Reclamo de los Trillizos Alfa

Capítulo Dos: Tienes que volver a casa Parte Uno

Punto de vista de Phera:

—Tú puedes con esto, P, dale una patada en el trasero a ese imbécil —escuché a mi amiga Cindy gritar desde fuera del ring mientras me limpiaba la gota de sangre que me caía por el labio, donde ese idiota de Steve me había golpeado. Queriendo terminar con esta pelea, me lancé hacia Steve, yendo a la izquierda y girando a la derecha en el último momento, agachándome y pateándolo para hacer que perdiese el equilibrio. Aterriza en su espalda con un golpe sordo mientras me siento sobre él y agarro su cuello en una llave de estrangulamiento, cortándole el suministro de aire. Mueve sus brazos y piernas como un pez fuera del agua, pero mi agarre no se afloja de su cuello, manteniéndolo en un agarre fuerte tal como el entrenador me había enseñado. Después de unos segundos más, lo veo ponerse un poco azul, pero se niega a rendirse. Me inclino y susurro en su oído.

—Vamos, Steve, ¿no quieres que todas tus conquistas te vean desmayarte a mi lado, verdad? —dije.

Pensé que eso lo haría reaccionar, ya que los lobos machos y su ego eran demasiado grandes para que yo los comprendiera a veces, pero no cedió, aplicando un poco más de presión que lo hizo balbucear. Después de intentar sin descanso liberarse de mi agarre, unos segundos más tarde, se rindió y pidió rendición, soltando su cuello cuando el entrenador me anunció como ganadora. Levanté ambos brazos en el aire mientras mis compañeros de estudios me aclamaban. Miré hacia abajo y vi a un enfadado Steve, lo cual me hizo reír. Le tendí una de mis manos para que se levantara, él la agarró y se puso de pie. No pasó ni un segundo antes de que me golpeara el brazo juguetonamente y lo rodeara alrededor de mis hombros.

—Te dejé ganar, pequeñaja —dijo él. Le hice rodar los ojos mientras salíamos del ring.

—Oh, claro que sí —respondí, dándole un codazo en el estómago.

—¡Hey! Hablo en serio; no quería arruinar tu récord. Tómalo como lástima —dijo Steve, lo cual me hizo reír y negar con la cabeza ante el idiota de amigo que tenía.

Habían pasado ocho años desde aquel terrible día. Ocho años de crecimiento y construcción de muros alrededor de mi corazón para ayudarme a llegar a donde estoy ahora: la número uno en la Academia de Lobos para la Élite. Después de que los trillizos y Newmara me rompieran el corazón de manera despiadada aquella noche, me prometí a mí misma irme muy lejos donde no pudieran lastimarme de nuevo. Después de una noche llorando y suplicando a mis padres, aceptaron enviarme a la tierra para terminar la escuela secundaria en la academia, a lo cual los trillizos accedieron felizmente. En estos ocho años, no intentaron ponerse en contacto conmigo ni una vez, y Newmara no me pidió disculpas por aquella noche. Actuó como si todo estuviera bien y perfecto, como si no hubiera destrozado el corazón de su hermana pequeña en un millón de pedazos. Han pasado ocho largos años desde que vi a la manada. Me niego a regresar, a volver al lugar donde solo hay recuerdos malos que ensombrecen los buenos. Aunque extraño a mis padres, a Nate y a mis mejores amigos: Betty y Reese, aún no he regresado. Por lo general, ellos vienen durante las vacaciones para encontrarse conmigo. Newmara había venido en repetidas ocasiones, pero he mantenido mi distancia, el vínculo que una vez compartimos se ha desvanecido por completo. Soporto su presencia porque es mi hermana mayor, y mamá y papá me enseñaron a no ser mezquina, a diferencia de algunos.

Después de terminar la escuela secundaria a los dieciocho años, mis padres querían que regresara y encontrara a mi compañero, ya que no la encontré en la academia. Sin embargo, me negué porque, en el fondo, tenía la sensación de que sabía quiénes eran mis compañeros, pero el miedo de que fuera cierto me mantuvo aquí en California, lejos del multiverso de los lobos, lejos de la temida manada Red Moon y lejos de posibles compañeros. No queriendo regresar, me inscribí en el programa de pregrado de la academia de guerrera y contabilidad, diciendo a mis padres que me gustaba mi vida aquí y que solo estaría retrasada en la manada. Aunque mis padres nunca mencionaron por qué empecé a odiar a la manada y a evitar a mi hermana y a los trillizos, supe que ellos sabían por qué. Sin embargo, mientras no lo mencionaran, yo también estaba bien y perfecta sin mencionarlo. ¿Por qué hablar de recuerdos de mierda cuando aquí estoy creando grandes recuerdos?

