Me cuesta bastante trabajo mantenerme quieta hasta que pasamos por la puerta. Estoy nerviosa y demasiado ansiosa por verle, freno varias veces el impulso de bajar de los brazos de James y correr hasta su habitación, solo para decirle cuanto lo aprecio y lo mucho que lo necesito. El hecho de pensar en ver su rostro de ángel de nuevo me hace estremecer, necesito verlo, tocarlo, besarlo, saber que está bien y decirle que yo estaría bien y que deseaba que él fuera feliz. Estoy dispuesta a renunciar a él, a dejarlo libre para que haga lo que quiera con su vida, todo con tal de que esté sano y salvo. James me baja cuando nos adentramos en el edificio blanco del hospital principal de Port Angeles. Casi pierdo el equilibrio, pero él alcanza a detener mi caída y no me suelta hasta que estoy total

