Me desperté, esta vez no tan temprano. No le haría el desayuno a Brian, ni tampoco le alistaría el almuerzo. Nada. Yo estaba enojada con él, así que no sentía ni el mínimo interés de cumplir con mis obligaciones como “esposa”. Dejaría ver mi lado feminista. Dejaría que él mismo se preparara las cosas.
Cuando estuve lista y salí de mi habitación con la bolsa de danza colgándome del hombro, vi que Brian ya estaba en la cocina, desayunando. No le dirigí la palabra, ni siquiera lo miré…abrí el refrigerador y saqué el botellón del zumo de naranja.
-Estás asumiendo una actitud muy inmadura, Bella – me dijo Brian mientras yo me servía el zumo en un vaso.
-¿Es inmadurez el que no quiera hablarte? – Repliqué, mirándolo severamente, dejándole ver mi rabia - ¡no tengo que hablarte si no quiero!
-No me refiero solo a eso…si no a lo de anoche ¡fuiste grosera!
-Pues aguántate, ya sabes como soy – le dije, empezando a tomarme el zumo.
-No tengo por qué aguantarte tus altanerías – dijo, y nuestras miradas serias se conectaron - ¡yo solo intentaba ser gentil con Brenda! ¡Está aquí en esta ciudad completamente sola! ¡Y vienes tú y lo arruinas todo por simples celos!
-¡No son celos! – traté de defenderme.
-¡Claro que si Bella! ¡Tú y tus benditos celos! ¡No me puedes ver hablando con otra chica porque haces hasta lo imposible para alejarme de ella! ¡Y ya estoy harto de eso! – explotó, levantándome la voz de tal forma que hizo que me sobresaltara - ¡deja que yo tenga mis propias amistades! ¡Y deja de ser tan egoísta!
No quise quedarme a escuchar más. Con un pinchazo en el pecho y los ojos llorosos, salí rápidamente de la cocina, y cogiendo las llaves de mi auto, salí del apartamento. Me quedé unos cuantos segundos parada frente al ascensor, esperando a ver si Brian venía detrás de mí para disculparse o algo, pero no vino. Solté un ahogado y silencioso sollozo, para al fin entrar en el ascensor y bajar al parking.
No era la primera vez que Brian y yo discutíamos por algo, pero esta sí que había sido nuestra discusión más dura. Sentía que sus palabras habían sido crueles, de tal forma que lograron penetrar en lo más profundo de mi alma y acabar con todo. No sabía por qué Brian me estaba haciendo esto. Yo estaba acostumbrada a que él me hablara bonito, y ahora que había explotado, había causado un shock en mí.
Conduje con cuidado hacia el estudio, no quería estrellarme por no poder controlar mi llanto y que las lágrimas nublaran mi vista. Ya cuando estuve parqueada frente al estudio, tuve que esperar un buen rato para serenarme un poco. Nadie podía verme así.
Cuando al fin logré calmarme, me aseguré de que mis ojos no estuvieran hinchados y rojizos para al fin ingresar al estudio. El estómago me crujía, no había desayunado prácticamente que nada, un zumo de naranja sin azúcar no alimentaba en nada.
Y como si de un salvador se tratase, me encontré con Justin en el pasillo, el cual estaba cargando en una mano una gran bolsa con zapatillas de punta, y en otra, tenía un emparedado.
-Hola – lo saludé, con un beso en cada mejilla.
-¡Hola! ¿Cómo estás? – me saludó, y notó que mi mirada no se despegaba del emparedado - ¿quieres?
-No, de seguro este es tu desayuno, no quiero quitártelo – dije, negando con la cabeza, aunque mi estómago me estuviera rogando que lo aceptara.
-No te preocupes, mi madre siempre me hace dos. Anda, cómelo, se nota que no has desayunado – dijo, tendiéndome el emparedado. Se lo acepté tímidamente – si quieres café, puedo traerte uno.
