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1286 Words
Unas horas más tarde Clara se encontraba sentada en aquella cocina que la había visto crecer. Evangelina había ido a calentar más agua y ella aprovechó para volver a explorar aquel lugar que parecía detenido en el tiempo. El mismo cuadro de flores en tonos pastel vestía la única pared libre, la misma Evangelina lo había pintado con un talento que sabía muy bien quién había heredado. Al otro lado de la sala, una biblioteca repleta de libros parecía no guardar lugar ni siquiera para un alfiler. Entonces recordó cuánto amaba leer Lucio y los recuerdos regresaron como un alud. Ella cantando mientras Evangelina trenzaba su cabello, Lucio con sus piernas hacia arriba y su cabeza hacia abajo en aquel mullido sillón que parecía llevar su forma. Enzo dibujando a su lado, sobre esa misma mesa en la que ahora ella repiqueteaba sus dedos intentando mitigar sus nervios. Había intentando relajarse, había intentado dejar de pensar que en cualquier momento Enzo atravesaría la puerta, había intentando sonreír sin pausa, pero en el segundo en el que Evangelina se puso de pie, toda la ansiedad la abordó inescrupulosamente. -Está en el campo.- oyó algo sorprendida girando para volver a ver a la mujer que amaba como una madre. -¿Quién? – le preguntó intentando sonar desinteresada. -Sabes quien.- le respondió la mujer con una sonrisa de complicidad mientras volvía a tomar asiento justo enfrente de ella. Clara bajó la vista y Evangelina le dio una breve pausa. -Enzo volvió ayer por la tarde, llevaba demasiados meses sin hacerlo y me alegró mucho verlo, más aún cuando Anselmo me contó que iban a coincidir. – le dijo tomando su brazo sobre la mesa. -Llevamos mucho tiempo sin hablar, no sé si él estará contento de verme. – le confesó Clara con un dejo de tristeza en su voz. -Enzo es demasiado bueno disimulando. No creas todo lo que muestra.- le respondió logrando que aquellos hermosos ojos la volvieran a mirar. -Creo que luego de unos veinte mensajes sin respuesta no hay mucho por disimular.- le respondió ella con una escueta carcajada algo sarcástica. -Lo suyo nunca fue la tecnología. Él salió a mi, es una artista, aunque haya intentado abandonarlo, el arte siempre busca la forma de hacerse ver. – le dijo Evangelina logrando captar aún más su atención. -¿Está dibujando de nuevo?- le preguntó Clara con genuina alegría. -Algo así.- -respondió la mujer aumentando la curiosidad de la joven, quien abrió grande sus ojos buscando más información. -Se puso un local de tatuajes con su amigo Ninu, ¿te acordas de Ninu?- le preguntó como si conocer algo de la vida de Enzo no encendiera un reguero de preguntas en su interior. -¿Ninu, Ninu? – dijo intentando concentrarse. Entonces sus ojos le confirmaron a Evangelina que lo recordaba, había sido uno de los únicos amigos que Enzo quiso conservar. Un chico bueno, siempre callado, con algo de sobrepeso en su adolescencia, que siempre tenía una mirada reflexiva de las cosas. Clara con esfuerzo recordaba su rostro, siempre había estado demasiado pendiente de los hermanos Clutter, casi sin lugar para nadie más. Podía recordar a los chicos populares que alardeaban en las reuniones, a los que fumaban para parecer rebeldes, pero nunca había tenido intención de forjar ningún tipo de vínculo con ellos. Ninu parecía fuera de contexto en aquel grupo y sin embargo, cuando sucedió lo de Lucio, fue el único capaz de llegar a Enzo. Eso sí lo recordaba. Sus labios se curvaron apretados hacia arriba y Evangelina volvió a acariciar su brazo. -¿Así que un local de tatuajes? ¿Y qué pasó con la beca en Bellas Artes?