Capitulo 1

1675 Words
Tres días antes… Luego de un largo día de clases llegue a casa. Arroje la mochila en el sofá y camine hacia la cocina, muerta de hambre.  No fue hasta que cerré la puerta de la nevera que me percaté de la presencia de mis padres. -Hola- les sonreí, sintiendo el frio del plato en mis dedos. Había cogido dos sándwiches de jamón y queso. -Hola cariño ¿Cómo estuvo la escuela? - me pregunto mama, con voz amable. Suspiré- Bien, nada nuevo- respondí, dejando el plato sobre la encimera. Volví la vista hacia mis papas arrugando el entrecejo, había algo extraño en ellos. Como si quisieran comunicarme una noticia, pero no supieran como- ¿Sucede algo malo? - les pregunte. Mama miro a papa, quien tenía los ojos puestos en su agenda, buscando apoyo. -Bueno…- carraspeo. Papa alzo la cabeza, encontrándose con la mirada inquisitiva de mama. Reacciono. -Anabel, como sabes tu madre y yo estamos mucho tiempo fuera de casa por viajes de la empresa- comenzó- Es por eso que hemos decidido contratar a un niñero que te acompañe y cuide de ti mientras estamos fuera- concluyo. - ¡Que! ¿Un niñero? – exclame, estupefacta. -No hagas que lo repita- dijo papa, serio. - ¡Pero tengo diecisiete años! Puedo cuidarme sola- proteste, un sentimiento de injusticia se instalo en mi pecho. Mis compañeros de clase solían quedarse en sus casas sin sus padres y no tenían niñero ¿Por qué en mi caso era diferente? -No confían en mi ¿Verdad? – hable, llena de indignación. Ambos me observaron, pero ningún sonido salió de ellos, esa era mi respuesta. -Lo siento, Ana, está decidido tendrás un niñero- dijo papa, dando por terminada la pequeña conversación. -Actualidad- El despertador sonó como un estruendo en la habitación provocando que diera un respingo en mi cama. Me levante sintiendo el peso de mis pies, arrastrándose al baño.  Una ducha caliente me ayudaría a espabilarme. Los días Lunes me costaba muchísimo abandonar mi bello colchón para ir a la escuela, me eche hacia delante cuando el agua quemo mi espalda, diablos. Camine por la habitación con la bata de baño puesta, tome mi uniforme del armario y comencé a vestirme. Repase mi imagen ante el espejo, camisa blanca, falda a tablas azul, medias negras y zapatillas all stars negras con líneas blancas. Por último, seque mi cabello pelirrojo y abandone mi dormitorio. -Cariño, no olvides que hoy viene el niñero- me recordó mama a penas me senté en la mesa. -Lo sé Lorena- dije, cogiendo mi taza de té. Mama me lanzo una mirada furibunda, no le agradaba que le llamara por su nombre- ¿Qué? La abuela escogió ese nombre para ser llamaba como tal, mama- lleve una galleta a mi boca. Escuché el sonido de una bocina, mi amiga había llegado. Tomé mi mochila, saludé a mis padres y salí. - ¡Gorda! -chillo, abrazándome. - ¡Rubia! – exclame, devolviéndole el gesto. Tamara y yo siempre nos saludábamos con sobrenombres cada vez que nos veíamos, algunos podían parecer ofensivos, pero así era nuestra amistad, un poco alocada y divertida.  - ¿Cómo has amanecido? - me pregunto, conduciendo a la escuela. -Ya sabes, me cuesta despegar los ojos cada lunes- respondí. -Te entiendo, me sucede lo mismo solo que todos los días Rei leve- ¿Como va tu relación con Sam? Mi amiga llevaba dos meses en una relación con el chico mas popular de la escuela, lo cual hacia que estuviera en la mira de todas las chicas del instituto. - ¡Mas que bien! Hoy me llevara a ver la guerra de las galaxias- comento, con voz alegre. Cinco minutos más tarde, aparcamos frente a la escuela. Los grupos de alumnos ya comenzaban a entrar, apuramos el paso a nuestra primera clase del día, biología. - ¡Ana! – me llamo, Bryan, mi mejor amigo. - ¡Hola! – sonreí, agitando mi mano. - ¿Puedo saber que hay entre ustedes dos? – pregunto Tamara, juzgándonos con sus ojos verdes.  -Nada- respondimos al mismo tiempo. Bryan también era uno de los chicos más populares de la escuela, alto de ojos azules, cabello castaño y un cuerpo que era de gimnasio. No era de esperar que levantara suspiros a todo lugar que iba. La primera clase del día se fue volando y, ahora, aguardaba en mi pupitre, impaciente a que la campana sonora. Cuando lo hizo abandone el salón rápidamente en dirección hacia la cafetería. Tamara ya se encontraba en la fila cuando llegue, me guardo un lugar. -Llegamos junto con el primer grupo, con suerte comeremos tarta de fresa- dijo. Asentí, convencida de ello. Cada vez que tocaba el receso, todos los Cuando tocaba la hora del receso, todos los adolescentes nos apresurábamos por llegar primero a la cafetería y coger los desayunos “especiales” que hacían en la cocina, los cuales no eran muchos y solían agotarse enseguida. Junto con Tamara nos esforzábamos por ser las primeras en hacer la fila, aunque