-Atiendes a los maestros y a las directivas, no a los bailarines – repliqué, devorando el emparedado con ansias.
-No te estoy atendiendo, solo te hago un favor – dijo sin borrar su perfecta sonrisa de su perfecto rostro.
-Bueno, te acepto el café, pero si no me lo riegas encima – dije y él rio.
-Ok, espérame un segundo, debo llevar estas zapatillas a unos camerinos, no tardo – dijo, corriendo como alma que lleva el diablo.
Mientras, calenté un rato ahí en el pasillo, como algunos otros bailarines también lo estaban haciendo. Pude ver entonces que Brian llegaba acompañado por Brenda, ambos hablando muy amenamente. La sangre me volvió a hervir, esta vez de una manera descomunal, y justo cuando Brian estaba cerca, llegó Justin con el café.
-Le dije a la de la cafetería que no le echara mucho azúcar, porque supongo que tomas las bebidas bajas en azúcar – dijo Justin.
-Gracias Justin – dije, justo cuando mi mirada se cruzaba con la de Brian, y este al parecer se sorprendía de que yo estuviera hablando con el chico que hace unos días me había derramado café encima.
-¿Te puedo colaborar en algo más? – me preguntó el chico, y me asusté cuando vi que Brian se dirigía hacia nosotros con paso firme.
-¡Hola mi amor! – Me saludó de repente Brian, pasando un brazo por mi cintura – saliste temprano de casa hoy ¿por qué no me esperaste? – dijo, para acto seguido, estamparme un beso en los labios, ahí, en las narices de Justin.
Traté de separarme de Brian, pero él llevó su mano a mi nuca y me retuvo, alargando el beso a regañadientes. Aunque era cierto que yo ansiaba con darle algo más que un pico, justo ahora no era algo que deseara, mucho menos tan bruscamente. Incluso mordía mis labios, pero no pasionalmente, sino que lo hacía de tal forma que me lastimaba. Cuando al fin logré separarme de él, vi que Justin no estaba. Se había ido al nosotros ser interrumpidos por la sorpresiva “muestra de afecto” de Brian.
-¿¡Que es lo que te pasa!? – le grité en inglés. Los demás bailarines que estaban en el pasillo nos voltearon a mirar para luego seguir en los suyo. Supusieron que era una típica pelea de pareja.
-Ojo por ojo, diente por diente – dijo, guiñándome un ojo – para que vivas en carne propia lo que tú me haces sentir – dijo, y volviendo al lado de una sorprendida Brenda, la tomó de un brazo y siguieron su camino.
-¡TE ODIO! – le grité, lo suficientemente alto como para que todos en el estudio escucharan.
No sabía por qué Brian me estaba haciendo esto. Había sido muy cruel conmigo, demasiado. No lo reconocí. Era como si el príncipe que yo conocía se hubiera transformado en una bestia. Me aguanté las terribles ganas que tenía de llorar. Ya había hecho el ridículo lo suficiente al frente de todos como para que ahora me vieran llorar. Me cambié e ingresé al salón, en donde ya habían varias chicas calentando, y Miss Fablet ya les estaba dando órdenes.
Empezamos con los típicos ejercicios de barra, y traté de mantenerme lo más serena y concentrada posible, pero me era prácticamente que imposible. No coordinaba mis movimientos, y recibí varios regaños por parte de Miss Fablet, dándoles así el gustico a mis celosas compañeras.
-Isabella, ven aquí un momento – me dijo la maestra cuando hicimos un breve receso para hidratarnos - ¿se puede saber que rayos te pasa?
-Ha discutido con su esposo – dijo una de las chicas que estaba cerca de nosotras.
-Le pregunté a Isabella, no a ti – amonestó Fablet a la chica, la cual reprimió una mueca de disgusto - ¿es eso cierto? – me preguntó, ahora mirándome compasivamente.
-Si…tuvimos una discusión fuerte en casa, y luego otra en el pasillo – contesté, mirando al suelo y evitando ponerme a llorar.
