Marieth salió de la mansión Thorner con una sonrisa torcida y satisfecha, ajustándose las gafas de sol mientras avanzaba hacia su coche. Su mente era un torbellino de pensamientos oscuros y retorcidos. No podía soportar la idea de que Juliette estuviera cada vez más cerca de Arthur, ocupando un lugar que, según ella, nadie más merecía. Pero verla posicionada delante de él, inclinandose tan descaradamente frente a su rostro para “ayudarlo” la había vuelto loca. «Lo hizo a propósito», pensó Marieth mientras arrancaba el coche. «Seguro se inclinó justo así para ponerle los pechos en la cara». «Quiere seducirlo, hacerse la imprescindible, y que él olvide quién ha estado a su lado todos estos años». «Y, ¿él? Lo descubrí embelezado en ella… es un infeliz capaz de rechazarme a mí para

