Capítulo 2. Con las ganas de más.

1210 Words
Sus manos me acarician con posesión, como si se sintiese mi dueño. Acaricia mi muslo derecho y un gemido se escapa de mi garganta. ¡Su toque se siente tan malditamente bien! Es como si mi piel se quemara ante su tacto, pero de una forma placentera… excitante. Tan excitante como ningún otro hombre me ha excitado. Hundo mis manos en su cabello mientras mi cuerpo se contorsiona conforme al suyo. ¡El chico sí que sabe besar! Si mi temperatura corporal se incrementa con tan solo un beso, ¿qué será cuando lo tenga en mi cama? ¡Tengo que averiguarlo! Alcanzo la manija de la puerta y la abro de un tirón, entramos sin romper nuestro apasionado beso, me tira en la cama y veo como cierra la puerta detrás de sí y comienza a sacarse la camisa. —¿Cuánto va a costarme esto? —pregunta acercándose a mí, aprisionando mis labios. Me río contra su boca. —La cuota es de ciento cincuenta dólares —contesto antes de atrapar sus labios de nuevo con hambre voraz —. Pero puedo hacerte un descuento. —¿No se molestará tu jefe conmigo? Niego con la cabeza y alcanzo a desabrocharme el sujetador de encaje n***o, dándole una vista perfecta de mis atributos. El hombre no demora en posicionarse sobre mí, besando mi cuello y subiendo y bajando por mis curvas sin descanso. Se sienta a horcajadas sobre mí y siento su m*****o duro contra mi pelvis, a este momento puedo ser consciente del dolor palpitante de mi ser al desear ser penetrado con rapidez. Acaricio su torso desnudo hasta llegar a la pretina de sus jeans, comienzo a tirar del botón para sacarle los pantalones, pero su risa me hace buscar sus ojos con rapidez. Toma mi mano la dirige a mi espalda mientras él retoma su trabajo de acariciar mi cuerpo, el cual a estas alturas está casi a su completa merced. Me encuentro disfrutando del momento de caricias, cuando de la nada se separa de mí y toma su camisa. —¿Qué pasa? —pregunto confundida. Me arrodillo en la cama, viéndolo sin entender nada. Mi posición le brinda una vista completa de mis pechos, pero no parece inmutarse demasiado. —No voy a tener sexo con una prostituta —dice, despreocupado mientras se faja la camisa. —¿Qué demonios…? ¿Vienes a un burdel a qué, entonces? —No es tanto eso, ¿sabes? —admite, encogiéndose de hombros—. Es más que no eres mi tipo. El hombre comienza a darse la vuelta, dispuesto a salir de la habitación. Estallo. —¿Y eso no te preocupara hace cinco minutos mientras nos besábamos? —Ante mi arrebato, él me mira por encima del hombro sin expresión alguna y siento como el coraje crece en mi interior—. Soy la mejor hembra que podrás encontrar en este sitio, la favorita de todos los clientes y tú… ¿tú me rechazas? Se encoge de hombros. —Pues sigue siendo la favorita de los demás, entonces. Para mí tu no eres el tipo de chica que me llevaría a la cama. No te sientas tan suertuda de tenerme dentro de ti. Me carcajeo de sus palabras, ¿es que este hombre se está escuchando? —¿Suertuda yo? Aquí el único que podría llamarse así eres tú. No cualquiera se lleva a esta chica a la cama. ¡Con esta actitud no haces más que demostrarme que sí eres un marica! Veo sus ojos resplandecer de coraje, claro que su ego de macho se ve afectado por mis palabras. —Piensa lo que quieras de mí —responde. Gira la manilla de la puerta y sale de la habitación dejándome sola. Espero un par de segundos antes de gritar de frustración. Nunca ningún cliente me ha prendido como él… solo con una persona no he tenido que fingir un orgasmo y esa persona es Anthony. Este tipo me había tenido en la cama, completamente excitada y simplemente se había detenido ¡me estaba dejando con las ganas! Definitivamente las cosas no podían quedarse así, ese tipo pagaría tarde o temprano su atrevimiento y me deleitaría en el momento en que yo le pagara con la misma moneda. Frustrada, me envuelvo en la sábana y salgo de la habitación para ir donde Anthony me espera, él saciará mis deseos sexuales como solo él sabe hacerlo. *** Despierto en los brazos de Anthony, me rodea con cierto grado de ternura y mientras mi rostro se queda hundido en su pecho, él juega con mi cabello. —Buenos días —murmura en mi oído. Reprimo una mueca y levanto la cara, dibujando una sonrisa en el proceso. —Hola. —¿Qué te pasó anoche? —Una sonrisa se posa en su rostro tan pronto formula la pregunta. Río y vuelvo a esconder el rostro en su pecho. —Nunca habíamos tenido sexo como el de anoche. A mi memoria asalta el recuerdo del tipo de anoche y el solo recordar sus manos sobre mi cuerpo ocasiona que un escalofrío atraviese mi cuerpo, reacción que Anthony interpreta como una reacción hacia su “cumplido”. Tratando de distraerme, comienzo a pasar juguetonamente un dedo por los pectorales de mi compañero y tratando de sonar casual, menciono: —Debo ir de compras. El pecho de Anthony sube y baja, producto de su risa queda. —¿No fuiste la semana pasada? —reprocha, aun divertido. —¿Y? ¿No quieres que me vea hermosa para ti? —Sinceramente pienso que te ves más hermosa sin ropa —responde, acercándose para besar mi cuello. Me estremezco una vez más, pero intento mantener la compostura. —No compraré ropa, cariño… o bueno, puede que compre algo de ropa, pero en realidad quiero salir por otra casa. —¿Qué cosa? —Tengo mi periodo en los próximos días. Anthony hace un mohín, durante mi periodo se me permite no trabajar, un pequeño beneficio que muchas de las mujeres que trabajan en el bar no pueden disfrutar; también significa que él y yo probablemente no tengamos relaciones hasta que termine mi periodo. —Está bien —responde. Luego de una sesión de besos y arrumacos matutinos, Anthony me deja una tarjeta dorada en la mesa de noche para que pueda usarla sin remordimiento alguno y me deja las llaves de su auto. Conduzco hasta el Walmart más cercano y entro tranquilamente con una canastilla para comprar unas pastillas para el dolor de los cólicos, un paquete de toallas femeninas y quizá un poco de chocolate para aliviar mi malestar, eso siempre funciona. Estaba atravesando el pasillo de los cereales cuando lo vi: llevaba una camisa azul ceñida al cuerpo, jeans desgastados, tenis y el cabello revuelto que lo hacía ver tremendamente sexy. Probablemente haya sentido mi mirada, porque voltea en mi dirección y solo alcanzo a ver como mueve una ceja en ligero asombro. Sin duda a él le gusta lo que ve y definitivamente a mí también. La noche anterior él me dejó con las ganas así que definitivamente era mi turno de regresársela. ¡Hora de la venganza, Cass!
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