Día de la renta.

2612 Words
Aún sin abrir mis ojos detengo la alarma de mi teléfono, la cual me despierta todos los días a las 5 AM, cubrí mi rostro con sábanas tal vez por unos 10 segundos, tomo un gran aliento de aire y me pongo de pie. El aroma a café recién colado me pone una gran sonrisa en mi rostro, y aún estando descalza camino hasta la pequeña cocina donde me espera mi abuela para sentarnos a platicar por unos 10 minutos de lo que haremos en el día de hoy, mientras bebemos café. Hoy es día 4 del segundo mes del año, solo tenemos un día más para pagar el alquiler de este pequeño apartamento que se encuentra en un 4 th piso de un edificio en muy mal estado, en uno de los barrios más peligrosos de Los Ángeles, a, también el del mes pasado que aún lo debemos, veo a la mesa la cual solo está adornada con cartas de deudas, utilidades, tarjetas de crédito y las deudas del médico, los libros de la universidad, y sin agregarle la comida. Veo mi reloj y ya es hora de marcharme, voy a mi primer trabajo, el cual consiste en recoger a varios perritos del barrio más prestigioso de Los Ángeles, y llevarlos a dar un paseo a un cercano parque por una hora. Así que tomo dos autobuses para después de unos 40 minutos llegar como cada mañana. Siempre trato de llegar antes de las 7 a la casa de mi cliente más importante, bueno, es importante para mí, no por lo bien que me paga, sino por lo embobada que me trae. Es el hermano menor de los Uckermann, una familia de empresarios importantes de la ciudad. Todos los días menos los fines de semana él entra a su auto a la 7 AM, ni un minuto más, ni un minuto menos, y yo ahí lo espero con mi sonrisa llena de ilusión. Hoy no será diferente, aquí estoy, esperando llena de emociones y nervios, cómo todas las mañanas por ya más de 7 meses. Cómo todas las mañanas ese alto y musculoso hombre abre la puerta de su casa para mí, no porque él así lo quiera, sino porque justo cuando él sale ahí estoy yo esperando a propósito. —Buenos días, señor —pronuncio como de costumbre, mientras él me regala una tierna y vaga sonrisa y abre la puerta para mí, o para él. —Buenos días, señorita —pronuncia el atractivo Brian Uckermann, como todas las mañanas de lunes a viernes. Yo me quedo parada en la gran puerta mientras lo veo modelar hasta su auto gris, me deleito con cada uno de sus pasos y mi mente viaja a otro mundo de fantasías donde yo soy la dueña y señora de esta enorme casa y él es mi adorado esposo. Es muy atractivo para cualquier mujer, es alto y lleno de músculos, tanto que se les notan aún estando vestido con elegantes trajes, su cabello es marrón claro con iluminaciones naturales, sus cejas son espesas, pero definidas, sus ojos profundos y grises, una ligera y acomodada barba, y sus labios son con lo que yo sueño cada noche. Nunca he hablado con él, solo el saludo de la mañana, sé que él es mi jefe; Manchas se llama ese hermoso cachorro de dos años. Juanita es quién atiende la casa, fue quien me contrató y también quien me paga. Luego de ver a mi novio fantasioso marcharse, entré a la gran casa y como de costumbre, Juanita me entrega a Manchas, el cual siempre salta de la emoción cada vez que me ve. Hoy más que nunca me gustaría poder tener el número de teléfono de mi jefe, tal vez él pueda conseguirme algo de trabajo en su empresa, ya que es lo que estoy estudiando, así que le comenté a Juanita y ella tan amable como siempre me entregó una tarjeta con toda la información de mi novio fantasioso. Con una gran sonrisa en mi rostro, una vez más comienzo a fantasear con ese hombre, solo me imagino escribiendo con él hasta las altas horas de la noche, pero no, eso es imposible, un hombre como él nunca se fijaría en mí, ¿o sí?, ¿quién sabe?, por ahora solo necesito trabajo. Cuando termino con el trabajo corro a mi universidad, es muy lejos de este barrio, así que me toca coger 3 diferentes buses. Ahí estudio administración de empresas, en la universidad más barata de todo Los Ángeles, pero aún así, es una fortuna para mí. No conozco a mi padre, y de mi madre solo tengo vagos recuerdos, ya que falleció cuando yo tenía 3 años, desde entonces mis abuelos maternos se encargaron de mí, y hace ya 3 años falleció mi abuelo, y solo somos mi abuela Esperanza y yo. Al llegar a la universidad lo primero que hago es ir a ver a mi abuela, ella trabaja en el comedor y me guarda siempre algo para desayunar gratis. Luego de ir a las clases y bromear un poco con mis amigos, regreso a mi casa acompañada de mi mejor amiga, Katia. Katia y yo crecimos en el mismo barrio, las dos somos sobrevivientes, en ese barrio donde hay que guerrearla día tras día, tenemos que partirnos el hombro para poder sobrevivir. Nos hemos mantenido alejadas de los malos vicios gracias al hermano de Katia, Alejandro, sí, Alejando, mi primer amor, pero ahora no les hablaré de él. Encerrada en mi pequeñísima habitación, haciendo mis tareas, escucho que tocan a la puerta, escucho que mi abuela abre y habla sumisamente, reconozco esa voz, es la voz de Smit, el señor del alquiler, así que no dudo un instante en salir e ir. Comenzamos una agitada conversación donde el señor Smit no deja de gritarnos y amenazarnos con echarnos a la calle, y sí, lo puede hacer, así que le dimos todo el dinero que teníamos que apenas cubría un mes, y nos dio plazo de una semana para pagar el resto. Veo un nuevo bulto de cartas encima de la mesa, una con el nombre de mi universidad, recordándome que debí pagar el semestre nuevo a principio del primer mes del año, y aún no lo hago. Llevo mis manos a mi cabeza y enredo mis dedos con frustración en mi cabello —Necesito otro trabajo —exclamé con angustia porque sé que igual no alcanzará el dinero, mi abuela caminó a mí con lágrimas en sus ojos y me envolvió en sus brazos. —No, yo conseguiré otro trabajo, tú solo tienes que dedicarte a estudiar, ya te falta muy poco. —Abuela, ya tienes un trabajo de tiempo completo, que solo te permito hacerlo porque sé que es suave y te pagan lo justo. —Todo esto es mi culpa, has pasado tanto trabajo, no te he podido dar todo lo que mereces —dice la desesperada abuela entre lágrimas. —Abuela —tomo su ya arrugado, pero fuerte rostro entre mis manos y la veo con ternura —ya no soy una niña, tengo 20 años, todo estará bien —digo para tratar de reanimar a mi afectada abuela, ella lo es todo para mí. Rápidamente, me alisto para mi otro trabajo, una cafetería donde trabajo con horarios diferentes dependiendo los turnos que tenga en la universidad. Todo transcurrió sin ninguna novedad, al llegar a mi apartamento me encerré en mi pequeña y colorida habitación, llevo mi mano al bolsillo trasero de mi pantalón y saqué la tarjeta de Brian, comencé un dudoso juego con mis dedos y esta hasta que me dejé caer en la cama y decidí agregar su número, ahora con mi teléfono en las manos abro la sección de mensajes con su nombre, sí, le escribiré. —Hola jefe, perdón por la hora, es que quería saber si me podía dar un adelanto de mi salario de la semana entrante. Veo cómo el mensaje se envía, se recibe y se lee, pero no recibí respuesta alguna, así que insistí con un simple signo de interrogación y al instante veo cómo llega una respuesta. —Perdón, no tengo su número registrado, ¿quién es? Por supuesto, qué estúpida —Soy yo, Pamela. —No conozco a ninguna Pamela. Sí, pensé que recordaría mi nombre, ya que un día me preguntó, pero al parecer solo fue por educación —Pamela, a la que le das los buenos días con una media sonrisa y le abres la puerta de lunes a viernes a las 7 AM, la que saca a pasear a Manchas todas las mañanas al parque. —¡Ha! Pamela, si, ya te recuerdo, no te preocupes, mañana te doy el adelanto. —¿En serio?, muchas gracias, ¿a qué hora puedo pasar por él? —Cuando desees, te lo dejaré con Juanita. ¡No!, quiero verlo porque quiero explicarle que no solo necesito el adelanto, si no trabajo —Es que preferiría verlo en persona, hay algo más que quiero pedirle. —¿Qué? —¿Trabajo?, en su empresa, estoy en segundo año en la universidad, puedo ser útil. —Lo siento, señorita Pamela, pero yo no me encargo de contratar personal. Igual si desea la puedo recomendar con mis amistades, ellos también tienen mascotas. Buenas noches. Y paff, justo ahora siento como se comienza a despedazar mi fantasiosa ilusión con ese hombre, siempre supe que era muy despiadado, pero nunca lo había sido conmigo, pero la que necesita pagar la renta soy yo —Se lo agradecería mucho. Que pase buenas noches. Si, aunque él lo haya hecho ver cómo algo humillante, para mí no lo es, con ese trabajo pago prácticamente todo, aunque ahora casi todo mi sueldo va para las atenciones médicas que ha requerido mi abuela estos 3 últimos meses desde que le diagnosticaron con Artritis aguda en su rodilla derecha, las terapias son muy costosas y el seguro médico no las cubre, y aún quedan dos meses más de terapias. Esa noche dormí llena de angustia, sé que el dinero no lo es todo en la vida, pero sin él no se puede tener una vida, es la realidad. He pensado tanto que no puedo dormir, ¿cómo conseguiré todo el dinero que necesito? Al siguiente día sigo la misma rutina, hoy es sábado, así que hoy no veré al arrogante Brian Uckermann. Cuando llegué a su casa por Manchas y le pregunté a Juanita por el adelanto que Brian me prometió, pues dijo que ella no tenía idea, que él no le había dicho nada, pero que ella le preguntaría y qué tal vez para la hora de regresar a Manchas ya esté autorizado mi adelanto. Pensé en escribirle y recordarle, pero no tuve el valor de hacerlo, que no tenga plata no me da derecho de rogarle. Sí, olviden que dije eso, una llamada de la clínica recordando el siguiente pago me hizo cambiar de opinión, y le escribí. —Buenos días, es que Juanita me dijo que no le habías autorizado ningún adelanto para mí. Vi que leyó mi mensaje, pero no respondió, así que bajé mi cabeza mientras mi pecho comenzaba a apretarse y mi garganta a cerrarse, sentí como una lágrima quiso salir de mi ojo, pero al instante la sequé, algo más se me ocurrirá, ya sé que no cuento con él. Cuando regresé a dejar a Manchas, para mi sorpresa Juanita me entregó ese adelanto y se disculpó por no habérmelo dado antes, pero que no podía hacerlo sin autorización. Vi a todo mi alrededor intentando ver si veía por casualidad a Brian, ya que tendré que agradecerle, supongo. —El señor está en la piscina, no creo que deba interrumpirlo, además no puedo dejarla pasar si él no lo autoriza —dice Juanita, algo nerviosa. —Solo quiero agradecerle, gracias a este adelanto podré pagar las terapias de mi abuela para la siguiente semana —digo insistiendo en ir hasta la piscina, Juanita me ve con ternura, tal vez con lástima, pero no puedo irme sin agradecerle. —Niña, hágame caso sí —dice mientras me persigue hasta llegar a la piscina. Cuando llegué al área de la piscina, veo un enorme cuerpo dentro de la piscina nadando de un una punta a la otra, camino y me posiciono justo en la orilla y espero su regreso, sí, justo llegó hasta donde yo estaba, no me ve a los ojos, solo veo que ve mis pies, y me avergüenzo por mis sucios tenis de una semana sin lavar, así que doy un paso atrás, veo como ese hombre saca sus fuertes brazos y los colaba en el muro de la piscina para con gran impulso salir de por completo y quedar justo frente a mí. ¡Santo cristo bendito!, qué hombre más bueno, su piel brilla, su cabello es encantador, y comienzo a sentir envidia de todas esas gotas de agua que se escurren por su fuerte y duro y grande y desnudo cuerpo, que hace que mi boca se entreabre y mis ojos se deleiten. En segundos cambio mi vista y lo veo a sus ojos, ojos que me ven con reclamo, y con timidez sale una inocente vocecita de mi boca. —Señor Uckermann. —Señorita Pamela, ¿no es suficiente el adelanto? —pronuncia con arrogancia. Me pregunta mientras camina y envuelve su cuerpo de cintura para abajo con una toalla —yo quería agradecerle personalmente por el adelanto, y discúlpame si en algún momento lo incomodé. —Disculpas aceptadas. Ya que al parecer está de buen humor trataré de insistir con el trabajo en la empresa —bien, cómo le dije estoy en segundo año en la Universidad, estudio negocios, rama administración de empresas, si desea le puedo traer mis notas y se dará cuenta de que soy muy buena —digo muy rápido y persiguiéndolo por la casa hasta llegar a la escalera principal, lo veo subir un escalón y luego voltea a verme, veo cómo deja escapar un pronunciado suspiro, me ve de abajo a arriba y habla. —Juanita se encargará de enviarle tu recomendación a todas nuestras amistades con mascotas, que tenga buen día, espero no verla más. Sí, arrogante y grosero como él solo, continúo subiendo escalones mientras mi único deseo era tomar ese dinero y tirarlo en su cara, pero no puedo. —Le dije que no era buena idea, el patrón ha tenido problemas estos días —agrega Juanita algo apenada. —¿Qué problemas puede tener alguien como él? —digo mientras camino llena de enojo hasta la salida. —Creo que terminó con su novia. —Es que la entiendo, no sé cómo alguien tan grosero siquiera puede tener novia, ya me la imagino, igualita a él. Salí de la mansión de los Uckermann refunfuñando y llena de rabia por la forma en que una vez más me humilló ese hombre, pero, por otro lado, aliviada por el adelanto. Esa semana pasó muy rápido, pero algo cambió, ya no llego a recoger a Manchas a las 7 am, ahora llego a las 6:50 am. No pretendo encontrarme nunca más con ese arrogante hombre que me humilló, aunque admito que extraño esa tierna sonrisa y esos buenos días, también su perfume, y verlo modelar hasta el auto, pero no. Lo peor es que aún no he conseguido un mejor trabajo que el de la cafetería. Hoy iré con Katia al club donde ella trabaja como mesera, le dan buenas propinas, lo único es que se trabaja toda la madrugada, pero, no puedo darme el lujo de escoger.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD