La tormenta viene

1542 Words
—¿¡Qué mierda es lo que le pasa!?— grito alguien enojado. —No… no, no lo sé jefe. —¡Eres un puto médico, no es posible que no sepas que es lo que tiene!. Intente abrir los ojos, pero una luz destellante me obligo a cerrarlos. —¡Está despierta!— grito alguien —¡Ana estás despierta!— su voz era más madura, pero era él, el que se decía ser mi mejor amigo Ben. —No— dije asustada y me levante de la cama —¡No!— grite. Sentí los mechones de mi cabello en mis hombros, una desesperación se estaba formando en mí, odiaba traerlo suelto, me aterraba tenerlo asi, no podía estar un segundo más, asi que busque mi liga. —¡Ana!— volvió a gritar. —¿¡Dónde está!?— le pregunte desesperada. —¿Tu mamá? Ella está afuera. Ella está afuera. Ella está afuera. Ella está afuera. Me sujeté el cabello con el mismo y me volteé a ver horrorizada a Ben, todo mi cuerpo temblaba con esas simples tres palabras. —¿Está afuera?— le pregunté con temor. —Sí, Ana está afuera esperando— me contesto Ben. —¡Debo irme!— le dije alterada —¡Debo irme, no es seguro!. —Ana, por favor— dijo Ben —¡Que no soy Ana!— grite con todas mis fuerzas —Ana murió hace malditos cinco años, cuando todos la abandonaron a su suerte, cuando se la llevaron arrestada. —Doctor— dice una voz. —¿Qué estás haciendo?— pregunto Ben a aquella voz. El doctor se acercó a mí con una jeringa, di un paso atrás por instinto, pero cada paso que retrocedía él avanzaba dos más hasta que caí a la cama. El hombre que llamaban doctor me sostuvo mientras yo forcejeaba para que ese líquido no entrara a mis venas, y cuando entro mi cuerpo reconoció aquel líquido, solo pude reírme. —¿Qué le inyectaron?— pregunto Ben desesperado, yo seguía riéndome sin parar. —¿Te equivocaste de frasco o qué mierda?— dijo aquella voz molesta. —No, no, no jefe es el frasco correcto— le contesto con miedo. —¿Qué es lo que te pasa?— pregunto la voz molesta. —Doctor escucho voces— dije asustada —No puedo volverme loca, tiene que ayudarme— voltee a los lados —Los fantasmas del pasado están rondando— me le quedo viendo —¡Eres uno de ellos!— lo señalo —¡Ya les dije que no sabía! ¡Paren por favor!. —¿De qué estás hablando Ana?. —No, están aquí, nadie está aquí, tú no eres Ana— me dije a mí misma mientras me tapaba mis oídos, no quería escuchar voces —Uno, dos, tres ¡Desaparezcan!— grite —Cuatro, cinco, uno… dos… tres… ¡Soy inocente, no hice nada!. —Dale otra dosis. —¡No!, ¡no!, me he portado bien, esa dosis duele, prometieron que no lo haría más— lo veo acercarse a mí —¡Por favor, no más, el último agente me hizo daño!— le digo llorando. —Espera, deja que hable. —Ya no valgo nada, no tengo nada de valor, me quitaron, una dosis más y me matará. —¿De qué estás hablando?— me dice la voz más cerca —¿Qué fue lo que te quito? ¿Qué te hizo?. —La voz hace preguntas— comienzo a golpear mis oídos —¡Para, para, tú no existes, eres falso!. —Aquí estoy— dice un hombre poniéndose frente a mí. —¿No eres falso?— pongo mis manos en su rostro. —¿Qué fue lo que te quito? ¿Quién te hizo daño?— me pregunta. —Todos, todos me hicieron daño, pero gracias a ese agente la cárcel me lleno de drogas, la tormenta no paso, cuando un huracán llego… ahogaron a Ana, yo la salve Keres la salvo. —¿Tú eres Keres?— me pregunta. —Sí, los aires del huracán fueron violentos, pero con uno, dos, tres, cuatro, cinco se calman— digo con calma —Los pájaros se llevaron al demonio que crecía en mis entrañas, tal vez si hubiera peleado más el agente no me hubiera dejado un demonio dentro de mí, pero todos saben que… se vuelve n***o. —Duerme. —Los fantasmas del pasado… vienen con la tormenta. —Shh, duerme. —La… La… Perspectiva de él.  —¿Cuánta dosis le pusiste?— le pregunto molesto. —Casi todo el frasco jefe. —¿De qué está hablando Ana?