-Tomate el resto de la mañana libre – me dijo, y yo abrí los ojos como platos – anda, no te preocupes, con unas horas que ensayes no afectarás tu rendimiento.
-¿Y si se llega a pasar el director Dimitri por aquí? – pregunté, sabiendo de los rumores de que se pasaría por este estudio hoy.
-Él no vendrá, eso te lo aseguro – dijo Miss Fablet con seguridad – ahora vete, sal por ahí y despeja tu mente, te veré en la tarde.
-Gracias Davina – le dije, haciendo un esfuerzo por sonreírle – se lo agradezco mucho.
En busca de consuelo, me subí a mi auto camino a la casa de Brad y Sarah. Esperaba que al menos uno de los dos se encontrara presente, necesitaba a alguien cercano con el cual desahogarme. Me sentía fatal.
Llegué entonces a la rentable zona en donde vivía el matrimonio Evans, el cual era una privatizada zona residencial de amplias casas, todas prudencialmente alejadas una de la otra. El portero me conocía, así que me dejó pasar con facilidad, y aparqué en frente de la casa. Toqué el timbre, y me encontré con un relajado Brad, el cual estaba en camisilla y con unas pantalonetas cortas de andar por casa.
-¡Bella! ¡Hola! – Me saludó, sorprendido de mi inesperada visita – pasa.
-¿Y Sarah? – pregunté, ingresando en la sala de estar.
-Está en una sesión de fotos – dijo, y se me quedó mirándome fijamente - ¿estuviste llorando?
-He tenido un mal día – dije, sentándome en el amplio sofá.
-¿Quieres té helado? – me ofreció.
-Si es de frutos rojos, si – respondí.
-Ok – dijo él, entrando a la cocina.
El ex capitán del Manchester United y de la selección Estadounidense no demoró en salir de la cocina con dos grandes vasos de té helado de frutos rojos (hindú) y tras darme uno, se sentó con el de él en el sofá de en frente del que yo estaba sentada. Y como siempre lo veía desde que yo había llegado a París, tenía un aspecto relajado y despreocupado. Estaba disfrutando de su retiro. Era tal vez el único futbolista retirado que no se dedicaba a nada, que era amo de casa. Porque si, Brad, lo aceptara o no, era amo de casa. Apenas se retiró en el pasado mundial por todo lo alto, se vino a vivir a París con mi prima Sarah y la hija de ambos, Angelina. Había sacado una marca de vinos la cual gerenciaba desde casa y solo de vez en cuando viajaba a USA a ver cómo iban las cosechas de uvas en su gran viñedo en Texas. De la buena venta de sus vinos provenían sus actuales ganancias, y no se dedicaba ahora a otra cosa más que al hogar. Ya a sus 37 años lucía igual de radiante que cuando lo conocí, y aunque unas inevitables patas de gallo y unas pocas líneas en la frente se le marcaban, no dejaba de lucir igual de hermoso, e igual de sexy…porque algo que seguía conservando con trabajo de gimnasio era su envidiable físico.
-Cuéntame ¿Qué es lo que te tiene tan afligida? – me preguntó.
-Brian...me trató muy mal – dije, dándole un sorbo a mi té, a ver si con eso evitaba que se me quebrara la voz.
-¿Brian? – preguntó Brad, asombrado y con incredulidad. Claro…para cualquiera era una sorpresa que Brian me llegase a tratar mal.
Le hice entonces la narración de todo lo ocurrido con detalles y todo, empezando por explicarle quién era Brenda y quien era Justin…porque también le comenté lo de que Brian me había besado frente a él. Él escuchó con atención y fue procesando analíticamente en su mente todo lo que estaba escuchando, para luego, al yo terminar con la narración de los hechos, él dar su veredicto, sin ni siquiera escuchar a la otra parte implicada:
-No es que me esté poniendo del lado de Brian, Bella…pero…en cierta parte, entiendo por qué se comportó así – dijo, y yo solo apreté los dientes – oye, no quiero hacerte sentir más herida de lo que supongo que ya estás, pero es que para nadie es un secreto que tienes un apego enfermizo hacia Brian, y es entendible…es el único hombre con el que pasas gran parte de tu tiempo – dijo, sonando igual que Claire en la charla parecida que me dio hace un par de años sobre mi situación con Brian – y bueno…si te soy sincero, si yo fuera Brian, hace rato te hubiera frenado.
