Marieth sabía perfectamente que Aurora había lanzado aquel comentario del viaje a la playa como una broma para incomodar a Arthur. Sin embargo, su mente nunca descansaba. Había pasado las últimas noches revisando agencias de empleo en busca de un candidato peculiar: un niñero. Un hombre que, según su lógica, eliminaría cualquier riesgo de que Arthur desarrollara algún interés romántico por la niñera actual. Cada vez que veía la foto de un aspirante en su computadora, evaluaba no solo su experiencia, sino también si sería capaz de enfrentarse a Juliette y despojarla del puesto. Pero los días pasaban y no había encontrado al candidato ideal. Además, había estado ocupada tramando nuevas formas de sacar a Juliette de la mansión. Para Marieth, aquello ya no era solo un capricho: era una

