Capítulo 3

2019 Words
Nos estábamos aguantando una aburrida explicación sobre el ADN por parte de la maestra de biología más aburrida de todas, la Srta. Celis. Para cuando terminó, resultó con que nos dejaría un trabajo de a 3 personas. -Bien, conformen los grupos rápido, y les daré los temas - dijo la maestra. -¡Tú y yo! - dijo Ethan. Los grupos se iban conformando, y a nosotros aun nos faltaba un integrante, miré a Jeremy, que estaba sentando en el último puesto, y no se preocupaba por buscar compañeros de grupo. -¿Ya se conformaron los grupos? - preguntó la Srta. Celis. -A nosotros nos falta uno - le dije a la maestra. -¿Quién ha quedado solo? - Preguntó ella, y Jeremy levantó tímidamente la mano - muy bien, el joven Pereira se hará con ustedes. La maestra sacó una bolsa negra en donde seguramente tenía los papelitos con los temas. Ella siempre era justa y repartía los temas al azar. Los primeros en sacar fuimos nosotros, y saqué el primer papel que encontró mi dedo. Mientras la maestra iba pasando por los otros grupos, abrí el papelito y vi que nos había tocado las aplicaciones del ADN. -Harán un trabajo escrito, y luego una exposición - dijo la maestra cuando hubo entregado todos los temas - esto vale como el primer examen, así que trabajen. Tienen un mes para hacerlo. -¿Enserio tenemos que trabajar con Pereira? - me preguntó Ethan en un susurro. -¿Si, y? - le dije, tomando mis cuadernos y levantándome apenas sonó el timbre para el cambio de clases. -¿Ahora qué sigue? - Preguntó Ethan mirando su itinerario - yo tengo química. -Yo Ed. Física - dije, dándole mi cuaderno de biología - copia los apuntes, los necesitarás - le dije, sabiendo que no había copiado nada durante la explicación de la Srta. Celis - nos vemos en el almuerzo. Después de dejar las cosas en mi casillero, saqué mi bolsa de deporte en donde tenía la licra y la blusa que usábamos para ed. Física y me dirigí a los vestuarios del gimnasio. En esa clase si coincidía con Hannah y mis otras amigas porristas. En esta clase solo éramos niñas, solo en las clases de ed. Física no separaban a ambos géneros.  -¡Muy bien, señoritas! - dijo la profesora Jensen una vez estuvimos cambiadas y formadas - en años anteriores hemos trabajado baloncesto, volleyball, balón mano y softball, y este año trabajaremos en fútbol en el primer semestre, y béisbol en el segundo. Algunas chicas se emocionaron porque jugaríamos fútbol, pero yo no. Sabía perfectamente que yo sería el centro de atención y no sabía cómo patear un balón. Dejaría a mi familia en ridículo. Aunque todos en la escuela supieran que yo me dedicaba al ballet, suponían que por lo menos sabía cómo hacer un pase. -Empezaremos por aprender lo básico - dijo la profesora - cada una coja un balón - nos señala el costal lleno de implementos. La profesora nos enseñó las técnicas a tener en cuenta para dominar el balón, y nos explicó que al patear el balón preferiblemente lo hiciéramos con el empeine del pie. Después de la explicación, nos hizo hacernos en un círculo y a hacernos pases. En varias ocasiones el balón llegó a mis pies, pero se la pasaba a mi compañera de al lado débilmente. Desde pequeña le tenía un miedo inexplicable a patear fuerte el balón. -Ahora, formen equipos - nos ordenó Jensen. Como de costumbre, me hice con las porristas, y nos pusimos los petos que nos entregó Jensen. Observé la cancha de la escuela; era igual de grande a la cancha de un estadio y eso me asustaba. No me imaginaba corriendo por todo eso tras un balón. -¿Quién hará de arquera? - preguntó Hannah. -¡Yo! - dije, no queriendo correr por todo eso. -¿Segura? - me preguntó Hannah. -Sí, soy la más alta de todas - dije, y era cierto. Medía 1.75, mientras que mis otras compañeras no pasaban de 1.65. -Bien, entonces ¡a ganar! - dijo Hannah con su típico entusiasmo de porrista. Las chicas de ambos equipos