Perdoname.

2402 Words
—Señor Monroe, la señorita Ana se niega a comer nuevamente. —¿Probo algún bocado?. —No, señor Monroe, ni siquiera toma agua. —¿Qué es lo que tengo que hacer Tabita?. —¿Qué fue lo que hizo?.— me pregunta. —Algo que nunca debí de hacerle— suspiro —Me llene de celos y la obligue a que estuviera conmigo. —¿Cómo pudiste hacerle eso?.— me dice olvidando la formalidad. —Los celos me invadieron Tabita, cuando cobre conciencia ya lo había hecho. —¿¡No dijiste que la ibas a proteger y a cuidar!?— me reclama —Esa pobre niña ha sufrido mucho. —¡Lo sé!— le grito —Pero me cegué. —Déjala ir.— ordena. —No puedo Tabita, no puedo. —Seguirás lastimándola, ella no merece eso, Elijah, la encierras, la golpeas hasta dejarla desfigurada y ahora haces eso, que bajo has caído. —Lo sé, lo sé, es que ella. —Es que nada, lo que le hiciste no tienen ni la más mínima escusa— me dice con dureza —La rescataste de su madre, evitaste que la vendiera a un lugar horrible, ¿Qué diferencia hay? No sabes como se ha de sentir. —¡Ya sé que soy un idiota! ¿¡Qué más quieres que te diga!?. —Déjala ir, deja que viva, Elijah mi niño prometiste no ser como tu padre. —Y no lo soy, no soy como él. —Estas cercas de serlo. —Es mentira.— le digo molesto. —Entonces déjala ir, cuídala desde lejos o deja que se pierda, que se aleje de todos y que intente ser feliz. —Si la dejo ir, estoy seguro de que terminara con su vida, ella anhela hacer eso y yo no puedo verla muerta. —Pero si sigue aquí, terminará muriendo de alguna u otra forma, ya sea por su mano o por la tuya. —Tú sabes lo que ella significa para mí. —A veces dudo que signifique algo para ti. —No puedes decir eso Tabita, sabes que la vi crecer desde lejos. —Y aun asi hiciste lo que hiciste. Me sirvo otro vaso de whisky y de repente veo una silueta en la puerta. —Tabita. —¡Keres!— me levanto y ella retrocede dos pasos. —Ana. —¿Qué paso niña?— le pregunta Tabita. —Puedes…— se detiene de la pared —Lo siento, me iré a acostar. La veo darse la vuelta y después caer al suelo, no pierdo el tiempo, corro por ella y la cargo, la llevo a mi habitación y la acuesto en la cama. —Llama al médico— le ordeno a Tabita. —Estoy en eso— contesta. Toco su frente y está ardiendo en temperatura, es mi culpa, mi maldita culpa. —Tabita el médico— le digo. —Llega en cinco. —Está ardiendo. —Elijah— dice sorprendida. —¿¡Que!?. —¿Tú hiciste eso?. Su cuerpo tiene diferentes heridas, su piel está roja y pareciera tener raspadas, sus nudillos están morados con heridas claramente infectadas, es mi culpa. —No— le contesto —¿Cómo pudo hacerse algo asi?— miro a Tabita —Por eso no puedo dejarla sola. —Ahorita no Elijah. Descubre a Ana y en poco tiempo llega el doctor, me alejo a una distancia prudente y miro como la canaliza, batalla unas veces, pero lo logra, desinfecta heridas, inyecta, no sé qué cosas en su suero y controla su temperatura. Voltea a mirarme cuando nota algo en el cuerpo de ella, pero después regresa a hacer su trabajo. —¿Qué le ocurre?— le pregunto. —Señor, ¿Ana ha salido alguna parte?. —No. —Entiendo. —¿¡Que entiendes!?.— pregunto alterado. —Muestra señales de agresión… señor Monroe, la señorita Ana, parece ser víctima de abuso, es una víctima— corrige —sin embargo… —¡Habla!— le grito desesperado. —Quisiera saber cuando fue que paso esto y si tomo la pastilla del día siguiente, debemos tomar algunas muestras, entregarlas a la policía, debemos darle un tratamiento con urgencia. —Hace cuatro días— contesto con vergüenza —Casi cinco. —Es demasiado tarde para… —¡Para!— grita Ana o Keres no sé quién sea, pero grita fuerte —No me toques— dice espantada —¿Qué me están asiendo?.— sus ojos parecen horrorizados. —Keres— me acerco a ella. —Aléjate de mí— me dice asustada —¿Qué es esto?. —Es… —Doctor— dice interrumpiéndome. —Keres… —Ana— le contesta al médico. —Ok, ¿Ana tomaste la pastilla del día siguiente?. —No, yo no…— su mirada se enfoca en el vacío —¿Qué es lo que tengo? Hable que quiero dormir.