Pensé entonces las cosas con cabeza fría, reuniendo lo que ya muchos allegados y el mismo Brian me habían dicho ¿tenía un apego enfermizo hacia él? Sí, claro que si ¿estaba siendo una egoísta al no dejarlo tener más amigas aparte de mí? Sí, claro que sí.
-Aun así…no era razón para que me hubiera tratado como lo hizo hoy – dije débilmente.
-Te pasa lo mismo que a Claire…toca hablarles fuerte para que entren en razón, y Brian lo hizo por eso, estoy seguro de que no lo hizo para enserio hacerte sentir mal – dijo Brad, dirigiéndome una sonrisa fraternal - ¿Quién querría hacer sentir mal a una chica tan dulce como tú?
Sonreí. Por eso era que siempre buscaba los consejos de Brad. Haber sido capitán por tanto tiempo lo había hecho un experto en reconfortar y dar consejos. Me levanté del sofá para dirigirme hacia él y sentármele al lado, abrazándolo por la cintura y dejando mi cara recostada en su fornido pecho. Él correspondió al abrazo, apretujándome contra su cuerpo. Yo veía a Brad como un hermano mayor al cual le podía confiar las cosas, y al cual podía pedirle consejos. No era que yo no confiara en Ian para eso, simplemente, Brad tenía más madurez.
-¿No deberías estar en el estudio? – me preguntó al fin.
-Miss Fablet me vio mal, así que me dio el resto de la mañana libre – respondí.
-Bien, entonces me podrás ayudar a hacer el almuerzo – dijo, y yo hice una mueca. Aunque yo supiera cocinar, no significaba que me gustara hacerlo.
NARRA BRIAN
Después de una extenuante mañana de clases, al fin llegó la hora del almuerzo. Por mera costumbre, abrí mi mochila para sacar mi almuerzo, pero entonces me acordé de algo: Bella no me lo había preparado. Maldije por lo bajo, y no por el almuerzo, sino por ella. Tras pensar las cosas con cabeza fría, me sentí miserable, un completo idiota. Si, había sido un idiota con Bella, no tenía por qué haberla tratado así, mucho menos haberla humillado. Porque sé que todos en el estudio se habían enterado de nuestra pelea.
No la vi por el pasillo, así que me dirigí al salón en donde tomaba clases, con la esperanza de encontrarla ahí, pero solo vi a algunas chicas que se estaban alistando para salir, y a su maestra. La gran y legendaria Miss Fablet.
-Maestra Fablet – la saludé, y ella me miró severamente.
-Si buscas a Isabella, le di la mañana libre, estaba muy mal, supongo que por culpa tuya – me dijo, como queriendo matarme con la mirada.
-Ok – me limité a decirle, para salir del salón.
Y justo cuando salí, me estrellé con Brenda, la cual al parecer también quería ingresar al salón, supongo que también buscando a Bella.
-¿No está Bella por ahí? – preguntó ella.
-No.
-Oh, bueno…quería hablar con ella, pedirle perdón por…bueno, causarle tanta molestia – dijo la americana.
-Oye, tú no has causado todo esto, he sido yo.
-Y será mejor que no sigamos hablando Brian, enserio que no quiero causarte problemas con Bella – dijo, demostrando en su cara que estaba arrepentida – no quiero ser una destruye matrimonios.
-Oye, tú no eres una destruye matrimonios – le dije, tomándola de las manos, pero ella deshizo el agarre bruscamente.
-No Brian…será mejor que no nos hablemos, no nos miremos, no nada…- dijo, dando media vuelta y desapareciendo por el pasillo.
