Juliette sentía que la casa se había convertido en un campo de batalla. Desde el accidente de Aurora, todo había cambiado. Arthur apenas se dejaba ver por las mañanas antes de desaparecer rumbo al hospital, y ella había asumido el peso de mantener la casa funcionando… o al menos intentarlo. Pero los niños no se lo estaban poniendo fácil. —¡Samantha, deja de correr con las tijeras! —gritó Juliette desde la cocina mientras intentaba no quemar el pollo que había puesto a asar. ¡No son tijeras, son espadas láser! —replicó la niña mientras esquivaba las sillas con movimientos torpes. —¡Samantha, no puedes jugar con espadas láser imaginarias si son tijeras reales! ¡Dame eso ahora mismo! —insistió, corriendo tras ella. De fondo, escuchó el estruendo de algo rompiéndose en el salón. Juliette c