— Keres ha tomado el control. —Abusaron de ti— le dice el médico. —Venga que no me di cuenta, necesitaba su confirmación. —Es normal estar a la defensiva, pero necesitamos hablar sobre un futuro embarazo. —No puedo quedar embarazada— dice —Ana, quedo embarazada en la cárcel y como se supone que eso debería de pasar, me hicieron un aborto a la fuerza— cierra los ojos —Me hicieron una histerectomía por si volvía a pasar. —Oh niña— le dice Tabita. —De igual forma alguien con una vida asi no debería de ser madre de nadie, aquí hay mucho daño— se pega en la sien con su dedo —Y todavía se le agrega más. —¿Has tomado antidepresivos? ¿Terapia?— le pregunta el médico. —¿Ya me puedo ir?— le pregunta. —¿Hace cuanto que no comes?. —No sé, me castigaron y no comí por una semana, después comí tres rebanadas de pizza y ya no comí nada. —¿Sientes hambre? Sé que estás pasando por algo muy duro, pero… —Siento ganas de morir, quiero morir, deseo morir, anhelo morir, ¡Máteme, se lo imploro!. —Señor Monroe, es necesario alimentarla por sonda, no sé cómo no le ha pasado nada, considero necesario que un psiquiatra que la ayudara a … —¿Ah?— dice confundida —Pero qué mierda estás diciendo, le estás diciendo a mi violador lo que tiene que hacer con su víctima, le dices al que me castiga sin comida que me tienen que alimentar asi— se suelta riendo —Yo me voy. Se arranca la intravenosa y se baja de la cama, Tabita corre, me cansé de que no se preocupe por su maldita salud, yo sé que la convertí en esto, pero también seré quien la saque. —Fuera de aquí— les grito cuando van detrás de Keres. —Pero señor… —Cuando les hable vienen. Cierro la puerta y la agarro del brazo, más fuerte de lo que pensé. —¡Suéltame, me lastimas!. —Lo siento. —Vete a la mierda— me dice —¡Lárgate! ¡Lárgate! ¡No quiero verte, no quiero que me toques! ¡No quiero que me veas, no quiero nada de ti!. —Keres, lo siento, perdóname. La miro y puedo sentir su dolor, su expresión cambia al igual que su mirada, creo que es Ana. —Comenzaba a confiar en ti.— dice en un susurro. —Sé que no tiene justificación lo que te hice, pero perdí el control, mi mente se llenó de celos al imaginar como Ben te tocaba, después todo es borroso y no sé qué paso cuando tome conciencia había hecho una locura. —Te dije que pararas, te lo suplique.— me dice con dolor —Te grite que me lastimabas. —Perdón, perdóname, soy un maldito idiota. —¡Eso no se perdona!— me grita perdiendo el control. —Ana calma.— no replica, es Ana. —Me engañaste, dijiste que me protegerías, que nos protegerías a Keres y a mí, pero vaya idiota que fui al creer en tus palabras, si mi madre fue capaz de venderme, que podría esperar de mi comprador. —Y lo haré, te protegeré, siempre te he protegido. —¡PARA!— grita nuevamente —¡Para! ¡Para! Siento que me estoy volviendo loca, ya no puedo más, ya no quiero escucharte, no puedo, yo no… —Perdóname— me pongo de rodillas. —¡Deja de hacer eso!— grita —No hagas el papel de víctima. —No debí de dejarme llevar, yo debí de parar, te juro que pare cuando me di cuenta de que… —Que me violaste, dilo eres un violador— me pega con el dedo en la frente. —Por favor perdóname, te daré lo que quieras, quieres todo mi dinero, tómalo, hazlo, pero perdóname.— le suplico. —Mátame. —¡No, no puedo! Simplemente, no puedo, mereces una vida plena, mereces ser feliz, disfrutar de todo. —Mírame— me dice llorando —No puedo seguir asi, prefiero morir, a seguir sufriendo, mátame, si te importo tanto, mátame, libérame de esto, anda hazlo. —Pídeme otra cosa— abrazo sus piernas —Pídeme lo que sea menos que te mate. —¿Tanto anhelas verme sufrir? ¿Acaso no sientes mi dolor?. —Lo que anhelo es verte sonreír, como cuando tuviste el mejor promedio o cuando tu madre te regalo ese bolso que querías. —¿Cómo sabes eso?