Samuel, se acostó en su pequeña y austera cama, luego de largas horas de oración, buscando tranquilizar su abatida alma, y por más que lo intentaba no podía dejar de pensar en Ámbar, en sus hermosos ojos y en todo lo que había provocado en él, con su boca, en un solo día lo había arrastrado a un mar de sensaciones absolutamente desconocidas y muy placenteras. ¿Era aquello solo un pequeño abre bocas del inmenso placer que podía sentir una persona estando en pareja? Había ido a su casa con la intensión de hablar, pedirle que dejara de insistir y dejar claro que nada de aquello podía continuar. Por el contrario, había terminado cediendo a los deseos de su carne, había Sido débil frente a ella... frente al amor y el deseo que despertaba en su inexperto cuerpo. Batalló con las ganas que tení

