ELY.
Sube al auto y observo como después de un rugido del mismo nos ponemos en marcha.
—Gracias —digo bajito y sin mirarlo.
—No tienes que agradecer, no podría dejarte así, mojada —mi mente procesa esas palabras de forma inapropiada haciendo que abra los ojos y mis mejillas se calienten sin permiso, él sonríe de lado mientras vuelve a mirar al frente sin darse cuenta de lo que ha hecho su afirmación en mi cabeza, creo que no debo hablar más con Julia daña mi mente.
—¿A dónde te llevo? —cuestiona cuando llegamos a un semáforo y su mano va a un botón en el panel y me doy cuenta de que es el aire acondicionado haciendo que el auto tenga una temperatura agradable.
—Al este, Glendale —digo y él asiente poniendo mis indicaciones en el GPS.
Seguimos en silencio mientras miro a través de la ventana las luces de la ciudad e intento calmar las emociones que sin querer me produce mi acompañante, me recuerdo que es un imposible y peor aún, siente algo por mi jefa.
—Y cuéntame Elizabeth, ¿hace cuánto trabajas para los Williams? —pregunta rompiendo el silencio y hace que gire mi rostro hacia él con rapidez, pensé que iba a ignorarme, me aclaro la garganta y me acomodo mejor en el asiento, pasando mis manos por mi pantalón de vestir n***o.
—Yo… hace casi dos meses —respondo mientras él se gira para verme, no entiendo por qué genera estas emociones, solo es la segunda vez que lo veo. “Claro, es la segunda vez que miras a un hombre como él y aún mejor estas en su auto” me recuerda mi mente.
—Es tu primer trabajo, digo te ves muy joven —continúa la conversación.
—Si, lo es, me servirá para mis estudios —veo que llegamos a mi calle.
—Es ahí —a punto con mi dedo, dos casas más adelante, donde está ubicada la mía y él disminuye la velocidad para estacionarse al lado de la acera, sin dejarme pensar, el señor Black baja del auto y camina en dirección a la puerta de mi lado para abrirla, no sé cómo sentirme, nunca nadie había tenido ese gesto conmigo y se siente… bien. Me giro para verlo y él me muestra esa radiante sonrisa que hace que mis mejillas se calienten, extiende su mano hacia mí y no me queda más remedio que tomarla, no puedo hacerle un desplante, toma mi mano con gran delicadeza y creo que me desmayaré, es un caballero de esos que ya no existen.
—Le gustaría tomar algo —le invito en agradecimiento mirando en dirección a mi casa, es algo que mis padres me enseñaron y por más que me desconcierten las emociones que me genera el hombre frente a mí, debo corresponder la amabilidad de traerme a casa, el señor Black mira su reloj y luego en mi dirección.
—Está bien, aún tengo algo de tiempo, después de ti —asiento para encaminarme a la casa, intento abrir la puerta, pero confundo la llave un par de veces, y es que como no hacerlo si el hombre a mi lado tiene su mirada fija en lo que hago.
—¡Ya está! —digo con emoción al oír el clic de la puerta, arrancándole una pequeña risa a mi acompañante.
—Pase por favor —apunto a los muebles mientras dejo mis cosas en el pequeño closet de la entrada, noto como camina observando todo.
—¿Desea un café, un refresco? —
—Agua, por favor —pide y tomo una botella de la nevera.
—Arquitectura —le escucho decir cuando llego a la sala y lo encuentro mirando los planos en la mesa y unos cuantos libros del tema.
—Sí, voy en sexto semestre —digo acercándome unos pasos para entregarle la botella, levanta ambas cejas con sorpresa.
—Sabes, soy arquitecto — habla después de un corto silencio, toma asiento y su mirada vuelve a fijarse en los planos.
No podría haberlo adivinado, es una gran casualidad que sea arquitecto, me pregunto en qué mundo vivo para no saberlo. “¿en tus estudios?” cuestiona mi mente.
—También fui a UCLA —pronuncia sonriendo y sé que puede ver el nombre de la universidad en mi agenda —me gradué hace cuatro años.
“¡Oh!” digo en mi mente, nunca habría imaginado tener cosas en común con él.
Comenzamos una conversación amena de su tiempo en la universidad, le hablo un poco de mi vida en la universidad, él escucha con atención cada palabra, haciéndome sentir cómoda.
Él por supuesto que era el chico popular, capitán del equipo de Futbol americano, amigo de los maestros “cool” y de todos, seguramente salía con las chicas más hermosas de la universidad, así como también era admirado por las chicas como yo.
—Bueno, Elizabeth, debo irme, tengo un viaje a España esta noche, pero me encantaría ayudarte con tu examen de historia de la arquitectura y en lo que necesites, me has llevado a hace cuatro años y me has hecho olvidar… —se queda en silencio y me pregunto qué era lo que iba a decir.
—No quisiera ser una molestia —muerdo mi mejilla por dentro, no debí decirle que se me ha complicado esa materia por varios motivos.
—No lo serás —niega con la cabeza mientras toma mi teléfono y escribe algo en él, sus movimientos son tan sorpresivos que no me dan tiempo de reaccionar.
—Listo —dice mientras suena una notificación en su teléfono, lo toma y escribe algo en él —Te tengo —afirma mostrando mi nombre junto a mi número de teléfono en la pantalla de su móvil.
—Te escribiré y haré que todo sea más sencillo —no sé exactamente a que se refiere.
—Gracias señor Black —digo al verlo caminar a la puerta.
—Oh, no —se echa a reír —, Elizabeth, según me acabas de decir, solo soy seis años mayor que tú, elimina la palabra señor cuando hables conmigo —, o dime, ¿te parezco un señor? —cuestiona divertido y yo niego con la cabeza.
—Entonces solo dime Alex. Aclarado el asunto… te veo después —asiente y me regala una sonrisa desde la puerta para posteriormente cerrarla, suelto un hondo suspiro, no sé qué acaba de pasar, él habló conmigo y fue como si me conociera desde siempre.
—¡Achu! —me fijo en mi ropa y aún siento húmedo mi pantalón, camino a mi habitación para cambiar la ropa ya no tan húmeda por mi pijama, escucho que mis padres llegan, seguramente mi padre fue por mi madre a algún evento.