Volví a maldecir mentalmente. Esto era lo que causaban Bella y sus benditos celos. Pero entonces recordé que yo también había sentido celos al verla hablando con el idiota que le derramó los cafés encima, y que hice todo un show solo para espantarlo. Yo quería que Bella socializara con otros chicos, pero no lo permitía ¿Quién me entendía? Definitivamente soy un completo idiota.
Saqué mi celular para marcarle, pero tras esperar varios tonos y no obtener respuesta alguna, supuse que estaba enojada y dolida y no quería saber nada de mí. Demonios. Sí que soy un idiota.
Salí a un restaurante que estaba cerca del estudio y almorcé ahí. Pedí una ratatouille, un plato típico francés sano que mezcla tomates, ajos, pimientos, calabacín, y berenjenas con diversas hierbas provenzales. Cualquiera lo hubiera pedido acompañado de champán o vino, pero yo no podía beber justo en horario laboral, así que pedí una limonada de coco. Reconocí a otros compañeros de la compañía en ese restaurante, pero como ya era de costumbre, no me dirigían si quiera la mirada.
Al terminar con mi plato, no quedé satisfecho y pedí de postre un mousse de chocolate. Me imaginé entonces a Bella regañándome y diciendo “¿Estás loco? ¡Eso te engordará!”. No evité reírme solo. Caí en cuenta entonces de que Bella no era la única que tenía un apego enfermizo hacia mí, sino yo también hacia ella. No concebía mi vida sin ella. Tal vez si mi relación con Ian llegase a terminar por alguna razón lo superaría después de un tiempo, pero algo que no superaría sería que mi amistad con Bella terminara. No…eso no lo superaría. La amaba, si, y mucho, no como a una amiga…pero tampoco como a una novia (no la veo con esos ojos, así que no me malinterpreten) simplemente el tipo de amor que siento por ella es raro.
Según los griegos, existen 4 tipos de amor.
Eros. Un amor intenso, carnal y generalmente efímero. Algo tiene que ver con la idealización del momento, detonada por la pasión y el impulso del deseo carnal. El eros es en esencia s****l. Es el motor básico del sexo casual y las infidelidades. Bien canalizado (lo cual es muy difícil de lograr) puede conllevar bondades místicas y espirituales. Y ese no era el amor que yo sentía por Bella, y me asqueaba con tan solo pensar en eso. Claro que no era capaz de sentirme atraído carnalmente por Bella, ni siquiera la tocaba sin su consentimiento.
Storgé. Un amor fraternal, comprometido y duradero. Generalmente se cultiva a lo largo del tiempo y en muchos casos implica una relación filial o una coincidencia añeja con alguien más. Hasta cierto punto es el epítome de la relación empática, un sentimiento protector y que detona la lealtad. Tal vez este era parecido al tipo de amor que sentía por Bella, pero no…lo mío con Bella era más intenso.
Philia. Se refiere a la frecuencia más profunda del amor. Su vehículo es la pureza, la incondicionalidad e incluso la devoción. Esta forma de amor es universal, como el amor por una deidad, por la naturaleza o por la humanidad completa. El profesar este tipo de amor suele enriquecer a la persona y quizá sea parte de la esencia misma del ser humano. Este tipo de amor era el más raro y el que yo menos entendía, así que no…no era este tipo de amor el que yo sentía por Bella.
Simplemente, nuestro amor no se podía explicar. Claire decía que muy seguramente nosotros éramos almas gemelas y que estábamos destinados a estar juntos, pero que yo me desvié de ese destino al resultar siendo gay. Mi alma gemela era Ian, así que deseché esa opción. Pero de que había un lazo entre mi alma y la de Bella, sí que lo había. Sin ella, yo me sentía incompleto y miserable. Negué con la cabeza y reprimí una risita. Definitivamente, los hermanos Harrison me tenían loco.
