Capítulo 1

3178 Words
El instituto Liceo del Norte fue creado para ser un colegio élite, aquí son formados los estudiantes con un gran coeficiente intelectual, reconocido a nivel mundial por ser el más estricto. Aunque, los estudiantes murmuran que guarda un gran secreto, ya que algunos han podido observar pequeñas cosas que parecen sacadas de una película de ciencia ficción. Algunos se atreven a afirmar que es un colegio creado por el gobierno para ocultar estudiantes que vienen de otros planetas para humanizarse y cumplir misiones, otros le temen a un escuadrón que se ha creado en el instituto llamado "Grupo guía", conformado por los alumnos más destacados del colegio, estos vigilan a los estudiantes y que todo esté bajo control, pero su forma de vestir (que  es de color n***o), además, su rara forma de actuar en el instituto alimenta a estos rumores de los estudiantes extraterrestres. Aunque todo queda en murmullos, ya que al parecer hay alguien o algo que siempre acaba con ellos desde la oscuridad. Adele había comenzado su segundo año en el colegio Liceo del Norte, fue aceptada sin ningún problema porque anteriormente estudió allí cuando era muy pequeña, ocurrió antes de mudarse al extranjero donde estudió en un internado muy prestigioso. No estaba muy alegre de volver al Liceo, prefería estar en un lugar solo, sin tener que estar rodeada de personas, eso la hacía sentirse más invisible de lo que era, y cuando tenía la oportunidad de hablar con alguien siempre le preguntaban por su pasado, no sabía si contar la verdad o simplemente esquivar la pregunta, odiaba tener que hablar del accidente que le había borrado su memoria. Estaba sumergida en sus pensamientos mientras miraba por la ventanilla del carro e iba rumbo al Liceo, podía apreciar a los estudiantes uniformados que caminaban por el andén, amaba ver las hojas secas caer lentamente al suelo y ese hermoso viento que las acariciaba y jugaba con ellas. Adele dejó salir un suspiro que empañó el vidrio, poco a poco se daba cuenta que su recorrido matutino se estaba finalizando, dentro de fracciones de segundos estaría frente al gran portón abierto de aquel instituto. Al bajarse del auto n***o observó a un grupo de chicas que tenían un uniforme diferente al suyo, aquellas jóvenes miraban con impresión a los estudiantes adentrarse al Liceo. —¡Qué envidia! —exclamó una joven. —Quisiera estudiar aquí, sólo mira ese hermoso uniforme —dijo otra. —Si mis padres tuvieran el dinero para pagarme la colegiatura... —murmuró una estudiante que iba con ellas. —Aunque nuestros padres tuvieran el dinero, —comenzó a decir otra chica— ¿cómo podríamos pasar el examen de ingreso? Adele dejó salir un suspiro: “Soy una mala persona, aquellas chicas quisieran estudiar aquí y yo quejándome porque no quiero estarlo... —pensó, y después entró— como me gustaría tener a algún amigo con el que pudiera estar mientras espero a que suene el timbre para dirigirme al gran salón”.   Siguió caminando por un gran pasillo del bloque de arte donde escuchó una melodía de piano. —¿Beethoven?, "Für Elise", ¡vaya que lo toca a la perfección! —caminó a grandes zancadas y miraba por las ventadas de los salones hasta llegar a uno de puertas francesas, vio a un joven de cabello castaño y piel blanca, estaba totalmente vestido de n***o, en el salón únicamente se encontraba él y el gran piano, el joven tocaba ágilmente el instrumento ¡y con los ojos cerrados!, eso impresionó en gran manera a Adele, la melodía era como sacada del cielo, además, ella amaba a Beethoven y aquella melancolía que impregnaba en sus notas. Sin darse cuenta, Adele estaba en el marco de la puerta concentrada en aquella melodía, su cuerpo se mecía a los lados y sus manos se entrelazaron entre sí y reposaron en su pecho, hasta que se