— me pregunta. —Porque desde que te mire me enamore de ti, no te compre porque quería a una virgen hermosa, te compre porque tu madre quería venderte a un hombre que prostituye a las menores. —Mientes. —Te miré por primera vez cuando yo tenía 15, recuerdo verte correr con tu madre y darle la noticia de que tenías el mejor promedio. —Solo tenía 12. —Después de eso mi padre me obligo a casarme con la mujer que conociste en el sótano. Ella tenía veintiún años, Ana, yo sé lo que es que te obliguen a tener sexo, yo lo viví. —Y aun asi lo hiciste, sabiendo todo lo que conlleva y lo mucho que te jode. —Soy un idiota, ¡lo sé!— le digo —A los 17 hederé los negocios de mi padre, esa mujer la que decía ser mi esposa lo mato. —No me interesa, mátame. —Con los años se dio cuenta de la verdad, que estaba perdidamente enamorado de ti.— le digo ignorando su petición. —Planeo mandarme a la cárcel. Se sienta en la cama asimilando lo que le estoy diciendo y siento que estoy llegando a ella de alguna manera. —No soy un santo Keres, Ana, quien seas, no lo soy, he hecho cosas horribles en todos mis veinticinco años, pero todo lo que tiene que ver contigo trato de hacer lo correcto, mi padre era un monstruo y yo no quiero ser uno, me veo reflejado en el cuándo te golpeo y te encierro. —Si no me vas a matar, entonces lárgate— me dice. —No puedo, yo mato cuando se merece matar y aunque tú merecieras morir jamás lo haria. —Lo merecemos, después de tanto dolor merecemos morir. —Eres la única persona que no merece morir, te deben tanto que ni una vida de cien años es suficiente para recompensarte lo que has vivido. —La muerte mejor recompensa que pueden darme. —Cinco años— le digo —Te dejaré libre, pero tienes que prometerme que intentaras vivir un año, si tú decides morir después de ese año, sabré que cuando te esté enterrando que era demasiado para ti. —Ya es demasiado para mí. —Y si decides vivir, te buscaré cuando cumplas los cinco años, y si aun asi viviendo los cinco años crees que no es suficiente, yo mismo haré que tu muerte sea digna. Se me queda mirando fijamente con esos ojos hermosos que solo ella tiene, me da un abrazo, lo logre, la convencí para que viviera. Sonrió ante tal victoria. —Es demasiado para mí— sus ojos están llenos de lágrimas —Lo intenté… La veo quitar el seguro a mi arma y dispararse en la cabeza, su cuerpo queda tendido en la cama, entran mis guardias, Tabita, todo paso demasiado rápido, soy arrastrado por los guardias a mi habitación. No. No. ¡No!. Cada lugar de mi cuerpo donde su sangre salpico me comienza quemar, se siente como un maldito castigo, mi mierda termino jodiéndola como siempre lo hace. —Elijah, Keres murió. No. No. No. —Tabita no juegues con eso— le advierto. —El médico no pudo hacer nada, murió al instante. —¡No!— le grito —¡Ella no!. Comienzo a llorar, cosa que no hago dese la muerte de mi madre, siento que algo de mí se murió junto con ella. —La jodí, Tabita, jodí su vida, la quería ver feliz y como siempre jodo lo que más amo. —Ella tomó su decisión, mi niño— se acerca a abrazarme como aquel día que mi madre murió. —Ella estaba confiando en mí, me lo dijo— le confieso —Se supone que la haría feliz. —Elijah, con lo que ella sufrió, nunca iba a ser feliz. —Pero todo eso fue mi culpa, ¡Todo fue mi maldita culpa!. —Se llevaron el cuerpo para incinerarlo. —Ya no podré mirar el color de azul de sus ojos, todo por mi maldita culpa. —¿Por qué no la dejaste libre?. —Lo hice, pero dijo que era demasiado para ella— la abrazo —¿¡Cómo supo que tenía un arma!?. —Se llevó el secreto con ella— me dice Tabita. —Yo debería de haber muerto, yo fui el que la daño, debió de dispararme a mí, de matarme. —Tengo que encargarme de todo. Se separa de mí y se va dejándome con ese maldito sentido de culpa que mi conciencia carga, debería de haberle dado toda la maldita felicidad, debería de haber mantenido el brillo que tenía cuando la conocí, pero lo único que hice fue agotarlo y eso nunca me lo perdonaré.
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