jugaban pésimo, a excepción de Sophia, una chica del otro equipo que estaba en una escuela de fútbol de la ciudad. El balón resultó en sus pies, y después de eso, nadie pudo detenerla. Se acercaba a mi portería como alma que lleva el diablo, y yo solo pude extender mis brazos y esperar el gol, ya que no tenía ni idea de cómo tapar. Cerré mis ojos cuando vi que iba a patear y sentí un fuerte golpe en toda mi cara, y caí al pasto. El balón me había dado en toda la cara. Empecé a sentir como la sangre emanaba de mi nariz, y me la sostuve con las dos manos como si se me fuese a caer. -¡Cuánto lo siento! - escuché que decía Sophia. -¡Cierra la boca, Sophia, lo hiciste apropósito! - escuché que dijo Hannah. -¡Apártense todas! - Gritó Jensen, y sentí que se me acercó - ¿estás bien, Isabella? -Creo que me he roto la nariz - dije, al tocarme la nariz por encima y sentirla torcida. -Ven, te acompañaré a enfermería - dijo Jensen, ayudándome a levantar - ¡y ustedes, sigan jugando! Una vez llegué a enfermería, la vieja enfermera me controló la hemorragia y tras revisar la nariz por encima, llegó a la conclusión de que efectivamente estaba rota y que necesitaría cirugía. -Llamaré a tus padres - dijo la enfermera, tomando el teléfono que estaba en su escritorio. -Mis padres están ocupados, llame a mi abuelo - dije, sabiendo lo estresados que estarían mis padres con eso de los partidos importantes que se avecinaban. Me senté en el pasillo esperando a que mi abuelo llegara, y pude ver que Ethan se acercaba corriendo y con cara de preocupación. -¡Hannah me ha contado lo que ocurrió! - Dijo y se sentó a mi lado - ¿te sientes bien? - Me preguntó, tomando delicadamente mi cara para observarme - ¡Uhg, creo que necesitarás cirugía! -Sí, eso creo - dije, sonándome la nariz con el papel que me había dado la enfermera, y sintiendo náuseas al ver la cantidad de sangre que salió - ¡Uhg! -¿Quién te vendrá a recoger? -Mi abuelo, mis padres deben estar ocupados. -Ay, mi amor - dijo, abrazándome - apenas terminen las clases iré a hacerte compañía, te llamaré para saber si estás en casa o en el hospital ¿ok? -Ok - dije, rodando los ojos.   2 horas después...   -¡Por Dios! ¿Qué ha ocurrido? - preguntó mi madre apenas ingresó al apartamento de mi abuelo. -¿Te has roto la nariz? - preguntó mi padre al ver mi cara. -Te dije que no les dijeras - le dije a mi abuelo, y este solo negó con la cabeza. -Mi amor ¿Qué ha pasado? - preguntó mi madre, casi que llorando al ver mi nariz. -Fue un accidente. Estábamos jugando fútbol...- me soné la nariz, y otra buena cantidad de sangre salió de ella - estaba de arquera, y el balón impactó contra mi cara. -¿De arquera? ¿¡Estás loca!? - dijo mi padre, y recibió una mirada amenazadora por parte de mi madre. -Lo sé, fui una tonta, me hice de arquera porque no quería correr ni hacer nada ¡lo siento! - dije, llevando mis manos a mis ojos y empezando a llorar. -No pasa nada, cariño - dijo mi padre, abrazándome. Mi madre también me abrazó y plantó un beso en mi cabeza - son cosas del deporte, fue solo un accidente. -Y no te preocupes por tu nariz, conseguiremos un buen cirujano - dijo mi madre, acariciando mi mejilla - quedarás perfecta de nuevo. -¡Los he dejado en ridículo! - Sollocé - ¡soy pésima en el fútbol! -Ay cariño - dijo mi madre en un susurro - no nos dejas en ridículo. -Ya mi amor, el fútbol no es lo de todos, lo tuyo es el ballet ¿o me equivoco? - Decía mi padre mientras me acariciaba la cabeza - eres mejor que las bailarinas que salen en las películas. -Gracias - dije, volviendo a sonar mi nariz. -Hay que llevarla al hospital, está sangrando mucho - dijo mi abuelo. -Si, vamos - dijo mi padre. -Puedo ir con mi abuelo, ustedes deben trabajar. -Tenemos asistentes que...