aterró al escuchar el timbre y el joven dejó de tocar. Aquel chico pudo sentir la aguda mirada de Adele y volteó a ver la puerta, quedó aún más aterrada al ver aquellos ojos de color esmeralda clavarse en ella. —¡Ah...! Yo, yo, so-lo es... —observó aquel escudo en su hombro, era un guía del colegio, seguramente le pondría una sanción por estar en el bloque de arte sin una autorización— ¡Lo siento mucho! —Adele cerró fuertemente los ojos y después intentó salir, pero se chocó con el marco de la puerta justo en el centro de su frente y el eco del gran salón exageró el sonido que hizo aquel golpe, la pobre joven con su gran vergüenza salió corriendo de allí.   Ya había acabado la formación que se hacía todos los años al comenzar las clases, todos se dirigían a sus salones y los guías estaban repartidos por el colegio vigilando que así fuera. —¡Por favor...! —pensó— No quiero ver a aquel chico después de lo que me pasó, seguramente debe estar pensando que soy muy rara por lo que sucedió, que torpe soy. Adele vio a lo lejos del pasillo a una joven guía que hablaba con un chico de cabello n***o, alto, y que también pertenecía al grupo de guía. —Oh... Esa es Marcela, la joven que el año pasado se asustó después que trató de hablarme —pensó mientras detenía su paso y observaba a la joven conversar alegremente, se veían muy enamorados, Adele sabía que eran novios, siempre estaban juntos y en algunas ocasiones caminaban tomados de la mano—. Si tan sólo esa vez las cosas no hubieran resultado tan mal seguramente seríamos muy amigas hoy. Adele entró al salón y se sentó al fondo, le gustaba estar allá atrás, así el profesor no le preguntaría cosas. —Ya saben que el Liceo es un colegio bastante reconocido por ser el que tiene mejores resultados a nivel nacional y por eso este año... —explicaba el profesor. La joven miró por la ventana que dejaba ver el cielo gris y las grandes gotas de lluvia, en ese momento sus ojos recorrieron el salón y observó a sus nuevos compañeros de clase, todos los periodos rotaban a los estudiantes por distintos grados para así poder crear amistades entre ellos, eso le gustaba, siempre le tocaban compañeros nuevos y así ninguno se daría cuenta de su rareza, aunque le sorprendió ver a Marcela en el salón, pero eso no afectaba en nada, en el primer periodo del año pasado fue la única vez que estuvieron juntas, hasta ese momento que volvían a estudiar en el mismo grupo. Las dos jóvenes por un momento cruzaron miradas, después Adele se concentró en el profesor. A la salida de clase Marcela se acercó a Adele. —¡Hola! —saludó. —Ah... Hola —saludó Adele algo extrañada porque ella le estuviese hablando. —Me gusta tener a alguien que conozco conmigo en el salón —explicó la joven mientras caminaba junto a ella —Sí, yo igual. —¿Qué te sucedió en la frente, Adele? —preguntó Marcela abiertamente. —Es- Bueno, me golpee hace poco —Adele estaba contenta de ver que la conversación fluía normalmente, era como si fuesen amigas de verdad. —¡¿En serio?!, ¡¿y cómo?! —Es que soy algo despistada. —Debes tener más cuidado. Se estaban dirigiendo a la siguiente clase cuando el joven con el cual Marcela siempre hablaba se acercó a ellas. —¡Brais! —exclamó Marcela emocionada. —¿Cómo te ha ido? —preguntó el joven. —Pues... bien —Marcela sonrió y sus mejillas se sonrojaron. Adele sintió que estaba estorbando y que el momento se había tornado bastante incómodo. —Te espero en el salón de clases —le dijo a Marcela. —Bien —contestó la chica. Al estar a punto de abrir la puerta del salón de clases sintió un gran agotamiento en todo su cuerpo, su respiración se agitó en gran manera, tanto, que tuvo que empezar a respirar por la boca, ya que sentía que iba a asfixiar. Se alejó de la puerta y empezó a caminar hacia el fondo del pasillo. En