Mientras pensaba en todo lo que había sucedido mis ojos comenzaban a cerrarse poco a poco aferrándome a una almohada, quería desaparecer de este lugar, cada día me sentía más desesperado.
*************
Creo que las horas pasaron, la puerta había sido abierta sin que me diera cuenta. Mis brazos fueron tomados con fuerza haciendo que despertara del susto.
— No! ¡Déjenme! — Comencé a gritar agitándome entre sus manos.
Los hombres fornidos no decían nada mientras yo seguía luchando.
— Deja de resistirte! ¡El señor ha ordenado verte!
— No! Va matarme! ¡Por favor! — Gritaba desesperado, mi corazón latía con fuerza sintiendo el pulso como ahogaba mi garganta.
— Eso depende de ti, pequeño. — Dice con una sonrisa malvada, logrando que sintiera corrientes eléctricas como rayos en toda mi columna vertebral.
— Lo siento! ¡No quise estar allí! ¡Por favor!
Mientras íbamos saliendo de la habitación donde me encontraba, los hombres ya no respondían.
En este momento estoy seguro de que este no es el lugar donde debería de estar, toda mi vida pasaba por mi mente como si me despidiera de ella, ¿me pregunto por qué? ¿Cómo mi padre fue capaz de hacerme tal cosa? ¿Dónde está el amor sanguíneo que debería protegerme y no exponerme a tan terrible situación? Mi corazón bombeaba cada vez más fuerte mientras estos dos grandes hombres me sostienen de ambos brazos arrastrándome a la habitación de su señor, el hombre que temo, quien podría aniquilarme en cuestión de minutos si lo quisiera, no importaba que tanto les rogaba que me soltasen, nada parecía hacer para evitar que llegara este momento.
Solo que ahora me encontraba frente a una gran puerta enmarcada con rostros de tigres mostrando unos colmillos feroces, sabía que se trataba de la habitación de ese hombre. Mis piernas tiemblan al momento que ésta es abierta por una persona con el ceño fruncido al verme, como si me odiara, ¿por qué lo haría? Si me convirtieron en un esclavo mientras éste se veía que disfrutaba de la libertad, era el momento que no tenía nada que pudieran envidiarme.
— Así que eres tú. — Dice haciéndose a un lado permitiendo que los hombres entrarán arrastrándome.
— Por favor por lo que más quieran no me dejen aquí! — Gritaba mientras me soltaban en medio de la habitación.
El hombre se encontraba de espalda mirando hacia la ventana la oscura noche.
— Fuera. — Se oye su voz potente sin que girara siquiera, los hombres obedecen de inmediato mientras yo los veo con súplica.
Solo podía pensar una cosa, fue un gusto vivir en este mundo, pero esta noche terminaba mi existir.
El silencio se hizo en la habitación, yo seguía temblando echado al piso mirando al suelo, no me atrevía a posar mis ojos en él. Qué hará conmigo, me imagino que descubrió que lo vi todo y también me matará de la misma forma.
— Así que... — interrumpe mis pensamientos haciendo que mi corazón diera un salto y dejara de respirar de inmediato. — saliste de tu habitación.
— Lo siento! ¡No lo volveré a hacer! ¡Por favor no me mates!
Escucho como aclara la garganta y aún no gira siquiera a ver y deleitarse de cómo me encontraba suplicando.
— Quién es tu aliado?
— Qué!?
— Quién fue el que te dejó salir?!
— Nadie! ¡Lo juro! Yo... yo solo lo hice.
— Mmmm ya veo. — Y mientras hablaba gira a verme con los ojos penetrantes, sin expresión alguna, bajo la cabeza de inmediato — De pie.
— Por favor! ¡No lo hagas! ¡Prometo hacer lo que sea!
— Ya cállate! Ponte de pie.
Con mis rodillas temblorosas comienzo a obedecer a su orden, no quería levantar la mirada, sabía que no le gustaba que lo vean.
Sin decir otra palabra camina hasta un sillón de roble, se sirve una bebida en una copa para luego tomar asiento. Nunca me había sentido más incómodo.
El silencio continuaba en la habitación hasta que es interrumpido con una música lenta. ¿¡Qué es esto!?
— Quítate la ropa. — Me ordena, mi corazón late con fuerza, me ha llegado el momento. ¿Cómo podré salir de esta? Abusará de mí y terminaré asesinado al final. Mis ojos formaban lágrimas, pero mis músculos seguían quietos sin reaccionar a tal orden. — ¿Acaso, no has dicho que harías lo que fuera?
¡Mierda! Necesito cerrar mi boca, pero que más podía hacer, morir lentamente sintiendo dolor en sus manos no era una opción.
— Por favor, no... — Suplico con la voz baja rendido.
— No qué? — Dice y se bebe el líquido de la copa.
