—¿Te preocupa algo, hijo mío?— la voz de Ana, se escuchó con fuerza, logrando sobresaltar a ambos hombres con los cuales compartía la mesa. Padre e hijo, levantaron la vista hacia ella— y al parecer también hay algo que le preocupa a tu padre—miró a Anibal, quién batalló con todas sus fuerzas para no desviar la mirada de los ojos de su esposa— Ninguno ha probado bocado y seguramente sus comidas están frías de tanto ser revueltas en esos platos. ¿Me dirán qué sucede? Anibal y Samuel, se miraron a los ojos, y luego nuevamente a Ana. —Yo... solo estoy preocupado por algunos asuntos de la iglesia. Ya sabes madre, los feligreses siempre tienen problemas. —Lo sé, hijo, pero preocuparte no dará soluciones. ¿Se trata de la joven del departamento?— la respiración de Samuel se detuvo unos segun

