Capítulo 1. Primer encuentro

1212 Words
El hombre sobre mí sonríe, disfrutando de cada centímetro de mi cuerpo y tocando con torpeza mis senos. Jadea como un vil perro y no puedo hacer más que mover mi rostro lo más lejano posible. Mi cabeza está en otro lado, pienso en lo aburrido que se puede volver el sexo cuando se trata de tu forma de ganarte la vida. Hacía algunos años habría estado feliz de salir de mi prisión y dar una vuelta o conocer a algún importante cantante en el bar del local, pero ahora todo es completamente diferente. El hombre cae sobre su espalda, está completamente agotado y respira con dificultad; sin embargo, la estúpida sonrisa de su rostro no se borra. —Me la he pasado de lo lindo contigo, muñequita —susurra. Me rio sin gracia. —Es algo que he escuchado antes. Me siento en la cama y miro alrededor de la habitación, mi ropa está regada por el suelo así que no dudo en ponerme de pie y comenzar a reunirla ante la atenta mirada de mi cliente. —Tal vez lo repitamos de nuevo un día de estos —dice, tendiendo mi paga. Termino de ponerme las botas y me apuro a pescar los tres billetes verdes que me tiende. —Siempre y cuando tengas mi dinero, no hay problema, mi amor —respondo, dejándome los billetes entre el hilo de mi tanga y la piel. Antes de que el hombre pueda decir algo, me pongo la bata que siempre está a disposición al lado de la puerta y salgo tranquilamente de la habitación del privado para darme un baño. Mi número de entretenimiento comienza en una hora y tengo que maquillarme y acomodar mi cabello para el show. Al entrar al baño, me topo con Jess, está poniéndose talco en las piernas para salir a bailar en unos minutos más. —¿Tuviste un privado a esta hora? —pregunta, alzando la ceja. Asiento. —Anthony me pidió atender a un cliente especial. Dejo los billetes en el bolsillo de mi bata, la dejo en el suelo y desabrocho mi sostén. —¿Y qué tal? —Más de lo mismo —me encojo de hombros—. Al menos la paga fue del doble. —¡Por lo menos! —ríe. Me ducho con rapidez, no puedo esmerarme demasiado, ya que estoy contra reloj. Me arreglo frente al espejo como cada noche desde que tengo quince años: una falda negra de látex y medias de red, zapatillas de doce centímetros y un cabello esponjado de una manera sexy y salvaje. Como cereza del pastel está mi antifaz n***o, un toque místico que vuelve locos a los hombres. Cuando estoy tras bambalinas, lista a salir al escenario en cuanto me llamen, Anthony aparece de la nada haciéndome saltar en mi lugar. —Hola, muñequita. —Deslizas dedos por mi cintura con complicidad—. ¿Qué tal el primer servicio del día? Pongo los ojos en blanco. —Aburrido. —¿Desde cuándo el sexo se volvió aburrido? —pregunta burlón. —Desde que no es contigo —ronroneo, acercándome a mordisquear el lóbulo de su oreja derecha. Anthony sonríe y me deja ser. Bajo por su cuello dejando húmedos besos y después regreso por su clavícula hasta sus labios. —Sabes precisamente como encenderme —sisea, tomando mi mano y dejándola en su entrepierna para que pueda sentir su erección al límite. Gimo al imaginar sus brazos alrededor de mí mientras me toma con fuerza, haciéndome suya una vez más. —Me has tenido muy abandonada últimamente —respondo, haciendo un mohín. —El trabajo, muñequita, ya lo sabes. —Sí, has estado muy ocupado chequeando la nueva mercancía para el bar. Mi tono suena demasiado sarcástico y él no lo pasa por alto. —¿Estás celosa, Cass? —Sabes que solo eres mío y que ninguna otra zorrita se atrevería a meterse en serio contigo porque entonces se toparía de lleno conmigo. Anthony ríe una vez más y me da una nalgada. —Entra a hacer tu acto, te esperaré en el privado tres. Le doy un beso en los labios y sonrío antes de salir al escenario. Las luces están apagadas, pero al anunciarme por los altavoces del local todo a mi alrededor se llena de aplausos y silbidos. Ellos me aman. Son la clase de público que con solo verme bailar tienen graves problemas con sus miembros y eso me encanta. Ser el objeto s****l de todos esos hombres, lo que todos desean en la cama y que solo algunos tienen la posibilidad de poseer y cumplir sus fantasías. Comienzo bailando sensualmente en el tubo, siento las miradas de todos en mi cuerpo, pero hubo una que al momento de cruzarnos, me inquietó… un par de ojos de esmeralda me atraparon; su dueño se veía ligeramente aburrido, como si no deseara estar ahí. Él era el único que me veía a los ojos mientras que el resto se detenían a saborear mi cuerpo. Al ritmo de la música bajo del escenario y danzo sensualmente hasta él, está acompañado de un chico delgaducho y de cabello marrón con la inocencia todavía plasmada en el semblante; al pobre se le desorbitan los ojos al verme acercar a ellos. Me detengo frente al hombre de ojos verdes, tiene más musculatura que su compañero, lleva el cabello cobrizo algo despeinado. Me acerco a él y muevo la mesa para poderme posicionar en su regazo, con una pierna en cada costado. Tomo una de sus manos y comienzo a tocar mi cuerpo con ellas, recorro las curvas de mi cintura hacia arriba, sentí a nuestro amigo despertar, pero él seguía buscándome el rostro. «Estás haciendo un gran esfuerzo, cariño». Dejo sus manos en mi cintura y levanto los brazos sobre mi cabeza, pero él sigue sin moverse. «¿Qué le pasa a este chico? ¿Será que no me encuentra atractiva?». Me acerco aún más a él a modo de tener acceso a su oído. —¿Eres gay? —pregunto burlona—. Tienes una buena hembra frente a ti y no te atreves a tocarla. El chico aprieta mi cintura y al separarme de él, su mirada viaja hasta mis senos. «Así me gusta». Sube poco a poco sus manos hasta casi llegar a mis senos, pero ahí lo detengo. Su m*****o sigue despierto, lo puedo sentir al hacer un pequeño contoneo de caderas. Me acerco a su boca entreabierta. —No se toca a menos que pienses pagar por la mercancía completa —susurro contra sus labios. Después de decirle esto, me pongo de pie y camino hasta el escenario para terminar mi número, pero durante todo el tiempo no puedo dejar de sentir la mirada de ese hombre sobre cada uno de mis movimientos. Al bajar del escenario, casi tropiezo con una botella, pero hago mi mejor trabajo en disimular y me dirijo a la barra para pedir algo de beber, pero a medio camino siento como una mano se cierra entorno a mi antebrazo y antes de que pueda reaccionar unos labios asaltan los míos con fiereza. —Te demostraré que no soy un marica —jadea el hombre de ojos de esmeralda.
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