Marieth decidió que era hora de regresar a la oficina. Habían pasado ya varios días desde su procedimiento, y aunque estaba convencida de que todo estaba marchando según lo planeado, sabía que debía mantener las apariencias. Esa mañana eligió un atuendo sobrio, muy diferente a sus habituales conjuntos elegantes y perfectamente ajustados. Optó por un vestido gris de corte recto y un peinado sencillo, todo pensado para proyectar incomodidad y distancia. Al mirarse en el espejo antes de salir, ensayó una expresión seria, casi abatida. Quería que Arthur notara el cambio y se sintiera desconcertado. Al llegar a la oficina, se limitó a saludar brevemente al personal y se encerró en su despacho. No preparó el café matutino de Arthur ni le envió los informes con antelación, como solía h

