Enzo conduce en silencio hasta su casa, ambos estamos tensos por lo que acaba de pasar y estamos demasiado atentos al retrovisor, comprobando que no nos sigan. El camino es en silencio por lo mismo. Al final nos detenemos frente a un enorme portón de forja color n***o que me deja ver un edificio gigantesco lleno de apartamentos. Enzo da dos bocinazos y el hombre dentro de la cabila de seguridad le saluda antes de abrir la puerta. Seguimos por el cuidadoso sendero de grava en medio de un enorme jardín y al final nos detenemos frente al edificio. —¿Crees poder caminar? —pregunta, viendo las heridas en mis piernas. —Creo que… que sí podré. Se ríe por lo bajo y acomoda un mechó de cabello detrás de mi oreja. —Espera a que abra la puerta para ti. «Un escritor famoso, ¿qué esperabas, que v

