¿Es tan extraño pensar en que realmente alguien podría gustarme? ¿Es posible que sea del gusto de alguien más por mi forma de ser y no solo por lo que puedo hacer en una habitación? ¿Soy digna de una segunda oportunidad? ¡Tengo que intentarlo!
Por alguna razón el saber que alguien puede sentir algo sentimental por mí y no solo por mi cuerpo me da nuevas esperanzas y las ganas de buscar un nuevo destino me invaden como no lo habían hecho desde que era niña, cuando solía soñar con los ojos abiertos.
Una vez de regreso al burdel, dejé las llaves del auto de Anthony en su oficina y salí con rumbo a mi habitación hasta que, con extrema fuerza, unos dedos se cerraron entorno a mi brazo.
—¿Por qué demonios tardaste tanto? —gruñe.
¡Qué fácil es quitarme mi buen humor!
—¿Importa? —respondí un tanto irritada.
—¡¿Qué si importa?! —grita, molesto—. ¡Claro que importa!
Frustrada, intento zafarme de su agarre, pero él lo afianza y me resulta prácticamente imposible deshacerme.
—Fui a dar una vuelta
Él alza una ceja.
—¿A dónde?
—Al centro comercial —admito e intento nuevamente liberarme—. Ahora, podrías soltarme, por favor. Me lastimas.
Anthony me mira por unos cuantos segundos que me parecen bastantes largos, pero al final afloja su agarre permitiéndome escapar de su fuerte mano.
—Tengo trabajo para ti —agrega, acomodándose la manga de su camisa.
Ruedo los ojos.
—No estoy lista para atender a algún viejo rabo verde —respondo, sobando mi brazo.
Él me dedica una mirada mordaz, pero yo me centro en mi brazo adolorido. Conociendo mi piel delicada, poco faltará para que aparezca un moretón donde estuvieron los dedos de Anthony.
—No es para atender a un cliente, pero si así lo fuera, tú estarías lista ya que ese es tu trabajo, zorra.
Su tono despectivo en la última palabra me enerva.
—Sabes que no me gusta que me hables así —contesto, tensando la mandíbula.
Él se encoge de hombros.
—Tú te lo buscaste.
Me muerdo la lengua para no contestarle como me gustaría; enojarme no me ayudará en nada. Suspiro, en señal de rendimiento y me cruzo de brazos.
—De acuerdo, ¿qué quieres que haga? —intento cambiar mi tono por algo más sensual, pero el fastidio aún es prominente en mi voz.
Anthony bufa y dibuja una pequeña sonrisa en los labios.
—Conseguí a una nueva chica, su nombre es Sophie y necesito que le muestres cómo funcionan las cosas en este lugar.
Alzo las cejas, ligeramente sorprendida.
—¿Dónde está?
Una idea pasa por mi cabeza: si hay una chica nueva y logro que sea lo suficientemente buena, ella podrá tomar mi lugar en el burdel cuando yo lo deje.
—Supongo que en los camerinos. Búscala y enséñala, por lo que vi hace un momento no es muy buena con el tubo.
Asiento, mordiéndome los labios por lo que estoy a punto de pedirle.
—Le enseñaré, no te preocupes. Pero después necesito hablar contigo.
Él sonríe, pícaro.
—Claro, mandaré a alistar nuestra habitación, muñeca.
Me abstengo que mostrar cualquier reacción facial.
—La verdad no quiero hablar contigo en una habitación, Antony, es algo un poco más… serio, ¿puede ser en tu oficina?
Veo la confusión reflejada en su mirada mientras asiente lentamente, así que con esta respuesta, aumento mi sonrisa y me dispongo a buscar a la chica nueva.
Una vez que conozco a la chica nueva, me doy cuenta de la verdad en las palabras de Anthony: la chica es un asco bailando en el tubo ¡que no se caiga o tropiece con sus propios pies es un verdadero milagro! Yo soy torpe, pero logré dominar mi torpeza habitual para bailar y montar una buena pieza de baile, así que no me rendiría fácilmente con Sophie.
Trabajé con la chica un par de horas antes de abrir el burdel, tengo que lograr que ella sea impecable, que logre meter en apuros a los hombres de este lugar justo como lo hago cuando bailo cada noche. Si quiero que ella ocupe mi lugar, tengo que hacer mi mejor trabajo con ella.
—No, no, no —grito, por enésima vez—. La pierna derecha debe ir abrazando el tubo para hacer el giro y mover el cabello. ¡El tubo es tu mejor amigo!