eso se escuchó un gran trueno y la luz empezó a parpadear. Adele al llegar a una esquina del largo y ancho pasillo se recostó a una pared, su visión empezó a tornarse borrosa y dejó caer sus libros al suelo, poco a poco empezó a agacharse y finalmente quedó sentada, todo a su alrededor comenzó a dar vueltas y más vueltas. “¡Me siento muy mal, por favor, por favor, estoy muy asustada, alguien que me ayude!” gritaba en su mente, quería dejar salir las palabras, pero se sentía con tan pocas fuerzas que hasta sus parpados estaban cayendo. De la nada, todo se tornó oscuro y al despertarse se vio en un cuarto de hospital. Adele había pescado un fuerte resfriado, o eso fue lo que dijeron los doctores, y por dos semanas no pudo asistir a clase, aquello la entristeció mucho, seguramente se sentiría bastante fuera de lugar al volver al Liceo. Y así fue, al volver no fue capaz de dirigir palabra a Marcela, además, había algo muy extraño, la joven no entraba mucho a clase, aunque escuchó rumores de que cosas muy raras estaban sucediendo en el Liceo y la seguridad la habían reforzado drásticamente. En la hora del almuerzo le tocó sentarse en una mesa completamente sola, a unos metros frente a ella estaba Marcela con un grupo de amigos que eran del escuadrón guía, todos hablaban alegremente, por un momento Adele dejó salir una sonrisa al imaginarse tener un grupo igual al de aquella chica, pero después su sonrisa se esfumó al verse rodeada de completa soledad. Estaba almorzando tranquilamente, hasta que vio al joven que tocaba el piano acercarse al grupo de Marcela. —Tengo algo que contarles, pero es bastante privado —empezó a decir el joven, se sentó al lado de Marcela. —¿Tan importante es, Kilian? —preguntó Brais. Adele no dejaba de mirar al grupo y estos se percataron de su presencia, voltearon a verle y la joven al darse cuenta que era el centro de atención, se levantó y tomó su plato, miró a todos lados y simplemente se marchó. “Soy una tonta, soy una tonta, soy una tonta...” pensaba mientras se ruborizaba en gran manera. —Es Adele, es algo tímida —explicó Marcela al grupo. —Ya la he visto antes, en el salón de música, me observaba mientras tocaba el piano —dijo Kilian.   Era la hora de educación física, el cielo estaba gris y parecía que fuese a llover, el grupo con el que estudiaba estaba dando vueltas a una cancha, aunque Adele no podía hacer ejercicio por su recuperación, por eso mismo le tocó estar sentada en una banca. A su derecha había un grupo de jóvenes jugando fútbol en otra cancha. Todo estaba completamente normal hasta que se escuchó un gran grito: —¡CUIDADO! Adele miró al cielo y vio un balón dirigirse con gran velocidad hacia ella, todos empezaron a gritarle, si la golpease seguramente terminaría muy grave en el hospital; aunque de la nada el balón giró hacia la izquierda, como si tuviera vida propia. Todos hicieron completo silencio, fue tan evidente que había sucedido algo anormal allí que la tensión creció en el ambiente. El punto de atención fue Adele, y los murmullos empezaron a emanar; ni la propia joven supo lo que sucedió, sólo estaba ahí, paralizada, mirando a todas partes. Marcela no dejaba de observarla y decidió acercarse a ella. —¿Te encuentras bien? —le preguntó. Pero Adele estaba muy confundida con lo que había sucedido, no sabía qué decir ni cómo reaccionar. Los demás estudiantes empezaron a rodear a Adele, y la joven por un momento sintió que pudo escuchar los pensamientos de todos los allí presentes: —¿Será que ella es un extraterrestre? —¿Cómo pudo hacer para que ese balón cambiara de rumbo? —¿Tiene poderes psíquicos?   