Tenía que arreglar las cosas con Bella, y no lo haría con un simple perdón.
NARRA BELLA
Los consejos de Brad, y un almuerzo animado junto a él y mi prima Sarah me subieron los ánimos, así que llegué en la tarde al estudio con energías renovadas. Hasta Miss Fablet se dio cuenta de eso, y pude volver a bailar con soltura, y una vez más causé la envidia de mis compañeras cuando la maestra empezó a elogiarme.
La clase finalizó, y yo, como ya era costumbre, terminé con los pies adoloridos. Toda la tarde nos dedicamos a practicar pasos en puntas, y sentía cómo mis dedos gordos palpitaban. Necesitaba llegar a casa y meter los pies en agua caliente. Mejor dicho, necesitaba meter todo mi cuerpo en agua caliente. Detesté entonces que el jacuzzi del apartamento se encontrara en la habitación de Brian, porque era él el que tenía la posesión de la alcoba principal, y ahora que las cosas estaban mal entre ambos, entrar a su habitación para disponer del jacuzzi no era una opción.
Cuando ingresé a los vestidores para darme una rápida ducha y cambiarme, me encontré con Brenda. Ella se me acercó apenas me vio, con una cara que expresaba que tenía miedo de lo que yo pudiera decirle o hacerle.
-Bella, yo…enserio lamento ser la causa por la que Brian y tu están peleados – me dijo, mientras yo me secaba el cabello después de la ducha exprés que me di – yo ya le dije a él que era mejor que no nos siguiéramos hablando, créeme que lo siento mucho.
-No tienes nada de qué disculparte – dije – soy yo la que debe disculparse contigo, fui una grosera. Brian tiene todo el derecho a tener otras amigas y amigos, y yo no tengo porqué impedírselo. No dejes de hablarle, y si quieres salir con él a comer o algo, hazlo – concreté, y hasta yo me sorprendí de lo que había dicho.
-¿Enserio no te molesta? Porque tienes todo el derecho de celarlo, es tu esposo – dijo, asombrada.
-Bueno, pues debo dejar de celarlo tanto si no quiero que la relación se enfríe – dije, y ella asintió, comprensiva.
-Yo…espero también poder ser amiga tuya – dijo, dedicándome una sincera sonrisa.
Le devolví la sonrisa, y una vez estuve lista, salí. Tardé como siempre en llegar a casa, después de todo, había salido en plena hora punta, y el tráfico estaba, como de costumbre en cualquier capital del mundo, atascado.
Cuando llegué al parking del edificio, supe que Brian ya estaba en el apartamento cuando vi su auto. Respirando pesadamente con tan solo imaginarme qué tipo de discusión tendríamos apenas nos volviéramos a encontrar, subí en el ascensor. Al llegar a mi piso, me encontré con la Sra. Ferrec, la anciana que siempre me preguntaba si yo ya estaba embarazada de Brian.
-¡Hola Isabella! – me saludó la señora, buscando en su gran bolso las llaves de su apartamento. La gran cantidad de bolsas que estaban en sus pies me dejaron saber que había ido de compras.
-Hola Sra. Ferrec – la saludé.
-¿Embarazada? – me preguntó y yo reí.
-No, aun no – dije, palpando mi plano abdomen.
-Ay mi niña, y pensar que yo a tu edad ya tenía 3 hijos – me dijo.
-Bueno, mi madre a mi edad ya tenía a mis hermanos – recordé.
-No tardarás en tener un pequeño retoño, de eso estoy segura…la corazonada que nunca me falla me lo dice – dijo la señora Ferrec, guiñándome un ojo – tan solo imagínatelo ¡saldría hermoso! Porque vaya que tu esposo y tu son hermosos.
Me imaginé entonces a un niño con mis ojos azul cielo y el cabello castaño ondulado de Brian. Si, sin duda sería muy hermoso. Le sonreí a la señora Ferrec para luego despedirme formalmente y entrar al apartamento.
