Horacio tomó de su vaso de cristal aquel whisky que tanto le gustaba a su padre y que mantenía una reserva en la casa de descanso. Las palabras de Max lo habían acribillado mentalmente cuando le dijo: «Cuando nazca ese bebé, veremos si será así.» —¿No vas a cenar, hijo?—la madre de Horacio interrumpió sus pensamientos. —Desde que llegaste no has dejado de beber, ¿Algo te preocupa?—él tomó el resto de su vaso y lo dejó en la mesa de cristal frente a él, se levantó y miró a su madre. —Me tengo que ir madre, —le puso una sonrisa, pero la mujer, entrecerró sus ojos. —¿Cuándo nos vas a presentar a esa mujer que te tiene todo distraído? —él sonrió apenas de manera débil. —No lo sé, espero pronto. —se acercó a ella y puso sus manos en los hombros para inclinarse a mirarla a los ojos. —Pro