los últimos días no habíamos tenido esa suerte puesto que, a pesar de llegar temprano, el grupo de chicas populares nos quitaba el lugar. Luego de escoger una porción de tarta, una medialuna y un batido helado, me senté junto a mi amiga en una de las mesas rojas cerca de la ventana. -Escucha Ana, ten cuidado con Bryan- dijo. Rodee los ojos, aquí vamos de nuevo. -Vale, lo que tu digas- respondí. -Bryan está loco por ti desde primer año, lo sabes, te confeso sus sentimientos- me recordó. -Y lo rechacé- le sonreí con suficiencia. Ella mordió su porción de tarta. -Muy estúpido de tu parte, es el chico más popular y guapo de esta escuela- señalo, con la boca llena- Cualquier chica que hubiese estado en tu lugar perdería los nervios de la emoción -Gracias por tenérmelo siempre presente ¿Podríamos dejar de hablar de amor? - comí la medialuna. Ella se encogió de hombros. -Como quieras, pero algún día cupido tocara tu puerta y no lo podrás evitar-dijo, sonriendo. Quedaban unos cinco minutos antes de nuestra próxima clase, Tamara y yo nos encontrábamos caminando por el parque de la escuela cuando un pequeño grupo de chicos pasan junto a nosotras y uno de ellos choca conmigo, derramando sobre mi camisa el batido helado que llevaba. - Demonios- murmure, fulminándolos con la mirada. Ellos rieron. -Lo siento, preciosa- hablo el muchacho de ojos azules, me guiño un ojo. -Idiota ¡Mira por donde caminas! – exclame, molesta. El chico que emprendió su camino nuevamente, regreso. - ¿Qué has dicho? – espeto muy cerca de mí. Tragué duro- Mira por donde caminas- repetí. -BUU- abuchearon sus dos amigos. -Cállense- les dijo, devolviéndome su atención- Si te disculpas ahora me olvidare de como me has llamado, de lo contrario te hare desear no haber nacido- me amenazo. Solté una risita, nerviosa- ¿Disculparme, yo? Aquí el único que debe disculparse eres TÚ- dije, haciendo énfasis en el ultimo pronombre. El muchacho ladeo una sonrisa que advertía problemas. -Ya veremos. Adiós, preciosa- dijo, marchándose. Fregué el papel sobre la tela de mi camisa con frustración. - ¡Esto no sale! – proteste, arrojando el papel al cesto. -Calma- me tranquilizo, pasando una mano por mi espalda. Tras el incidente me encerré en el baño, primero para gritar un par de improperios y segundo para intentar sin éxito alguno quitar la mancha de mi camisa. -Ese imbécil…- comencé entre dientes. -Oye, acabas de hacerle frente- dijo. - ¿Cómo no? Derramo el batido sobre mi- señale, irritada.  Tamara chasqueo los dedos frente a mí, esperando a que reaccionara. -Hello, acabas de enfrentar al rey de los chicos más populares. Eres la primera mujer que no cayó ante su sonrisa y sus ojos azules Apoye las manos en el lavabo, viéndola a través del espejo. -No soy como la mayoría de las chicas que asisten aquí- le recordé, exhausta. -Lo sé, y por ello, te hará la vida imposible -Eso si puede conmigo- dije, desafiante. Una vez estuve en casa arrojé mi mochila en el sofá y fui directo a la cocina, abrí la nevera. Tome un pote de helado sabor chocolate. Mis padres no iban a estar en todo el fin de semana, así que, me tocaba hacer las compras en el super. Me cambié el uniforme, el cual era como el traje de un prisionero, porque eso era la escuela para mí, una prisión de adolescentes. Me puse un short azul oscuro y una blusa negra. Cogí las llaves, la cartera y emprendí el camino hacia el supermercado más cercano. Metí en el carro dos cajas de cereal mix y continué el paso con los ojos en los productos de la góndola cuando choqué con otro carro.  -Lo siento-dijimos al unísono. Mis ojos se toparon con unos azules. -Ah, eres tú- dije, con desdén. Regrese mi vista a la góndola de jaleas. - ¿Qué haces aquí? ¿Me estas siguiendo? – pregunto. Solté una carcajada- Ya quisieras, estoy de compras Ojos azules estaba a punto de hablar, pero se vio interrumpido por una niña rubia de ojos verdes, seguida de una mujer de unos cuarenta y tantos de años. -Christian, no vuelvas a dejar a Lottie sola- lo regaño esta última. -Perdón, Amanda- se disculpó Christian rodando los ojos, la señora lo fulminó con la mirada antes de poner su atención en mí. -Tendrás que perdonarlo, nunca es amable con el prójimo ¿Cómo te llamas, cariño? -Anabel -Es un placer, Anabel- me regalo una sonrisa, amable. - ¿Chris, ella es tu novia? -le pregunto Lottie, inocente. Christian y yo intercambiamos miradas de disgusto. -Por supuesto que no- respondió, viendo a su hermana. Entonces, supe que era el momento de irse. -Sera mejor que siga, fue un placer conocerlas- les dije con una sonrisa a Amanda y a Lottie. -Y a mí, ¿no? – protesto Christian haciendo un mohín, el cual ignore para dirigirme a la próxima góndola. 
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