Capítulo Dos: Olores.

1882 Words
La última expresión grabada en el rostro de Jake, fue suficiente para lograr asustar a todos, su muerte fue tan grotesca que no salía de las mentes de ninguno allí presente. En especial de los pensamientos de Nina, quien se hallaba profundamente afectada por lo sucedido, no podía ser posible, sus ojos debieron haberle dado una mala pasada, no podía ser cierto que él estuviera muerto. No, no podía ser verdad. No llevaban allí ni un día completo y ya habían perdido a uno de sus compañeros. Una desgracia total. La criatura que le atacó parecía rondar por doquier. Ella quedó sola, pensando que sus compañeros no habían quedado en mejores condiciones. Tomó su móvil mientras se hallaba escondida en un casillero, sin poder soportar más tiempo el estar sin saber nada de sus amigos. En su carrera le habían enseñado muchas cosas, todo menos a cómo saber sobrellevar una situación como esa, la muerte de un compañero.  Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras escribía a Raechel si se encontraba bien, y solo esperaba que tuviera el teléfono en silencio, pues de lo contrario, estarían en problemas, y no quería ser la causante de ninguna otra muerte cercana. Mientras estaba allí sola, en medio de la nada, con un hedor casi insoportable al moho que cubría casi todo por completo, solo podía pensar en que desearía estar con sus padres en una tranquila cena domingo por la noche. Pensó si podría siquiera volver a tenerlas alguna vez. Apenas pudo enviar el mensaje, pegó el dispositivo a su pecho, ella solo se había quedado con una libreta llena de anotaciones y los guiones que harían en cada parte del documental. No había suficiente luz como para escribir algo, pero lo intentó en compañía de la luz del móvil. Lo que escribió fue simplemente su experiencia hasta ese momento, lo insegura que se sentía, lo llena de miedos que estaba. Mientras intentaba escribir algo coherente, escuchó un ruido cerca de donde ella se encontraba, por lo que apagó la luz del móvil, sin querer levantar sospechas de ninguna clase. El corazón comenzó a latirle desesperado, sin poder dejarla en paz. Parpadeó varias veces, buscando algo que le diera alguna pista, sobre lo que podría hacer en caso de que la bestia estuviera acechándola como había hecho con Jake. Se quedó muy quieta, sin querer moverse, puesto que no tenía idea de si estaba en compañía o no. Su teléfono vibró en el muslo, avisando que tenía una nueva notificación, razón por la cual estuvo muy nerviosa en su lugar, comenzando a temblar ligeramente. Estuvo por un rato más en silencio, pero solo escuchaba pisadas de vez en cuando. El lugar al que había corrido se trataba de un piso superior al patio interno donde se encontraban antes, de modo que no sabía si las pisadas podrían ser de la bestia o de alguno de sus amigos. Como pudo tomó fuerzas y caminó fuera del casillero, salió de allí de un salto, haciendo un poco de ruido ya que había un pequeño charco de agua, así que las gotas que salpicaron parecieron hacer eco alrededor de toda la sala donde se encontraba. El lugar era oscuro, así que solo veía un poco de las cosas que se hallaban cerca de ella, de repente el relieve era lo único que podía distinguir con claridad. Quiso con todas sus ganas saber si se encontraba sola o no, pero no pudo ser posible, sus oídos eran el único sentido del que dependía en aquel momento.  Quiso caminar unos cuantos pasos, pero con cada movimiento que hacía parecía que el eco aumentaba, y el silencio lo único que le producía era una especie de ansiedad terrible. Tragó con fuerza, pero continuó con su andar, solo hasta que pudo ver el mensaje que le envió Raechel de vuelta, este ponía: "Hay más de uno, ten cuidado". Cuando vio eso, el miedo le recorrió como una especie de corrientazo por todo el cuerpo, no podía creerlo. Ni siquiera sabía de qué se trataban dichas bestias, parecían lobos, pero no podían estar seguros. Respiró profundo una vez más, saliendo de la sala donde se encontraba, y fue cuando vio de lejos varias formas gigantes moverse de un lado al otro con extrema precisión. El miedo le invadió por completo, queriendo correr, gritar, estar con sus amigos, pero en cambio, se quedó nuevamente paralizada, no era alguien que pudiera ser en extremo valiente, mucho menos en momentos como esos. De repente, sintió un toque en su hombro que le hizo voltear de inmediato, con los ojos cristalizados y a punto de soltar un grito bastante agudo para intentar salvarse.  Se calmó cuando el perfume de Zaryn se hizo presente, este le tapó la boca, sabiendo que era probable que gritara a todo pulmón, pues era muy nerviosa. Cuando estuvo en sus brazos, lo único que pudo hacer fue abrazarse a él, sin dejar de pensar en que pudo haber muerto. ─¡Santo cielo, menos mal estás aquí!