- se animó a preguntarle, aunque no estaba del todo segura de querer volver a saber de él. Evangelina suspiró y miró hacia arriba, como si hablar de aquel tema le costara. -Ya lo conoces a Enzo… no hubo manera de hacerle entender que continuara con sus planes. Lo intentó, sé que lo hizo, pero tampoco tuve fuerzas para alentarlo… - dijo haciendo una pausa para tomar aire, en la que Clara tomó su mano con dulzura. -En fin, creo que es feliz con su local de tatuajes, Ninu siempre fue un buen amigo y si aquello es lo que quiere, no puedo pedirle más.- le dijo con algo de resignación en su voz. Clara deseo abrazarla, en ese momento recordó cuánto le dolía el cambio que había sufrido, no sólo en sus ojos, si no en todo su cuerpo. Solía ser la mujer más alegre que conocía, iluminaba cualquier lugar al que entraba, tenía una energía casi única, que solo había visto en una persona más, su propio hijo. -Todos hacemos lo que podemos, Enzo seguramente está agradecido de tenerte como mamá.- le dijo logrando que aquellos ojos se empañaran y antes de que desbordaran se apresuró a cambiar de tema. -A lo mejor tengo que visitarlo, hace tiempo tengo ganas de hacerme un tatuaje. - le confesó cambiando el tono de su voz. -Creo que se va a poner muy contento.- le respondió Evangelina recuperando algo de entusiasmo. Clara se arrepintió un poco de su comentario, no quería ilusionarse, era muy probable que Enzo fuera indiferente a su presencia y si se generaba expectativas, aquello le dolería más. -Pero no le digas… no lo tengo decidido aún.-se apresuró a agregar con sus ojos suplicantes. Evangelina sonrió, recordaba a la pequeña Clara intentando disimular su amor por su hijo en el pasado y eso le robó una sonrisa. Era una joven encantadora a pesar de haber vivido en soledad mucho tiempo. Sólo deseaba que encontrara la felicidad que merecía. -Contame de vos, se que te falta poco para graduarte. - le preguntó con genuino interés. -Sí, ya casi. Espero poder conseguir un buen trabajo para fin de año. - le respondió Clara volviendo a sonreír. -Estoy segura de eso. ¿Entonces vas a quedarte en Buenos Aires? - le preguntó Evangelina. -Probablemente, no creo que haya mucho trabajo para una ingeniera informática en el pueblo.- señaló divertida. -Eso es cierto, pero siempre tengo la esperanza de volver a tenerlos cerca.- le dijo Evangelina volviendo a un tono algo nostálgico. -Aunque no esté en el pueblo, siempre podemos estar cerca. Sos la mamá que no tuve y eso es algo que ni los kilómetros pueden borrar.- le respondió Clara poniéndose de pie para materializar el abrazo que llevaba demasiados minutos deseando. En ese abrazo toda su infancia y adolescencia pasó por su mente como un torbellino arrasador. Las palabras, los abrazos, los peinados, las visitas a las tiendas del centro por algún vestido, las noches de películas y los almuerzos luego de la escuela. Era cierto que había sido como una madre, y aun continuaba siéndolo. Por eso la jugada del destino había sido tan injusta, nadie merecía tanto dolor en su vida, pensó con impotencia. -Vos sos una hija para mi. - le respondió Evangelina con emoción en su voz, mientras acariciaba su mejilla con cariño. -Ahora mejor sigamos con los mates que vamos a tener que volver a calentar el agua.- le dijo Clara, mientras secaba sus lágrimas e intentaba recuperar la sonrisa. Había sido un momento intenso y no quería que sus encuentros se transformaran en nostalgias del pasado. Deseaba volver a construir esa complicidad que solían tener, volver a charlar libremente, sin miedos ni condiciones. Anhelaba devolverle un espacio de alivio, donde el dolor pasará a segundo plano y la vida volviera a sentirse normal. Por eso continuaron conversando por una hora más, de recuerdos alegres, trivialidades, chismes del pueblo y planes futuros. Como Eva y Clari, como una madre y una hija que se extrañaban demasiado.
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