—No creo que sea solo eso —dijo Saúl, riendo—. Pienso que el señor Thorner simplemente no quería perder ante Javier Santiago.
Arthur, medio consciente, sonrió débilmente.
—Por supuesto que no iba a perder —murmuró, su voz arrastrada—. Ese imbécil no me gana.
Juliette rodó los ojos, mientras Saúl se reía aún más fuerte.
—Ya lo ves, Juliette. Mi jefe no cede terreno. Ni siquiera en estas condiciones.
—¿Sabes qué? —respondió Juliette, apretando los dientes—. Creo que ambos, tú y él, están completamente locos.
Saúl solo siguió riendo mientras avanzaban lentamente, un paso a la vez, hacia la mansión. La noche, que Juliette había imaginado tranquila y relajada, se había convertido en un completo caos.
Juliette estaba sentada en la sala de la mansión Thorner, todavía sin poder creer lo ocu