— me pregunta el supuesto amigo de Keres. —Largo— les digo a los dos. —No me iré de aquí hasta que me des una explicación.— dice altanero. —¡Que se larguen maldita sea!. —No me voy de aquí hasta que me des una explicación— volvió a decirme. —Mira mocoso de mierda, esta es mi casa y si yo ordeno que te largues te largas— le digo en su cara y se marcha molesto —Has que pase su madre— le ordeno al guardia que custodia la puerta. El médico sale y me giro para mirarla, sus palabras no son coherentes, es claro que la hirieron, ¿pero por quién y de qué malditos agentes habla?. —¿Cómo está ella?— pregunta su madre. —Te haré una sola pregunta y quiero una respuesta sincera si no lo haces… —Lo haré— me dice con la cabeza abajo. —¿Sabías que ella estaba en la cárcel antes de que me dijeras?— le pregunto. —No, en cuanto me entere le dije, jamás le ocultaría esa información. —Te conviene no mentirme, mi gente ya está buscando información, te doy otra oportunidad. En cuanto escucha la advertencia se pone de rodillas llorando. —Me mentiste— le digo. —¡Lo siento jefe, no quería hacerlo!. —Aun sabiendo que ella estaba en la cárcel, te atreviste a tomar mi dinero— le digo —¡Vendiste a tu hija por unos cuantos millones y te atreves a mentirme!. —¡Perdóneme, se lo pido!. —Cuatro años, cuatro malditos años, me ocultaste que estaba viva y en la cárcel, mientras tú te dabas la vida de lujo, ella estaba siendo condenada por algo que nunca hizo, con pruebas falsas un año, ¡Un puto año me costó sacarla de ese lugar!.— le grito. Su llanto me parece tan hipócrita, es una maldita mentirosa que vendió a su hija por unos millones, la agarro del cabello y la pongo frente a Keres. —Mírala, mírala bien, mira lo que le hiciste a tu hija, mira las marcas en sus muñecas, mira lo delgada que está, pague millones por ella, alguien hermosa y virgen, no a una maldita loca ¿Dónde quedo la joven que se me presento?. —Lo siento, no sabía que pasaría eso, está mi hija mayor, es joven, bella… —¡Cállate la maldita boca!— la tiro al piso —Aun en ese estado, ella es mejor que tu hija mayor, incluso la más pequeña, nunca se compararan con Ana. —¡Le encontraré a otra!— dice de inmediato —Mil veces mejor que ella, hermosa y pura. —Lárgate de aquí. —Pero jefe, puedo hacerlo, de verdad puedo encontrarle algo mejor que Ana. —No vengas a trabajar hasta que te avise y si se te ocurre huir mataré a tus dos hijas, sabes que no me detendré si lo haces.— le advierto. —Sí, no me atrevería— me dice y sale corriendo a la salida. Espero que lo que dijo sea mentira y solo sean delirios de ella, no quiero que la hallan tocado, ella es mía, ella me pertenece y lo que es mío lo quiero intacto. —Jefe— me habla uno de mis guardias. —Que. —Tengo el informe— me dice al mismo tiempo que me entrega la carpeta y se gira al verla —¡Está sangrando!— grita alarmado. —Mierda, ¡Trae al maldito médico!. El médico corre con su maletín hasta donde está Ana, me voltea a ver y solo lo miro, con una clara advertencia que si ella muere él también. Comienza a revisar sus signos vitales y en mi cabeza se repite las mismas palabras que dijo antes «Una dosis más y me matará.» —¡Es la maldita droga que le suministraste!— le grito —Dijo que una dosis más y la matara, ¡Sácala de su sistema!. —Pero, pero ¿cómo?. —¿Acaso soy un maldito médico?. —No, no, lo intentaré. Comienza a inspeccionarla, su nariz y oídos siguen sangrando, miraba al médico actuar tan torpe sin saber qué hacer más que inspeccionarla, debería de matarlo. No me despego de su lado hasta que este seguro que mi mercancía se encuentre bien y sobre todo que esté lista para utilizar, tengo que hacer valer los millones que pague por ella.
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