PRÓLOGO

552 Words
—Papá, ¡esa mujer no es Miranda!, ¿por qué estás con ella? —dijo Adam Jr —Creo que no te debo explicaciones, hijo mío, tu mamá tiene compañía, creo que yo… también merezco tenerla, ¿no crees? —Oye padre, pero Miranda es tu Sugar baby, pero esta mujer… por Dios papá la conozco… ¡Es Adalisse la mejor amiga de mi mamá! —Padre, yo no estoy de acuerdo, tú amas a Dianne y esto solo hace que se aleje cada vez más de ti —hablo Joseph Carter, su primer hijo Adam se indignó y les grito fuerte —¡Pues me vale un pepino lo que ustedes piensen!, ella se fue con… ese italiano de mierda, yo también tengo derecho a rehacer mi vida, ¡lárguense de aquí!, ¡déjenme tranquilo! Su hijo mayor Joseph Carter se le acercó y le susurro —Tú amas a Dianne como ella te ama, ambos se están comportando como unos idiotas, porque tú siendo el más maduro dejas de hacer estas escenitas y la buscas dejando tu orgullo atrás, sabes que la amas, yo sé que la amas, ustedes son el uno para el otro, solo te aviso porque si ella da el paso decisivo y tú la conoces cuando ella lo dé, jamás da vuelta atrás y si la dejas ir, se irá para siempre, solo piensa en eso, padre, yo me hice a un lado para que ustedes se amen y sean felices, ¡no desperdicies tantos años de felicidad! Adam observaba a su hijo mayor, tenía toda la puta maldita razón, amaba a Dianne, pero... dejar su orgullo herido atrás era duro, bajo su mirada sin decir nada y Joseph solo dijo antes de irse. —Solo te advierto algo padre mío, si Dianne se va, yo también desaparezco de tu vida con mi familia, porque lamentos no quiero escuchar, ella a pesar de ser menor a ti, siempre ha demostrado fortaleza y más que todo amor para ti, siempre lo ha hecho, sobre todo y sobre todos, no creo que la terquedad sea más fuerte que el amor y te aseguro que ella, ya tomo su decisión, pero espera saber de la tuya y de eso depende tu felicidad papá, ojalá no te arrepientas si te equivocas Sus otros tres hijos lo miraban tristes y se fueron con Joseph, lo dejaron solo parado allí en ese restaurante, mientras Adalisse solamente se le acercó diciendo. —Adam, mejor me voy, piensa en lo que te dijo tu hijo, estas conmigo por despecho nada más, porque dormido la llamas siempre y eso se llama amor, adiós y búscala Allí se quedó mirando a esa mujer que lo acompaño y también se fue, otra vez solo, pago la cuenta y regreso a su casa, al entrar solo había silencio, soledad, en ese momento hablo. —¿Dónde estás amor? Te amo, te necesito, ¡no puedo vivir sin ti!, creí que lo lograría, pero ¡es una maldita mentira! No puedo… ¡No puedo, maldición! Se levantó agarro las llaves de su auto y salió en medio de la noche, lo que se escucharon fueron los chirridos de las llantas del auto que se iba llevando consigo a un hombre desesperado por recobrar su vida y su amor.
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