Días atrás, cuando Marieth se enteró de que Aurora había sobrevivido, su rostro se torció en una mueca de furia.
Lanzó una serie de maldiciones en su oficina, golpeando su escritorio mientras sus uñas perfectas tamborileaban de frustración.
—¡¿Cómo pudo sobrevivir?! ¡Qué desgracia! —gritó, apretando los dientes.
Sin embargo, cuando la rabia inicial se disipó, su mente maquinadora empezó a trabajar.
Decidió que la mejor forma de enfrentarlo era con una sonrisa hipócrita y una visita cordial.
Apenas supo que Arthur estaría presente en el hospital, se arregló con esmero, eligiendo un vestido elegante pero no demasiado ostentoso, el punto justo para parecer casual.
Cuando llegó a la habitación, abrió la puerta suavemente, dejando que su perfume anunciara su llegada antes que su voz.
