Juliette giró la cabeza tan rápido que parecía que se iba a lastimar el cuello.
—¡¿Qué?! —gritó, con los ojos desorbitados—. ¡¿Tu futuro qué?!
Marlene, desde el asiento trasero, le dio un codazo suave a su hija.
—Ay, hija, no te pongas así. Es la sorpresa que te mencioné. Gustavo y yo pensamos que ya es hora de que encuentres a alguien.
Juliette abrió la boca, pero ningún sonido salió por un momento. Luego, levantó las manos al cielo y exclamó:
—¡Dios mío! ¡Esta es la sorpresa! ¡Mamá, por favor, dime que no es cierto!
Saúl, al volante, miró a Juliette de reojo y luego rodó los ojos, tratando de contener la risa.
—Bueno, esto se está poniendo interesante —murmuró para sí mismo, mientras los perros en el asiento del copiloto seguían mirándolo con esa intensidad aterradora.
—¡No me im
