Capítulo 1

952 Words
 El gran pueblo de Egipto. El reino de Sened 2730 aC  El pueblo regente se extendía hasta las aguas del Nilo, un maravilloso templo donde allí vivía el gran faraón Uneg, con su esposa e hija donde sus súbditos, más que esclavos He dado toda su vida para construir y recibir órdenes del Faraón. Las vidas de ancianos y niños se perdían en el campo de juncos, por la explotación y abandono. Miserables sueldos por días enteros de trabajo, torturas, castigos.Jade la única hija del rey de Sened solo con diecisiete años veía como su pueblo sufría por la codicia de su padre, ella soñaba con llegar a ser la gran faraona de su pueblo y cambiar la vida de esas personas, salvar al pueblo de una posible rebelión, de la hambruna y la muerte, sabía que no sería fácil pues su padre la despreciaba por no ser un heredero y emprendía largos viajes para buscar un posible heredero. Su madre intentaba ocultárselo, Jade pasaba la mayor parte con su madre y criadas, una joven criada su mejor amiga llamada Isis, era su única compañía, eran las únicas personas del templo que la apreciaban y querían de verdad, otras solo se acercaban por el poder o por lujuria.   Todos los días la princesa Jade se dirigía al pueblo junto con Isis, ayudaba a todos los ciudadanos posibles, llevaba comida, agua, leche, legumbres y las repartía, iba a la única pequeña escuela a leer a los niños, llevaba escritos y papiros, pergaminos que ella misma escribía. El pueblo la adoraba, era todo lo contrario a su padre, era el centro de atención de todas aquellas personas, la aclamaban, le juraban serle fiel en su reinado… Pero ella no sabía si llegaría simplemente a tocar ese trono, ni siquiera su padre le dejaba entrar en la estancia donde se fueron. Jade era muy bella, tenía una melena negra que le llegaba hasta las mandíbula, recto y liso, siempre adornado con trenzas y piedras preciosas. Sus curvas estaban pronunciadas, de piel morena y suave, su estilo era lo más recatado, vestidos no muy adornados ni lujosos, le tenía mucho respeto a la gente pobre que visitaba, a veces regalaba piedras preciosas de sus trajes. Tenía unos ojos verdes que cualquiera diría que son dos preciosas esmeraldas, grandes, llamativos como sus labios rosados y carnosos, era una total belleza, era la viva imagen de su madre. Todas las noches llegaba tarde del pueblo y su padre lo detestaba. Una noche la estaba esperando sentado en su gran trono.  Jade entro despacio pasando por delante de la gran puerta que daba al trono de su padre, se sorprendió cuando la vio abierta de par en par pues siempre estaba cerrada. Su padre la miraba con rabia desde el final de la estancia. -Jade…- La llamo con una voz gruesa y seria, Jade empezó a temblar y empezó a avanzar hasta el, se quedo asombrada con aquella sala pues no la habían dejado entrar nunca… - ¿Dígame, padre, que desea? -Dijo con miedo y haciendo una reverencia. - ¿Como te atreves a llegar a estas horas de la noche, por esos mugrientos esclavos? - dijo agarrándola del brazo fuertemente. Jade enfado inmediatamente saber que eso era el problema. - Esos a los que llamas mugrientos, son los que te han dado todo esto para vivir, los que te han dado un hogar, los que te dan tu riqueza, deberías estar más agradecido y pedir perdón ante ellos - dijo casi gritándole.  El Faraón abofeteo a Jade con todas sus fuerzas dejándola caer al suelo.  - No me obligues a desterrarte al desierto o hacer que ocurra un accidente, me obedecerás, yo soy su Faraón, su dios, todos ellos me deben sumisión respeto y no hay más discusión. Se fue dejándola tirada en el suelo, llorando sin consuelo. Isis fue en su ayuda, la sacó de la estancia y se la llevo a sus aposentos, la sentó en la gran cama mullida y le dio algo fruta y curo la pequeña herida que le había hecho su padre en el labio. - Esto no va a quedar así, me voy esta misma noche, voy a buscar a mi primo, sé que el me ayudara, él es el favorito de Egipto, sé que parara esto. - dijo sin quitar la vista al horizonte. -Señora, ¿Esta segura de lo que va a hacer? - dijo cogiéndole las manos. – Es muy peligroso señora, es de noche el desierto esta lleno de bandidos, podrían hacerle algo…- Isis preocupada, tenia que avisar a su madre. -No, pero no me queda otra, si no paro esto, se formará una rebelión, invadirán el templo y nos matarán a todos por culpa de mi padre. - dijo seria y con lágrimas en los ojos. Prepara las valijas para el viaje, vendrás conmigo, cámbiate las ropas -dijo tendiéndole unos de sus vestidos modestos – Pero señora yo no puedo… - Isis tartamudeo. – Isis…si ven que eres una esclava te mataran, por favor prepara las cosas y cámbiate…nos vamos en una hora, nos vemos en los establos. - dijo Jade más seria de lo normal, su padre había perdido los papeles, estaba destruyendo a su pueblo y Jade no lo podía permitir, tenia que acabar con la era de su padre, pues no era digno de considerarse un dios. -Si, señora, como ordene - dijo preocupada Isis.   Todo estaba preparado, Isis esperaba a la princesa escondida en los establos estaba todo muy oscuro, ya había caído la noche y todos dormían, Jade cogió dinero para el camino, dejo a su madre un papiro sobre su cama cogió el amuleto que le había regalado su madre cuando tenía diez años y se dispuso a encontrarse con Isis, se montaron en sus caballos ya equipados y empezaron el camino.
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