— Estás castigada. — ¿Qué quiere decir? — Una semana de detención. — Su mirada es de picardía. — ¿Crees que tengo diez años para estar detenida?, ya no estamos en preparatoria. — Señorita Navarro, baje el tono si no quiere que los días se alarguen. — Sólo entonces me doy cuenta de que ya estaba gritando. — ¿Y yo? — Ana salió de su trance. — Puedes irte. — Hasta luego, amiga. — Ana se va y Henry cierra la puerta detrás de nosotros. — ¿Qué está pasando? — Me hago la víctima, sé que quiere vengarse por lo que hice anoche. — ¿Sigues preguntando? — Doy un paso atrás. — No sé de qué está hablando. — Se acerca cada vez más. — Te haré recordar. Me presiona sobre su escritorio, tirando mis libros y mi bolso al suelo. Nuestras respiraciones comienzan a ser jadeos, él empieza a frotar s