Adele se despertó en la enfermería, miró a todas partes, ¿se había desmayado? —No lo sé, creo que no fue ella, tuvo que haber sido algún estudiante que no es de aquí —explicaba Marcela a Brais, Adele pudo escuchar aquellas palabras, parecía estar hablando en clave. En ese momento el joven se percató de su presencia y le mostró una sonrisa. —Ya despertaste, ¿cómo te sientes? —preguntó. Marcela volteó a verla. —¡Menos mal! Estaba asustada, fue algo muy loco —Marcela soltó una sonrisa— ¿cómo te sientes? —Eh... Bueno, no sé qué sucedió —Adele no entendía lo que estaba pasando, ¿qué hacían ellos allí? —Bueno, debes estar pensando qué hacemos aquí, —explicó Marcela— nos mandaron a cuidarte, necesitamos saber lo que sucedió en la cancha. —¿Lo que sucedió? No lo sé, sólo vi que el balón tomó otra dirección y de la nada me desperté aquí. —¿Segura? —preguntó Brais. —Sí, bueno, al menos eso es lo que recuerdo —Adele tragó en seco cuando vio la mirada de los dos jóvenes clavada en ella. Después Brais sonrió, algo que lo hizo ver muy guapo. —Bien, creo que si ya te sientes mejor deberías volver a clases, —sugirió Brais— aunque si te sientes con dolor de cabeza, mareo... puedes seguir descansando. Adele mordió su labio inferior y después miró a todos lados, buscaba sus cosas. —Debo volver a clases —informó. Camino al salón vio que todos la observaban. —Qué miedo, es la chica extraterrestre —escuchaba los comentarios. —¿Extraterrestre? —se preguntó. Entró al salón y vio que todos quedaron en completo silencio y llevaban su mirada hasta ella, Adele mostró una sonrisa para romper el momento incómodo, aunque eso empeoró la situación: empezaron a susurrar cosas sobre ella. —¿Qué está sucediendo? —se preguntó. Todo ese día estuvo igual, lo que pasó creó unos rumores donde supuestamente ella tenía poderes y que era un extraterrestre; si antes era invisible para todos... ahora se había convertido en el centro de atención, pero porque creían que venía de otro planeta. Al llegar Adele a su casa se encerró en su cuarto y se acostó en su cama, por un momento lo que hizo fue mirar la pared blanca que estaba frente a ella, después dejó salir las lágrimas; no le gustaba que le llamaran así, en pocas palabras le estaban diciendo que era anormal. Sin darse cuenta se quedó dormida. Estaba en el techo de un edificio bastante alto, por encima de las nubes que eran iluminadas por el bello atardecer. —Quiero que nunca nos separemos, me gusta estar contigo —dejó salir un susurro. —Nunca lo haremos, recuerda lo que nos une —escuchó la voz de un joven. Adele se despertó, ya era de mañana. —No quiero ir al colegio —fanfarroneó. —¿Por qué? —escuchó al fondo. Adele se sentó en la cama repentinamente. —Alex —soltó. —¿Por qué no quieres ir al colegio?, ¿sucedió algo? —empezó la típica interrogación de su tío. —No... —Adele dejó salir una carcajada— Es que tengo pereza, —se levantó— pero creo que se me va a hacer tarde, ya se me quitó el sueño. Alex era el tío de Adele: el típico obsesivo por el trabajo, pero amoroso con su sobrina, no tenía esposa y mucho menos novia. A sus treinta años únicamente se preocupaba por ese misterioso trabajo del cual Adele no conocía absolutamente nada; aunque tenía prohibido preguntar por él. —Oye, Adele, creo que deberías… no sé, creo que... —ahí estaba, intentando darle un consejo a su sobrina— deberías hacer más amigos. Adele le mostró una sonrisa. —Yo tengo amigos, Alex. —¿Ah sí?, ¿por qué nunca los traes a la casa? —Bueno, es que... —¿Es que? —Bueno, está bien, voy a tratar de hacer más amigos; —confesó la joven sonriente— pero sabes que el Liceo es un colegio bastante estricto y no me queda tiempo de hablar con mis compañeros, siempre hay tareas y más tareas, evaluaciones... —Y se me olvida que tengo que prestarle más atención a mi vida social —terminó la oración de Adele, Alex— por favor, siempre es lo mismo; creo que a estas alturas terminaras vieja y solterona. Adele abrió su boca de la