Sin embargo, tenía la sensación de que mi felicidad iba a ser efímera. Se suponía que iba a graduarme de mi programa dentro de una semana, y según las reglas de la manada, si no conseguía un trabajo en una empresa de propiedad de lobos, se esperaba que regresara a la manada. Aunque tenía credenciales excelentes y estaba en la cima de mi clase tanto en entrenamiento de guerrera como en mi carrera de contabilidad, aún temía por mi futuro. Siempre había este —qué pasa si— en el fondo de mi mente. Regresar a Red Moon era un gran —no, no para mí—. Fui sacada de mis pensamientos cuando sentí un par de brazos musculosos rodear mi cintura y el olor de césped recién cortado invadió mis sentidos. No necesitaba girarme para saber que era Josh, mi novio.

—Hola, hermosa —susurró en mi oído, dándome un beso en la mejilla y girándome, sacándome de los brazos de Steve y atrayéndome hacia él. Sonreí y besé su mejilla—. Te atrapó bien, hermano —dijo Josh a su gemelo Steve.

—Eh, no podría ir y lastimar a mi futura cuñada —respondió Steve. Eso hizo que Josh se riera, pero a mí me tensaron las sugerencias sobre relaciones.

A lo largo de los años, había salido con varios chicos. Sin embargo, la mayoría, si no todos, solo duraban dos semanas. La sensación de ser tocada por alguien que no fueran los trillizos me repugnaba, lo que generalmente resultaba en que terminara con ellos. Incluso me sentía culpable, para sacar a los trillizos de mi mente solía distraerme con otros chicos con la esperanza de obtener algún tipo de tranquilidad mental que no implicara a esos tres. Siempre me hacía pensar en cómo era mejor que los trillizos ahora, ellos rotaban chicas como un pollo en la rosticera. Pero con Josh era diferente. Nos hicimos amigos rápidamente el primer día de clases y, eventualmente, los mejores amigos. Avancemos siete años y medio después, finalmente me invitó a salir y acepté. Josh no era como los otros chicos con los que solía estar. Era cariñoso y considerado. Aunque quería llevar nuestra relación al siguiente nivel, nunca pasó de los besos, viendo que no estaba lista, que en realidad no estaba segura de si alguna vez estaría lista. La idea de dormir con alguien que no fueran los trillizos parecía una traición hacia ellos, lo cual era una tontería porque no tenían problemas en profundizar la lengua con mi hermana.

Sintiendo que me tensaba en sus brazos, Josh me miró. Preguntándome en silencio si estaba bien, y solo asentí con la cabeza. Aunque sabía que no me creía, él lo dejó pasar. Eso es lo que más me gustaba de él. No era insistente y siempre había este sentido de comprensión entre nosotros, cuándo y cuándo no presionarnos mutuamente. Antes de que Josh pudiera decir otra palabra, sentí que mi teléfono vibraba en el bolsillo trasero. Al tomarlo, vi que mamá me estaba llamando por video. Sonreí a Josh y le dije que volvería enseguida mientras me dirigía hacia la línea de árboles. Contestando su llamada en el último timbre antes de que se colgara, me vi gratificada con los rostros sonrientes de mamá y papá.

Diosa, cómo los extrañaba.

"¡Hola, cariño! ¿Te agarramos en un mal momento?" preguntó papá, aunque estaban sonriendo, parecían un poco nerviosos.

—No, no. Acabo de terminar con el entrenamiento del guerrero. ¿Qué pasa? —pregunté, tomando asiento bajo mi árbol de arce favorito.

Los vi mirarse el uno al otro, luego a alguien que probablemente estaba parado frente a ellos, y luego mirándome a mí con una mirada esperanzadora.

"Cariño, no hay manera más fácil de decir esto, pero tienes que volver a casa, y tienes que regresar esta noche".

Eso fue todo lo que mamá dijo para que yo tomara una respiración aguda y me tensara en mi lugar.