— ¿Se que vas a matarme, puedes hacerlo sin que sienta dolor? — Mis lágrimas comenzaron a caer sobre mis mejillas y abrazo mi cuerpo.
Poniéndose de pie camina quedando frente a mi haciendo que su perfume chocara contra mi nariz.
— Quién te ha dicho que puedes llorar? — Dice llevando sus dedos sobre mi mejilla esparciendo las gotas de lágrimas.
— No me toque! — Grito en reacción a su toque arrepintiéndome al momento de hacerlo.
De repente siento una presión en mi cuello haciendo que levantara la vista posándome en sus ojos. Mi corazón bombea más fuerte, con solo verlo y sentirlo cerca mis piernas pierden fuerza, como puede lograr tener ese poder en mí, sin siquiera hacer algo más.
— La única persona que puede tocarte soy yo.
— No! — la presión de sus dedos se ajusta haciendo que sintiera más dolor.
— Me perteneces! ¡Todo lo que eres, es mío!
— No soy tuyo! Suel-- suéltame! — Gritaba como en ahogo, tomando sus manos lucho por apartarlo de mi cuello, pero es fuerte, sus ojos seguían en los míos, su nariz se arrugaba de ira. Sabía que en cualquier momento recibiría un golpe de su puño, pero ¿qué hacía? seguir luchando o mantenerme débil ante él, cualquiera que fuera mi decisión terminaría lastimado. He suplicado todo este tiempo, ¿no debería de empezar a luchar?
— Serás libre. — De un momento esas palabras salieron de su boca haciendo que nuevas lágrimas salieran de mis ojos, jugando con mis emociones. — Si realmente fueras inteligente.
— Qué?? — Pregunto al sentir como sus dedos pierden fuerza dejando mi cuello. Con mis manos acarició dónde tenía presionado sus dedos aclarando mi garganta. Camina unos pasos dándome la espalda para luego girar y llevar sus manos a su bolsillo.
— He pagado una suma importante por ti. ¿No crees que debes saldar esa deuda para ser libre?
— Yo... ¡No pedí que lo hicieras!
— Entonces, ¿crees que hubieras estado mejor con esos cerdos?
Mis ojos se abren en gran manera recordando ese momento que oía como ofrecían sus dineros por mí. Tal vez era cierto, en este momento si no me hubiera comprado ya sería un juguete maltratado.
— No tengo dinero... — Digo susurrando.
— Crees que lo necesito? — lanza una pequeña risa haciendo que lo mirara a los ojos, pero luego las aparto bajando la mirada. — Cuando estés conmigo jamás vuelvas a hacer eso.
— Que cosa? — Pregunto sin levantar la mirada.
— No mirarme.
— Leo me ha dicho lo que haces si alguien te mirara.
— Quien mierda es Leo?! — Escucho su voz molesta.
— Un-- un amigo... — tartamudeo de miedo.
— No vuelvas a nombrar a nadie! ¡Solo tendrás mi nombre en tu boca!
— Si se-- señor... — ¿Que estoy haciendo, por qué lo hago? ¿Me estoy rindiendo? Pero ha dicho que seré libre si soy inteligente. Contradecirlo le pone furioso, ya suficiente miedo le tengo, es verdad, debería de ser más inteligente.
— Señor? No quiero oír esa palabra en ti.
¡Que carajo le sucede! ¡Esto no es bueno! Cómo debería llamarlo, ¿amo? ¿Su majestad? ¡¿El señor de los anillos?!
— Eric, llámame Eric. — Con solo oír su nombre una corriente eléctrica sube en toda mi columna.
— No puedo hacerlo... — Claro que no puedo! ¡Con solo oírlo casi me hago pis que sería decirlo!
— Quieres ser libre, ¿no?
Camina unos pasos devuelta acercándose a mí. Asiento con la cabeza y una sonrisa de costado se dibuja en su rostro haciendo que todo mi cuerpo temblara.
— En verdad no puedo... — Por qué me estoy relajando? Pero tenerlo cerca hace que me rindiera y dejara de luchar.
— Dilo. Eric. — Dice con una voz grave y penetrante que mis sentidos se pierden.
¡Que mierda! ¡Esto que sucede con mi cuerpo! ¡Es un hombre, maldita sea! ¡Un mafioso! Pero hasta ahora no me ha dicho que me tomará como su juguete s****l, así que todo esto se vuelve más extraño.
Intento abrir mi boca para pronunciar ese nombre, ni siquiera mi primera palabra me habrá costado tanto como ésta.
— E-- respiro profundo por qué me pasa estas cosas! — Eric. — Mis ojos se cerraron bruscamente al sentir que mis labios fueron sellados con otros. Suaves y carnosos... ¡labios! ¡Este maldito mafioso me está besando!