Aleksei entró en su habitación con una expresión dura y fría mientras llevaba a Nyx sobre su hombro, como si ella no pesara nada, como si ella no estuviera pataleando y golpeando su espalda con sus puños. Apenas cerró la puerta detrás de ellos, la arrojó a la cama sin miramientos, como si fuera cualquier bulto. Nyx cayó sobre las suaves sábanas con la respiración agitada y el corazón latiendo a toda velocidad. Estaba furiosa, y su pecho subía y bajaba con rabia, con sus manos aún atadas con la correa que él mismo había colocado en sus muñecas para evitar que escapara.
La seda del camisón de Nyx se había deslizado ligeramente al moverse, exponiendo sus muslos y dejando entrever un destello de piel que parecía desafiar las leyes de su propio orgullo. Ella intentó recomponerse, lanzándole un
