Deseo… deseo… deseo.
En estado puro, se dejaron fluir, entregados al momento. Su boca era el cielo, sus labios inquietos y a la vez tímidos, eran su paraíso. Sentía su entrega, como su cuerpo de dejaba llevar por él, por lo que sentían, si bien no eran unos enamorados empedernidos, sentían una fuerte atracción, magnetismo. La tomo por la cintura y la pego más a su cuerpo si eso era posible, sintiéndola a lo largo del suyo, Candela era bajita en comparación con él, justo allí de esa manera, podía sentir cada extremidad, cada fibra sensible de su ser, esa posición le gustaba, lo llamaba, lo incitaba a seguir, a dejarse llevar por el fuego en su mirada, porque eso era ella, Fuego. Fuego ardiente.
La respuesta a sus besos lo tenía delirando, le chupaba los labios, tiraba de ellos suavement
