé y me rechazaste, así que este tipo de tratos pues evidentemente no se pueden estar dando debido a ese pequeño gran detalle que aunque intentas olvidar, no es sinónimo de que no pasó.
Hubo una algarabía en el restaurante, muchas personas aplaudían y al ver en esa dirección fue que la miré.
—¡Acepto! Claro que si acepto.
Y ahí se encontraba mi querida hermanastra, totalmente feliz porque después de 15 cuernos que le perdonó a su novio, finalmente se volvió en la oficial.
—Maldición, esto no se puede poner peor.
Me levanté de la mesa, para mi mala suerte terminé por tumbar a un mesero que traía una bandeja repleta de comida. Misma que se vino encima de mí e hizo un estruendo horrible en el restaurante.
—¿Abril?
El rostro de fastidio de mi adorada hermanastra era grande, la rabia vino a su cuerpo en el momento en que se dio cuenta de lo que estaba pasando.
—¡Abril! —Mateo se acercó a mí y me ayudó a levantarme —¿Estás bien?
No pude decir nada, simplemente salí de ese restaurante mientras tenía una albóndiga en el cabello, espagueti en el sostén y sopa en el pecho.
—Al menos es de gazpacho —miré mis lolas cubiertas de sopa —en serio que nada puede salir peor el día de hoy.
Para mi mala suerte tuve ese pensamiento, miré como mi querida hermanastra venía en mi dirección y de la nada me dio una bofetada que me lanzó al suelo.
—En serio que tienes que arruinar todo, maldita vaca. No puedo creer que vinieras a este restaurante tan elegante a arruinar mi pedida de mano.
—Camila —me levanté del suelo y sostuve mi mejilla —yo no tenía idea de que ibas a estar aquí, de haber sido consciente, créeme que jamás hubiera pisado este restaurante.
—No te creo nada, pero ten por seguro que mamá va a saber esto. Tienes serios problemas, Abril.
Solo lancé un suspiro pesado, me fui de ese restaurante y comencé a caminar por las calles mientras tenía que soportar las miradas de burla de los transeúntes.
—¡Abril! —Mateo me alcanzó en su carro y comenzó a manejar un poco más despacio —ven, sube para irnos a casa.
—No quiero, solo te pido que me dejes sola —seguí caminando mientras miraba al frente —fue una mala idea venir aquí.
Seguí caminando, a pesar de que le había dicho a Mateo que se fuera, él quiso seguir a mi lado y manejó en silencio. Finalmente llegué a mi destino y al ver aquella agua solamente caminé con paso firme, al entrar pude sentir como el lago me abrazaba.
Siempre hacía esto cuando sentía que todo me estaba sobrepasando de alguna manera, también Mateo me acompañaba en el mismo sitio mientras esperaba que toda la energía negativa que cargaba se disipara.
Lloré, lloré en silencio y no sabía el motivo. ¿En serio era un pecado tan grande ser gorda? No tener las medidas 90-60-90 sino ser más bien 130-90-150. Al parecer esto era el peor crimen que se podía cometer, tener un cuerpo diferente al de las revistas, esto me había privado de muchas cosas, una de ellas era el amor y un trato decente.
—Mateo… Todavía te sigo amando…