- quiso decir mi padre pero mi abuelo lo calló. -Sé que tienen mucho que hacer, vayan, yo puedo hacerme cargo solo de mi nieta así como lo he hecho con los tres todos estos años. -¿Seguro, papá? - preguntó mi madre. -Sé que ya pasé los 60 pero tengo la energía de un joven de 20 - dijo, y era verdad. Mi abuelo ni siquiera aparentaba tener 63 años. Parecía de 55 - el que está viejo es Jake. -Ok Sr. Wood, dejemos el asunto de la edad para luego - dijo mi padre casi que riéndose. Aún no aceptaba que estaba cerca de los 50, aunque, para ser sincera, su buen físico lo hacía parecer treintañero. Media hora después ya me encontraba en el consultorio del Dr. Richards (el médico de la familia, aquel que me conocía desde bebé) y tras controlar completamente la hemorragia, ordenó que me sacaran unas radiografías. -Te daré la tarjeta de un colega que es el mejor cirujano plástico de la ciudad - dijo Richards, entregándome la tarjeta - le enviaré las radiografías y que él vea que se puede hacer. -Gracias doc - dije, guardando la tarjeta en mi bolso. -¿Su nariz tendrá que estar así hasta que la operen? - preguntó mi abuelo. -Me temo que sí, su fractura es delicada - dijo el doc. Llegué a casa, e Ethan ya estaba esperándome junto con un ramo gigante de rosas en la sala. Mataría a Franca (la empleada) por haberlo dejado pasar -¿Estás bien, mi bella flor? - preguntó Ethan. -Sí, creo que no iré a la escuela en lo que queda de la semana, deben operarme la nariz. -Adoraba tu nariz pequeña y chata - dijo, abrazándome y haciendo que apoyara mi cabeza en su hombro - ¡pero ahora quedarás más divina de lo que ya eres! -Cierra la boca - dije, rodando los ojos - apártate, tengo hambre. -¿Habla la que nunca come por no dañar su "figura"? - preguntó, siguiéndome a la cocina. -Franca ¿Qué hay que sea comestible y que no engorde? - le pregunté a la empleada revisando la nevera. -La comida no engorda mi bella niña, la que engorda eres tu - dijo y soltó la risa junto a Ethan. -¡No es chistoso! - Dije, cerrando la nevera con un portazo que casi la hace caer - ¡no he almorzado! ¡Y saben que me pongo de muy mal humor cuando tengo hambre! -Con razón que siempre está de mal humor - le dijo Ethan a Franca y se volvieron a reír. -Ambos son insoportables - gruñí y para mi suerte encontré un sándwich cuando volví a abrir la nevera. -Hay jugo de mora - dijo Franca. -Sin azúcar ¿verdad? - le pregunté, arqueando una ceja. -Sin azúcar - afirmó aquella señora que me conocía desde bebé y que prácticamente me había criado. -Grazie - le agradecí en italiano, su idioma materno. Mientras comía, Ethan enviaba mensajes por su celular, no sabía a quién. Él no tiene muchos amigos, ya que a todos los espanta con su fastidioso ego. La única que lo soportaba era yo. -Traje algunas pelis para que veamos ¿te parece? - dijo Ethan mostrándome el paquete de películas originales que sacó de su mochila. Mientras Ethan cuadraba el sistema del teatro en casa, agradecía en el fondo que estuviese ahí. Aunque a veces se pasara de fastidioso y me dieran ganas de estrellarlo contra la pared, agradecía a Dios por darme un mejor amigo como él, ya que sabía que en momentos difíciles o simplemente cuando no tuviese nada más que hacer (como ahora) él estaría ahí. Repasaba en mi mente las veces que había tenido este tipo de momentos con amigas...ninguno. Hannah y las otras chicas superficiales solo contaban conmigo para ir de compras y para fiestas, pero de resto, yo no les importaba. Sabía que la mayoría de personas en la escuela me hablaban para ser amigos de "la hija de Jake Harrison y Melanie Wood", incluso varios chicos me coqueteaban solo por querer ser nueros de estas estrellas del futbol. En cuanto a mis compañeros de la escuela de ballet, a ellos como no les importaba el mundo del futbol yo era invisible, y prefería ser invisible. No quería que mi apellido me hiciera popular. Quería que mi forma de bailar me hiciera popular.
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