Viscious (Draco Malfoy)

Dos: Lovelace

—¿Así que de nuevo eres tú? Siendo sinceros, no ha habido mucha mejoría.— se burla Malfoy en cuanto me ve entrar por el pasadizo que da a la sala común de la casa, recuperada ya mi forma original: los cabellos castaños con trazas de azul aguamarina del mismo color que mis ojos, las cejas pobladas y la piel paliducha cubierta de pecas.

El chico está solo en el sillón más largo del lugar, con un pesado libro abierto por la mitad en el regazo, y los pies sobre la mesita de enfrente. De Crabbe y Goyle ni sus luces. Tiene la voz ronca. Casi parece... Triste.

Sacudo la cabeza. Es una tontería, por supuesto. La única razón por la cual Malfoy se pondría triste es por qué algo bueno ha pasado en el mundo.

—Lo que tú digas, Malfoy. Estás frente a la única chica en todo Hogwarts que puede transformarse en una veela si se le pega en gana.—

—¿Y por qué no lo haces? Sin duda, sería más interesante de mirar que esto.—

—Por que a diferencia tuya, estoy contenta conmigo misma.— (y por qué no se como.) —¿Te has dejado a tus guardaespaldas debajo de algún puente?—

—¿Cuál será tu castigo? ¿Transcribir los tratados alquímicos del año 700, de pergaminos a blocs de notas?— de no ser por qué casi ha acertado (en realidad son los del año 830) le contestaría. Pongo los ojos en blanco y arrastrando los pies comienzo a deslizarme hasta la sección de las chicas. Me duele la espalda y me saldrán callos en los dedos de tanto escribir y mojar la pluma en la biblioteca. Solo quiero dormir un poco. ¡Y pensar que esto va a repetirse hasta que acaben los cursos!

—Ha sido tu culpa.— le reprocho.

—No tenías por qué hacerme caso. Si acaso, es culpa tuya por ser tan influenciable.— baja la vista de nuevo hacia su libro y justo cuando creo que por fin va a ignorame, añade, como quien no quiere la cosa: —Te han visto charlando con esos pobretones de los gemelos Weasley. ¿De pronto también te va el poliamor?—

—¿Qué?—

—Con traidores a la sangre, además ¿Por que será que no me sorprende?—

Saco mi varita (de cerezo y núcleo de pelo de unicornio) y la apunto directo a su mentón.

—No les llames así, Malfoy. Te lo advierto. No todo el mundo tiene esos estúpidos prejuicios de tu familia con los nacidos de Muggles. Hermione es una nacida de Muggles y siempre te ha superado en las clases...—

Escucho el sonido que hace su libro al cerrarse, y una nube de polvo se levanta en torno a su rostro como un halo. —¿Sabes por qué nadie aquí te soporta, Lovelace?— no sé detiene para darme tiempo de decir nada, sino que continúa soltando hecho tras hecho, levantándose y caminando hacia mi de forma tan amenazadora que retrocedo y me golpeó la cabeza contra la pared de piedra. —Porque saben lo que piensas de tu propia casa. Que todos aquí somos malos, y mientras tanto, las demás casas están llenas de santos. Esa bandada de hermanos inútiles que tienes en Hufflepuff son tu mayor aspiración. ¡Eres patética! ¡Darías tu brazo derecho por qué los Gryffindor se hicieran tus amigos! Siempre estás tratando de impresionarlos y metiéndote en problemas para tratar de que te acepten. Si eso no es lamentable, yo no sé lo que es.—

—¡¿Y eso a ti que más te da, Malfoy?!— tú jamás me dejaste ser parte de tu grupo. Era obvio que buscaría otro lugar al cual pertenecer. —Ellos son mis amigos.—

—Seguro que sí. ¿Entonces por qué jamás te llaman, ni te escriben, ni te invitan a sus aventuras? Potter, Weasley y esa sangre sucia inmunda solo quieren verte hacer trucos como a un mono de circo. No puedes ser tan tonta como para no haberte dado cuenta.—

Solo comprendo que estoy llorando cuando siento las lágrimas empaparme las mejillas. ¡Por las barbas de Merlin! ¡Creía estar demasiado cansada para llorar otra vez! ¡Sin duda este no es mi día!

Trato de hablar, de decir algo para excusarlos, pero no me salen las palabras. ¿Cómo sabe Malfoy exactamente qué puntos tocar para hacerme llorar cada vez? ¡Lo odio! ¡Lo odio! ¡Lo odio desde el primer momento en que nos vimos!

—Eres un cretino.— escupo, con la barbilla temblando. Está tan cerca de mi que puedo aspirar su aroma a madera y manzanas verdes.

—¿Y eso por qué? Solo te explico cómo están las cosas, Lovelace. Como seguirán cuando el señor Tenebroso se haga con el mundo mágico, y a dónde deberían pertenecer tus lealtades... eso sí quieres estar a salvo cuando se desate la guerra.—

—¿Y tengo que traicionar a mi familia para eso? ¡Sí, claro! Sin duda, tú debes estar bien enterado de los planes de Lord Voldemort, siendo mortífagos tus...— se mueve con tal rapidez que no alcanzo a apartarme. Me cubre los labios con la mano con una brusquedad inunsitada y sus facciones adoptan una crueldad que jamás ví antes en él. Me recorre un escalofrío desde la base de la columna. —¡No puedes pronunciar ese nombre, imbécil! ¡¿Es que quieres atraerlo hacia tí?! ¡¿Eso quieres?! ¡¿Que te maten?!—

Me hace daño, así que me debato para alejarlo, quitarmelo de encima. Le muerdo la mano para que la aparte de mí. Draco responde llevandola a mi cuello y apretando para cortarme el suministro de aire. Le presiono el pecho con la punta de mi varita, pero la verdad, no tengo el aliento para pronunciar el menor hechizo de contraataque.

—¿Quieres morirte, Cosette?— susurra contra mi oído, como recitando un poema, un encantamiento. Él nunca me llama por mi nombre. Esperaba que cuando lo hiciera fuera lindo. No... Esto.  —¿Es eso? Por que si eso es lo que quieres yo puedo encargarme.—

Niego con la cabeza de una forma patética, logrando que me suelte, y me apartó tan rápido como puedo, respirando a bocanadas.

No puedo creer que Pansy esté tan enamorada de este monstruo...

—Lovelace... Yo...— trata de decir cuando por fin le llega la comprensión de sus actos. No lo dejo. Escapó antes de que pueda echarseme encima otra vez.

He pasado la mitad de mi vida odiando a Malfoy. Queriendo que me deje en paz, arrojarlo de las escaleras, desaparecerlo con un hechizo por ser tan rudo conmigo. Tan cruel. Tan directo. Pero esta es la primera vez que le tengo miedo. Miedo de verdad.