Ella hace un mohín, quedándose a mitad del escenario.
—No puedo hacerlo —se queja la pelirroja—. ¿Por qué no puedo quedarme abajo como una mesera más?
—Porque no puedes —grito, frustrada—. Anthony me dio órdenes para enseñarte a mover ese trasero en el tubo y eso es lo que haré.
—Pero…
—¡Pero nada! Mueve tu culo de regreso a ese tubo y haz la rutina que te enseñé.
Me gano una mirada envenenada por parte de la chica, pero hace lo que le ordeno y comienza de nuevo el baile desde la parte de atrás del escenario.
—¿No es buena alumna? —se burla Anthony a mis espaldas.
Tuerzo el gesto, pero me mantengo en mi lugar con los brazos cruzados y la mirada fija en Sophie.
—Definitivamente no —suspiro.
Anthony desliza una mano por cuello y me obligo a mirarlo de reojo, lleva un traje azul marino y corbata a juego.
—¿Vas a salir?
Asiente.
—Llegó un nuevo cargamento con Héctor, tengo que ir antes de que se lleven a las mejores chicas.
Me giro para verlo de frente.
—Pero debo hablar contigo —susurro, haciendo un mohín.
—Bueno, pues hazlo rápido —responde, viendo de reojo su reloj en la muñeca—. Después de ir con Héctor tengo que ir a reunirme con El Capitán.
—¿El capitán? ¡Genial! ¿Puedo acompañarte?
Anthony me mira sorprendido. El capitán es a quien le da razón del negocio, el jefe de la mafia para la cual él trabaja y el que yo quiera acompañarle definitivamente le sorprende.
—¿Estás hablando en serio, Cass?
Sonrío abiertamente, infundiendo falsa seguridad con cada una de mis palabras a continuación.
—Muy en serio. Si voy a unírmeles debes presentarme a los integrantes como la nueva adquisición para las tropas de El Capitán.
—Te he ofrecido esto desde que tienes diecisiete y siempre te negaste —apunta, todavía confundido—. ¿Por qué quieres aceptarlo ahora?
Fuerzo un suspiro y miro alrededor.
—Es solo que ya me cansé de este lugar. Quisiera… quisiera probar algo diferente.
Hago mi mayor esfuerzo por sonar convincente y al parecer funciona, porque una enorme sonrisa se expande por el rostro de Anthony.
—Necesitaremos tu repuesto.
Asiento y vuelvo la mirada al escenario.
—Creo que ella tiene lo que se necesita.
Él bufa, divertido.
—¿Bromeas? Esa chica es un asco bailando, ¡solo mírala! Ella lograría bajarle la polla a un crío cachondo.
—Le falta aprender, eso es todo —respondo, restándole importancia a su inexperiencia con el tubo.
—Vale, entonces avisa que nos vamos.
—Le avisaré a René —respondo.
Comienzo a irme pero él me toma del brazo y me hace regresar, la sonrisa en sus labios no tiene igual.
—Me alegra que hayas tomado esta decisión, eso me demuestra que eres la chica perfecta.
—¿La chica perfecta? —pregunto, ligeramente confundida—. ¿Para distribuir la mercancía?
—No —dice riendo y mueve un mechón de mi cabello detrás de mi oreja—. La chica perfecta para ser la señora Black.
Alertas comienzan a sonar en mi cabeza.
—¿La… la señora Black?
Se acerca y deja un beso en mi frente, luego aspira el olor de mi shampoo y vuelve a sonreír.
—Hablaremos de eso después cuando tú y yo estemos solos —suspira—. Ve a decirle a René que se encargue del negocio, te esperaré en el auto.
Aturdida, me dispongo a hacer lo que me dice Anthony mientras pienso en qué es lo que haré. Nunca consideré que pedir salir de aquí sería sinónimo de irme a casar con Anthony. Él es un buen tipo y definitivamente es bueno en la cama, pero de una noche de sexo salvaje a un pomposo vestido blanco y una luna de miel hay un gran abismo.
Tal vez, solo tal vez si logro unirme a la filas de El Capitán y le demuestro que puede confiar en mí, él podría hacerse cargo de Anthony y después podría buscar la manera de renunciar y vivir tranquila.
Además, convertirme en traficante de drogas no podría ser tan malo como ser una esclava s****l, ¿no?
Al menos podría librarme de Anthony.