Estábamos en un lugar llamado Tianjin luego de haber tomado un taxi en el que estuvimos por un alrededor de tres horas. Durante ese tiempo solamente intercambiaron palabras Al y el conductor por unos pocos minutos al inicio del recorrido, y luego al final. Yo no podía hablar, las manos me temblaban y cuando pensaba en lo que había hecho no podía respirar. Fue un momento en que no pensé lo que hacía, simplemente actué, me lancé a ello por miedo, porque no deseaba que le hicieran daño a mi compañero quien no dejaba de culparse por haber pecado de confiado. Así, terminamos cerca de un gran puerto usando gorras oscuras y siendo muy precavidos, como también muy silenciosos. —¿Crees que los maté? —pregunté de nuevo, porque mi mente no dejaba de ir allí después de revolver todos mis recuerdos v