Matteo, estacionó la moto frente al café, Ámbar aún con el corazón destrozado, no lo dudó, si Samuel no estaba dispuesto a amarla, necesitaba matar ese amor que sentía por él, ¿Y que mejor manera que hacerlo de la forma que el mismo recomendó? Quería que ella se enamorara de alguien más, pues bien. Quizás debía hacerlo. —Estás ardiente— le dijo recorriéndolo desde los pies a la cabeza. Cuando se encontró con sus ojos cargados de tristeza, le demandó saber— Ámbar, ¿estás bien? —Por supuesto que estoy bien— respondió y tomando el casco que él le tendió se lo colocó y subió a la moto.— vámonos, antes de que cambie de opinión. A Ámbar, nunca el sexo le había dejado un amargo sabor de boca como ahora, no es que Matteo fuese malo en ello, no es que su cuerpo no lo hubiese disfrutado, era s