Lo que vi, me sorprendió. El apartamento estaba en penumbra, tan solo iluminado por unas tenues luces y velas. En toda la entrada estaba un oso de felpa gigante (casi de 2 metros) que tenía puesta una camisa que decía “Perdón”. No evité sonreír. Tuve que hacer el gran oso de felpa a un lado, ya que estaba obstaculizando el camino a la sala-comedor, y me volví a sorprender. Había bastantes bombas en el techo, las cuales decían “perdóname”, y había un camino de rosas que llevaban hasta la terraza.
Dejé mi bolsa de danza en una de los sofás y caminé lentamente hacia la terraza, en donde me encontré al fin con Brian. En la terraza teníamos acomodados un gran sofá con cojines que servía de cama. Brian había colgado encima una hilera de luces amarillentas, creando todo un estilo chill out romántico. Y sobre el sofá había una bandeja con dos copas de champán y dos cupcakes. Uno cupcake tenía una carita triste, y el otro decía “perdóname”.
Nuestras miradas se encontraron, y no tuvimos que decirnos nada. Nos conocíamos lo suficiente como para casi que saber leernos la mente. Nos fundimos en un abrazo que valió más que mil palabras.
-Lo siento tanto, mi princesa – me susurró, llenándome de besos toda la cara.
-Soy yo la que tiene que disculparse, he sido una tonta contigo todo este tiempo – le dije, separándome un poco de él para mirarlo seriamente – si quieres tener otras amigas, enserio que no me importa.
-Aun así Bella, te traté mal, te dejé en ridículo en el estudio, fui un idiota…- dijo, mirando al suelo y negando con la cabeza.
-Ya Brian, no importa – le dije, llevando mis manos a sus mejillas – hagamos de cuenta que no pasó nada.
-Ok – dijo, dándome un pico en los labios – ahora, brindemos – dijo, tomando las copas de champán y ofreciéndome una – por nosotros.
-Por nosotros – dije, chocando nuestras copas para luego empezar a beber del líquido – oye, no tenías por qué comprar ese peluchote.
-Nadie nunca te ha regalado un peluche gigante, quería ser el primero – me dijo y yo solté una leve risa - ¡enserio! Con Ian no me puedo dar ese lujo, él dice que eso es para las chicas.
Después de cenar un delicioso salmón que Brian había preparado supuestamente (aunque yo estaba 100% segura de que lo había pedido a domicilio del lujoso restaurante que estaba a unas cuadras) y hablar un rato más, ahora nos encontrábamos de nuevo en la terraza, acostados en el sofá, abrazados y mirando las estrellas, mientras una suave música se reproducía en el parlante portátil de Brian, el cual estaba conectado por Bluetooh a su celular.
-Si ojalá Ian nos pudiera ver en estos momentos…- comenté.
-Nos mataría – dijo y ambos reímos.
-Oye, la señora Ferrec me volvió a preguntar si ya estaba embarazada – le empecé a contar – y dijo que tenía la corazonada de que pronto lo estaría.
-Si ojalá la señora Ferrec supiera que soy gay y en realidad estoy con tu hermano – dijo Brian, acariciando mi abdomen por debajo de la blusa – oye, tú te verías linda embarazada.
-¡Cállate! – lo amonesté. Claro que no quería tener un hijo en estos momentos.
-¿Qué? ¿Recuerdas lo linda que se veía tu hermana? Estoy segura de que tú te verás aún más linda.
-Pues espero que ese momento esté lejano – dije, alejando su mano de mi abdomen – oye, necesito meterme a tu jacuzzi, quedé adolorida de las clases.
-Ok, úsalo – me dijo, liberándome al fin de su agarre de piernas y brazos – pero te recuerdo que tu hermano y yo hemos hecho muchas cosas en él.
-Ugh, no me recuerdes – dije, fingiendo asco, aunque en realidad eso me mojara. Imaginármelo a él y a mi hermano empiernados y escuchar los gemidos de ambos cuando hacían el amor siempre me excitaba.