─ dijo ella, por fin pudiendo respirar con un poco más de calma. ─Shh, silencio─ espetó este, ya que estaban prácticamente rodeados por esas criaturas, a un paso de la muerte segura, ya que no sabían sobre sus intenciones. De repente, pudieron percibir que se comunicaban al olfatearse, como los lobos o los caninos, algo que les hizo erizar los vellos de todo el cuerpo. Es decir, que podían seguro saber dónde se encontraban sin necesidad de verlos o escucharlos. Eso complicaba las cosas más de lo normal. Los estaban cazando, y apenas en ese segundo fueron conscientes, se estaban acercando cada vez más, como de seguro habían hecho con Jake. El nerviosismo atacó el sistema de ambos compañeros, así que Zaryn tomó una de las copias de los planos y la analizó, encontrando los ductos de ventilación cerca del suelo, esa sería su única salvación por el momento. La entrada más cercana estaba atravesando el pasillo, casi al final de donde ellos se encontraban, el único peligro era caer, ya que el suelo estaba de verdad muy húmedo y era pura madera. Rechinaba también, y eso enviaría alertas a cualquiera, por lo que debían moverse con toda la calma que pudieran sin ser directamente vistos, lo que sería un desastre mayor al que ya estaban presenciando. Como pudieron, se recostaron de la pared, llevando las columnas con ellos por si acaso el suelo se desplomaba, estaban tomados de las manos, esperando de verdad no morir en el intento. Zaryn mantenía la calma, contagiando a la chica a su lado. Al llegar al final del pasillo, a apenas unos cuantos pasos, habían dos criaturas peludas moviéndose de un lado al otro, algunas subiendo y bajando por medio de unas escaleras bastante deterioradas allí dispuestas. No querían ser vistos, por lo que ambos pusieron todas sus fuerzas en una sola cosa, intentar abrir la rejilla del ducto de ventilación, en primero a ver si Zaryn cabía dentro también, qué tan espacioso o qué tan insalubre estaba. Al lograr destapar sin mayor ruido la rejilla, el primero en ver dentro fue el chico, quien quedó anonadado por lo que logró ver. Habían varios huesos de animales, telarañas, moho y humedad en general que caía desde arriba. No era el lugar más apto para permanecer, pero no tenían opción.  Le hizo saber a la chica que podía pasar, pero que lo hiciera rápido y sin mirar, por lo que ella supo que lo que se encontraría ahí no sería bueno. Cuando ella se adentró, cupo perfectamente, pero casi comenzó a llorar, de lo horrible que era ese pequeño lugar, tan estrecho y lleno de óxido.  Se preguntó si Zaryn, siendo tan fornido cabría por ahí, pero a medida en que avanzaba por el pequeño túnel, dándole espacio a él de entrar también, sentía que estaba muy debilitado, creía que en cualquier momento caería al suelo sin protección. Cada vez que avanzaba un poco más, sentía cómo el ducto se movía de maneras poco normales, pero fue cuando llegó a la primera encrucijada. Volteó a ver si su amigo había logrado entrar, y en efecto, pudo hacerlo, pero muy incómodo, aunque no tenían escapatoria, le preguntó qué podía hacer, hacia dónde tendrían que tomar para poder estar más a salvo. Él le respondió que por donde viera menos humedad, y ese camino era la vertiente a su derecha, la cual siguió con el mismo cuidado que antes. Al principio, sintió que la estructura se caería, ya que comenzó a balancearse de un lado al otro, como si alguien estuviera jugando con el ducto en general.  De repente escucharon un aullido bastante fuerte proveniente de donde ellos habían entrado, algo que les generó un miedo terrible, haciendo que avanzaran con mayor rapidez de la que habrían querido, decidieron bajar en la otra encrucijada, sin saber a lo que se podían estar enfrentando. De todos modos, estaban juntos, y eso era lo más importante. No sabían sobre la ubicación de los demás, pero por lo menos Raechel estaba bien y alerta a su alrededor, como la mayoría de las veces, era una chica bastante fuerte y muy bien preparada para enfrentar cualquier situación. Siempre la había admirado, no solo como compañera, sino como amiga y como mujer. Ambos avanzaron un poco más hasta dar con una de las salidas de los ductos, estaba sin rejilla, por lo que tomaron la oportunidad de salir al no tener rastros acerca de las bestias que aparentemente querían cazarlos como a presas en plena jungla. No permitirían que los asesinaran así, por lo que juntos lograron encerrarse en una de las estancias, tratando de no hacer demasiado ruido como para levantar alerta en ninguna de estas criaturas. Ambos tenían una sed terrible, pero no era como si pudieran siquiera tragar, sin embargo, lo intentaron. Sacaron de sus pequeños bolsos de viaje las botellas que contenían el vital líquido. Se habían preparado de la mejor manera. Lo único en lo que podían pensar era en reencontrarse con sus amigos y salir disparados de allí. Ese lugar tenía unas vibras bastante pesadas, muy aparte del abandono y de los bichos raros que habitaban dentro. La decoración parecía casi fúnebre, y pensar que se trataba de un hospital psiquiátrico solo lo hacía mil veces peor. Nina volteó a su alrededor, tratando de buscar algo que le diera algo de paz, y lo que se encontró fueron distintos diarios, distintas anotaciones regadas por doquier en el suelo, una buena señal, ya que tanto ella como Zaryn amaban los casos sin resolver y leer sobre el pasado, más so lo que estaban viendo era el mismo lugar donde las personas antes pasaron sus últimos días. Algunas leyendas rezaban que las almas en pena de ese hospital solían salir en las noches, gritando por ayuda, sin poder transitar el paso hacia la luz, pero esa noche lo confirmarían. Se acercaba cada vez más la tarde y el hambre también les estaba pasando factura, pero comer en un lugar así era casi imposible, el hedor, el miedo y las malas condiciones no dejaban a nadie disfrutar de algo como eso. ¿En qué se habían metido? Era, en efecto, el caso más complejo al que se habían enfrentado en toda su carrera.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD