– Liz… Mira… – Habla, mientras acorta la distancia entre nosotros. – Vamos, Henry, escúpelo. – Hablo con dureza. – Lo siento. – Habla y me doy cuenta de que está triste, sus ojos son profundos, hace días que no duerme bien, se me rompe el corazón al verlo así, pero no puedo recaer, porque fue su elección. – ¡¿Lo siento?! ¿Qué es lo que sientes exactamente, Henry? – Hablo con voz autoritaria. – ¡Amor, ahí estás! – Le grita la rubia y empieza a caminar hacia nosotros. – ¡Adiós Henry! – Siento mariposas en el estómago al escuchar mis propias palabras. – Liz... ¡por favor! – Me ruega. – ¡Vuelve con tu mujer! – Hablo y me doy la vuelta, mientras ella se acerca a él. Camino hacia el auto. – ¿Estás bien? – me pregunta Martin, mientras subo al coche. – Estaré bien, ¡vamos! – Quería llora