impresión y puso las manos en su cintura. —¿Sabes que acabas de herir mis sentimientos, Alex? —preguntó. Alex dejó salir una sonrisa, después lo hizo Adele— Ya... sal del cuarto que tengo que bañarme. —Espero que para la próxima vez que hablemos me muestres un amigo, y bueno, sé que es mucho pedir, pero por favor, da tu primer beso —Alex salió del cuarto. —¡Deja de bromear con esas cosas, Alex! ¡Muy pronto lo haré, pero no por ahora! —Adele cerró la puerta— Como si fuera fácil hacerlo ahora con mi apodo de la chica extraterrestre —dijo para sí. Entró al baño y se miró en el espejo por un momento, después tomó su cepillo dental y la crema de dientes, en ese instante vio que sus uñas empezaron a cambiar de color, ella algo confundida parpadeó dos veces. —¿Qué es esto? —masculló. De la nada todo desapareció, Adele no le prestó mucha atención y empezó a lavar sus dientes, dándole una respuesta rápida al inusual hecho de que era producto de su imaginación. Mientras se bañaba y sentía el agua fría caer en su rostro un pensamiento llegó a su mente: “Sabes que te amo y que por más años luz que nos separe siempre voy a estar a tu lado, por eso no pienses que nos vamos a alejar, si alguna vez, en algún remoto mundo esto llega a suceder me gustaría que mires las estrellas y recuerdes que en alguna de ellas voy a estar, por favor” sabía que esa era su voz, pero... ¿por qué llegaría a pensar eso?, no es como si estuviese enamorada de alguien y mucho menos conocía a algún chico del cual se pudiera enamorar. Sacudió su cabeza y trató de no pensar, le incomodaba tener que pensar en eso. Le molestaba que estuviera creando tontas frases de amor en su subconsciente por la insistencia que le dio su tío. “¿Alguna vez te has adentrado a un bosque? Yo lo hice una vez con mi hermano, gritamos al estar en lo más profundo, el eco se escuchó por todo el bosque, sin duda alguna fue algo maravilloso” tuvo ese pensamiento mientras iba rumbo al colegio. —¿Un bosque? —se preguntó en un hilo de voz— ¿hermano? Pero si yo no tengo hermano... Toda esa mañana tuvo varios tipos de pensamientos que no dejaban de atormentarla, en el primer descanso se dirigió al baño, quería rociarse un poco de agua en el rostro para ver si aquellos pensamientos dejaban de atormentarla. “¡Mi color favorito es el violeta, por mi cabello!” Aquel pensamiento era muy alegre. Por un momento sintió una gran nostalgia en su pecho y las lágrimas empezaron a fluir, no sabía lo que sucedía, pensaba que se había vuelto loca, pero aquellos pensamientos se escuchaban tan reales, su voz parecía ser muy sincera. Empezó a caminar por el colegio para despejar su mente y que los pensamientos se fueran, sabía que el bloque de arte era bastante solitario en aquellos días, por eso decidió pasearse por allí. De la nada, al fondo, volvió a escuchar el piano ser tocado con la misma melodía. Caminó rápidamente y vio la puerta entreabierta, se acercó a ella y dio un paso hacia adelante, pudo ver al mismo joven tocando el instrumento con los ojos cerrados, pero esta vez había una lágrima corriendo por una de sus mejillas, eso atrajo la curiosidad de Adele. Prácticamente podía sentir sus emociones transmitidas por la melodía. Por una ventana se coló un rayo de luz que acariciaba el rostro del joven. —Qué guapo —susurró Adele mientras sus mejillas se sonrojaban. Su mirada no podía apartarse de él. “Tranquilo, si alguna vez llegara a olvidarte, sé que podría recordarte con sólo volver a verte” fue el último pensamiento que llegó a la mente de Adele. Ella dejó salir un suspiro en ese instante, creyó que tal vez en alguna otra vida seguramente se había enamorado y era por eso que podía recordar las cosas que ella le decía.                          
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